El peor escenario de todos se había dado. Antes de que Galhard alcanzase a Kael para confirmar la alianza, el enorme gyojin tiburón arremetió con todo. No solo lanzó una gigantesca ola hacia él y el pirata que tenía el aspecto de Salazar Stone, sino que también demostró una fuerza descomunal, que rápidamente puso a Galhard en una situación desesperada. Sabía que aquel enemigo iba a ser todo un desafío a enfrentar, pero jamás hubiera imaginado la magnitud de la diferencia de poderes entre él y aquellos recién llegados a la montaña de los lamentos.
El viento rugía con furia, mezclado con el estruendo de la ola que se aproximaba, una pared de agua que parecía capaz de arrasar con todo a su paso. Galhard, con su pequeño cuerpo en forma de gnomo, se sentía insignificante frente a la inmensidad del ataque que se le venía encima. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando idear una estrategia que le permitiera sobrevivir. Pensó en utilizar el dial de propulsión de su mochila para ganar altura y escapar de la ola. Desde allí, podría intentar un contraataque, empleando su ataque más fuerte para herir al tiburón y ganar algo de tiempo.
Pero antes de que pudiera siquiera meter la mano en su mochila, algo cambió. Un destello en su visión periférica, una sombra que se movía a una velocidad sobrehumana, y en un instante, el impacto llegó.—Pero ¿Que dem... — Un aliado del gyojin tiburón, moviéndose con una fuerza y velocidad abrumadoras, alcanzó a Galhard de pleo. El golpe fue devastador, con su pequeño cuerpo siendo zarandeado como una muñeca de trapo en medio de una tormenta.
El dolor fue inmediato y paralizante. Galhard sintió cómo sus huesos crujían bajo la presión del ataque, y su visión comenzó a desvanecerse. Intentó desesperadamente recuperar el control, pero su cuerpo no respondía. Apenas si logró procesar lo que estaba ocurriendo antes de que el segundo ataque llegara, esta vez directo sin tempo a poder si quiera tensar el cuerpo para recibir el ataque . La fuerza del impacto fue tal que su corazón se detuvo por un instante, y el aire le fue arrancado de los pulmones.
Todo se volvió negro.
En el mundo onírico, donde las reglas de la realidad se distorsionaban, Galhard cayó sin vida, su cuerpo inerte golpeando el suelo con un sonido sordo. De su cintura, la bolsa de canicas que había recolectado se soltó, cayendo a un lado. Tres canicas rodaron fuera de la bolsa: dos de ellas eran normales, comunes, pero la tercera brillaba con un resplandor dorado, especial y única.
El cuerpo de Galhard yacía en el suelo, desapareciendo lentamente, mientras las canicas rodaban ligeramente, reflejando la luz tenue del entorno. El silencio que siguió al ataque fue casi abrumador, un contraste inquietante con el caos que lo había precedido. Galhard había caído, y con él, las esperanzas de resistir contra un enemigo tan poderoso. Pero las canicas, especialmente la dorada, aún estaban allí, esperando ser reclamadas como premio por alguno de los sectarios de Norfeo.
El viento rugía con furia, mezclado con el estruendo de la ola que se aproximaba, una pared de agua que parecía capaz de arrasar con todo a su paso. Galhard, con su pequeño cuerpo en forma de gnomo, se sentía insignificante frente a la inmensidad del ataque que se le venía encima. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando idear una estrategia que le permitiera sobrevivir. Pensó en utilizar el dial de propulsión de su mochila para ganar altura y escapar de la ola. Desde allí, podría intentar un contraataque, empleando su ataque más fuerte para herir al tiburón y ganar algo de tiempo.
Pero antes de que pudiera siquiera meter la mano en su mochila, algo cambió. Un destello en su visión periférica, una sombra que se movía a una velocidad sobrehumana, y en un instante, el impacto llegó.—Pero ¿Que dem... — Un aliado del gyojin tiburón, moviéndose con una fuerza y velocidad abrumadoras, alcanzó a Galhard de pleo. El golpe fue devastador, con su pequeño cuerpo siendo zarandeado como una muñeca de trapo en medio de una tormenta.
El dolor fue inmediato y paralizante. Galhard sintió cómo sus huesos crujían bajo la presión del ataque, y su visión comenzó a desvanecerse. Intentó desesperadamente recuperar el control, pero su cuerpo no respondía. Apenas si logró procesar lo que estaba ocurriendo antes de que el segundo ataque llegara, esta vez directo sin tempo a poder si quiera tensar el cuerpo para recibir el ataque . La fuerza del impacto fue tal que su corazón se detuvo por un instante, y el aire le fue arrancado de los pulmones.
Todo se volvió negro.
En el mundo onírico, donde las reglas de la realidad se distorsionaban, Galhard cayó sin vida, su cuerpo inerte golpeando el suelo con un sonido sordo. De su cintura, la bolsa de canicas que había recolectado se soltó, cayendo a un lado. Tres canicas rodaron fuera de la bolsa: dos de ellas eran normales, comunes, pero la tercera brillaba con un resplandor dorado, especial y única.
El cuerpo de Galhard yacía en el suelo, desapareciendo lentamente, mientras las canicas rodaban ligeramente, reflejando la luz tenue del entorno. El silencio que siguió al ataque fue casi abrumador, un contraste inquietante con el caos que lo había precedido. Galhard había caído, y con él, las esperanzas de resistir contra un enemigo tan poderoso. Pero las canicas, especialmente la dorada, aún estaban allí, esperando ser reclamadas como premio por alguno de los sectarios de Norfeo.