Atlas
Nowhere | Fénix
30-08-2024, 05:29 PM
Acababa de poner un pie allí y todo se había ido a la mierda, hablando mal y pronto. Apenas me había detenido en el margen de la explanada, un colosal tiburón con piernas había lanzado a un niño con más moños que pelo como si de un hombre bala se tratase. Al mismo tiempo, mirase donde mirase no paraban de emerger desconocidos que, como azuzados por el mismísimo dios de la guerra, se lanzaban unos contra otros sin ton ni son.
«Como un patio de colegio», me dije, calmado, mientras mis ojos saltaban de un enfrentamiento a otro como el que ve un partido de tenis. ¿Y qué es el tenis, diréis? Pues no tengo ni idea, pero es una expresión que suena bien y algo me dice que debería tener sentido. Si un tiburón gigante lanzando niños tenía sentido, ¿por qué no esa combinación de cinco letras que no tenía significado real?
De cualquier modo, pocas cosas había que me fueran más propias que la pereza y la desidia. Por tanto, como buen vago a jornada completa, me dispuse a sentarme allí en el margen del área de conflicto para, calmada y alegremente, disfrutar del violento espectáculo carente de sentido. Exactamente eso habría hecho de no ser por ella. Cuando quise darme cuenta, una mujer rubia se había abalanzado sobre mí con un arma de fuego en sus manos e intentaba golpearme con la misma. Mi intención era clara, desenvainar mi naginata para frenar su acometida, pero o aquella mujer era demasiado rápida o mi reacción había sido demasiado lenta. En cualquier caso, no conseguí llegar a tiempo de detener el primer golpe, que me dio de lleno. No sucedió lo mismo con el segundo.
Cuando se desplazó para efectuar el disparo mi arma ya había comenzado a trazar una serie de movimientos en el aire. Eran cortes que cubrían de forma sistemática el espacio situado delante de mí con la intención de protegerme de lo que pudiese venir. Y, efectivamente, vino. El cañón de su arma vomitó un incandescente proyectil que amenazaba con golpear el centro de mi pecho. El eco metálico manó brevemente de la hoja de mi arma cuando la bala fue desviada. No obstante, la reacción continuaba sin haber sido óptima y, pese a que no acertó en el centro del pecho, salió desviada hacia arriba y hacia un lateral, provocando una herida sangrante mi hombro derecho y obligándome a apretar los dientes.
Ese, por supuesto, no era el momento de detenerme. Conforme estuve seguro de que no había sufrido serios daños, di un rápido paso firme en dirección a la desconocida —ya podría haber tenido, al menos, la educación de presentarse antes de intentar matarme de la nada—. Mi naginata se encontraba a mi costado derecho, por lo que en el proceso la llevé al frente, orientando la punta de la misma hacia ella y, por último, empujando hasta el final con cuenta fuerza poseía. Yo también sabía jugar.
«Como un patio de colegio», me dije, calmado, mientras mis ojos saltaban de un enfrentamiento a otro como el que ve un partido de tenis. ¿Y qué es el tenis, diréis? Pues no tengo ni idea, pero es una expresión que suena bien y algo me dice que debería tener sentido. Si un tiburón gigante lanzando niños tenía sentido, ¿por qué no esa combinación de cinco letras que no tenía significado real?
De cualquier modo, pocas cosas había que me fueran más propias que la pereza y la desidia. Por tanto, como buen vago a jornada completa, me dispuse a sentarme allí en el margen del área de conflicto para, calmada y alegremente, disfrutar del violento espectáculo carente de sentido. Exactamente eso habría hecho de no ser por ella. Cuando quise darme cuenta, una mujer rubia se había abalanzado sobre mí con un arma de fuego en sus manos e intentaba golpearme con la misma. Mi intención era clara, desenvainar mi naginata para frenar su acometida, pero o aquella mujer era demasiado rápida o mi reacción había sido demasiado lenta. En cualquier caso, no conseguí llegar a tiempo de detener el primer golpe, que me dio de lleno. No sucedió lo mismo con el segundo.
Cuando se desplazó para efectuar el disparo mi arma ya había comenzado a trazar una serie de movimientos en el aire. Eran cortes que cubrían de forma sistemática el espacio situado delante de mí con la intención de protegerme de lo que pudiese venir. Y, efectivamente, vino. El cañón de su arma vomitó un incandescente proyectil que amenazaba con golpear el centro de mi pecho. El eco metálico manó brevemente de la hoja de mi arma cuando la bala fue desviada. No obstante, la reacción continuaba sin haber sido óptima y, pese a que no acertó en el centro del pecho, salió desviada hacia arriba y hacia un lateral, provocando una herida sangrante mi hombro derecho y obligándome a apretar los dientes.
ESP102
ESPADACHíN
Defensiva Activa
Tier 1
No Aprendida
15
1
Usando su arma el usuario trazara unos movimientos rápidos buscando desviar las ofensivas en su contra, mitigando parte de su daño. En el caso de que la ofensiva sea utilizando proyectiles y se Mitige todo el daño, el usuario podra desviar dicha ofensiva hacia un nuevo objetivo dentro del alcance restante de la ofensiva y recibiendo el nuevo objetivo todo el daño.
Defensa Pasiva + [FUEx2] de Daño Mitigado
Ese, por supuesto, no era el momento de detenerme. Conforme estuve seguro de que no había sufrido serios daños, di un rápido paso firme en dirección a la desconocida —ya podría haber tenido, al menos, la educación de presentarse antes de intentar matarme de la nada—. Mi naginata se encontraba a mi costado derecho, por lo que en el proceso la llevé al frente, orientando la punta de la misma hacia ella y, por último, empujando hasta el final con cuenta fuerza poseía. Yo también sabía jugar.
ESP201
ESPADACHíN
Ofensiva Activa
Tier 2
No Aprendida
33
1
Una estocada que el usuario realiza al mismo tiempo que realiza en un solo paso un [Dash] de hasta 8 metros en los que busca ensartar a todo lo que encuentre a su paso con la punta de su arma, llevando consigo a su víctima con un [Empuje] en caso de conectar hasta el final del recorrido del Dash.
Golpe Basico + [FUEx2,2] de [Daño perforante]