Tenka
Anticuario
30-08-2024, 10:29 PM
Si el colosal puente que llevaba al mercado me había sorprendido por el gentío y la viveza que lo cruzaban, la zona del puerto mercante me había dejado en blanco.
Los barcos se agolpaban en un tráfico constante. Los de menor tamaño lidiaban unos con otros en un conflicto constante por el paso. Mientras, esquivaban las naves de mayor tamaño, algunas gigantescas, cuando estas cruzaban hacia los diques principales.
El pesquero de velas blancas al que me había aferrado avanzaba hacia las zonas más alejadas del puerto. Barcos de las autoridades nos adelantaban con sus velas azules, obligándome a esconderme bajo el agua.
En más de una ocasión estuve a punto de ser descubierto. Me extrañaba, incluso, haber sorteado toda aquella vigilancia.
—Estoy teniendo la mayor de las suertes—me dije.
Una ola causada por un gran barco escoró el pesquero, levantándome sobre el cascarón por unos instantes. Temeroso de que me hubieran visto me lancé al agua, buceando hacia un embarcadero menor.
—Esto ya es extraño—musité para mí mismo—. No imaginaba que esta zona estuviera bajo tal vigilancia.
Saqué una humilde daga y la clavé en la madera bajo el embarcadero. De nuevo, parecía tener suerte, nadie había dado voz de alarma alguna. Esperé escondido hasta que un barco me otorgó una buena cobertura y me subí al pantalán. Actuando como si fuese un marinero más pude llegar hasta el gentío donde nadie preguntaría quién era o qué hacía allí.
Los barcos se agolpaban en un tráfico constante. Los de menor tamaño lidiaban unos con otros en un conflicto constante por el paso. Mientras, esquivaban las naves de mayor tamaño, algunas gigantescas, cuando estas cruzaban hacia los diques principales.
El pesquero de velas blancas al que me había aferrado avanzaba hacia las zonas más alejadas del puerto. Barcos de las autoridades nos adelantaban con sus velas azules, obligándome a esconderme bajo el agua.
En más de una ocasión estuve a punto de ser descubierto. Me extrañaba, incluso, haber sorteado toda aquella vigilancia.
—Estoy teniendo la mayor de las suertes—me dije.
Una ola causada por un gran barco escoró el pesquero, levantándome sobre el cascarón por unos instantes. Temeroso de que me hubieran visto me lancé al agua, buceando hacia un embarcadero menor.
—Esto ya es extraño—musité para mí mismo—. No imaginaba que esta zona estuviera bajo tal vigilancia.
Saqué una humilde daga y la clavé en la madera bajo el embarcadero. De nuevo, parecía tener suerte, nadie había dado voz de alarma alguna. Esperé escondido hasta que un barco me otorgó una buena cobertura y me subí al pantalán. Actuando como si fuese un marinero más pude llegar hasta el gentío donde nadie preguntaría quién era o qué hacía allí.