Atlas
Nowhere | Fénix
31-08-2024, 02:49 PM
(Última modificación: 31-08-2024, 02:50 PM por Atlas.
Razón: Editado un instante después del posteo para añadir técnica defensiva. Sorry
)
Todo sucedió muy rápido. Lo que había comenzado con un enfrentamiento contra la rubia en el que me había dado un buen culatazo en los morros y un tiro en el hombro, de repente pasó a ser un tres contra uno en el que un pato me disparaba a traición y un tipo salido de a saber dónde aparecía blandiendo una espada. Por un instante la situación se quiso parecer a la que se encontraría en un patio de colegio al uso. Bueno, más que al uso, en uno de esos en los que los profesores bien tienen a los padres de los niños todo el día en tutorías o bien no lo hacen por miedo a los propios padres.
Fuera como fuese, el tiro me dio de lleno. No lo había visto venir. Despistado por la concentración que requería el enfrentamiento con aquella mujer, había pasado por un instante por alto los alrededores y ese endemoniado pato no había tenido problema para que su disparo alcanzase el objetivo. De cualquier modo, mi arma continuó su trayectoria descendente hacia la mujer, que comenzó a hacerse a un lado para evitarla. Sin embargo, nunca llegó a saberse el resultado de su maniobra porque apareció un tercer individuo, igual de desconocido que los anteriores, que interpuso su propia arma en la trayectoria de la mía.
Lo hizo con mucha menos fuerza de la que yo le había transmitido, lo que percibí en cuanto ambos aceros chocaron entre sí. Me pareció apreciar que mi ímpetu lograba vencer al suyo, pero no fue algo que pudiese distinguir con nitidez. Tampoco llegué a ver si le había causado herida alguna o no, porque enseguida reanudó su ofensiva girando sobre sí mismo para realizar un nuevo tajo horizontal. Su acero se encontró con el mío. El eco metálico resonó en los alrededores al tiempo que flexionaba las rodillas y giraba sobre mí mismo, intentando así desviar la dirección del tajo para evitar el daño. No obstante, no fui lo suficientemente veloz o diestro como para evitarlo por completo. En consecuencia, una nueva herida pasó a adornar mi abdomen.
Y con ésa era más que suficiente. Primero fue un breve chisporroteo y un resplandor azulado lo que manó de mi abdomen, justo allí donde el acero había mordido mi carne. Acto seguido, de mi cuerpo comenzaron a nacer llamas de un brillante color azulado que me rodearon, abrazando mi cuerpo y mis heridas. Tenían una raíz anaranjada justo allí donde salían de mi piel, sanando mis heridas al tiempo que se extendían por mi cuerpo como una coreografía sincronizada de ígneas serpientes. No transmitían calor ni eran capaces de quemar, pero recorrían la superficie de mi cuerpo sin cesar, propagándose en un abrir y cerrar de ojos. Era un hombre en llamas, pero llamas de vida. El fuego en mis brazos pasó en un instante a dar forma a sendas alas del mismo color azul mientras éste seguía envolviéndome sin descanso. Del mismo modo, mis piernas cambiaron de forma hasta asemejarse a las de un imponente ave.
¿Qué interés tenían en mí, los muy desgraciados? Yo sólo quería sentarme a disfrutar del espectáculo. De cualquier modo, fue el último envite contra el que no pude hacer nada —aunque cualquiera podría decir que ya bastante había hecho—. Dotando a su ofensiva de una velocidad tremenda, la mujer que había dado inicio al enfrentamiento golpeó mi abdomen con su puño. El sonido de la colisión resonó por todo mi interior, golpeando cada hueso y víscera de mi cuerpo y obligándome a apretar los dientes. El fuego evitaba que las heridas y los daños se mantuviesen, pero no eliminaban el dolor. Y no fue poco.
Eran muchos enemigos, demasiados para mí en aquellas condiciones, pero necesitaba hacerme espacio si quería tener la oportunidad de contraatacar o huir. Blandí una vez más mi naginata de nuevo en dirección hacia el tipo de la espada, buscando trazar un corte oblicuo sobre su pecho seguido de un corte horizontal a nivel de su abdomen. Si pensaban que por atacarme entre tres de forma tan rastrera me iba a dar por vencido, estaban muy equivocados.
Fuera como fuese, el tiro me dio de lleno. No lo había visto venir. Despistado por la concentración que requería el enfrentamiento con aquella mujer, había pasado por un instante por alto los alrededores y ese endemoniado pato no había tenido problema para que su disparo alcanzase el objetivo. De cualquier modo, mi arma continuó su trayectoria descendente hacia la mujer, que comenzó a hacerse a un lado para evitarla. Sin embargo, nunca llegó a saberse el resultado de su maniobra porque apareció un tercer individuo, igual de desconocido que los anteriores, que interpuso su propia arma en la trayectoria de la mía.
Lo hizo con mucha menos fuerza de la que yo le había transmitido, lo que percibí en cuanto ambos aceros chocaron entre sí. Me pareció apreciar que mi ímpetu lograba vencer al suyo, pero no fue algo que pudiese distinguir con nitidez. Tampoco llegué a ver si le había causado herida alguna o no, porque enseguida reanudó su ofensiva girando sobre sí mismo para realizar un nuevo tajo horizontal. Su acero se encontró con el mío. El eco metálico resonó en los alrededores al tiempo que flexionaba las rodillas y giraba sobre mí mismo, intentando así desviar la dirección del tajo para evitar el daño. No obstante, no fui lo suficientemente veloz o diestro como para evitarlo por completo. En consecuencia, una nueva herida pasó a adornar mi abdomen.
SAM302
SAMURAI
Defensiva Activa
Tier 3
No Aprendida
41
2
Una defensa con el filo de las armas que busca acompañar las agresiones de todo tipo con el filo del arma buscando dispersar la fuerza de la misma a lo largo del metal para nulificar esta completamente o Migitar parte del daño. En caso de que esta tecnica Mitigue todo el daño de la ofensiva, causara [Desarme] sobre el agresor, si la ofensiva era melee.
Defensa Pasiva + [FUEx2,5] de Daño Mitigado
Y con ésa era más que suficiente. Primero fue un breve chisporroteo y un resplandor azulado lo que manó de mi abdomen, justo allí donde el acero había mordido mi carne. Acto seguido, de mi cuerpo comenzaron a nacer llamas de un brillante color azulado que me rodearon, abrazando mi cuerpo y mis heridas. Tenían una raíz anaranjada justo allí donde salían de mi piel, sanando mis heridas al tiempo que se extendían por mi cuerpo como una coreografía sincronizada de ígneas serpientes. No transmitían calor ni eran capaces de quemar, pero recorrían la superficie de mi cuerpo sin cesar, propagándose en un abrir y cerrar de ojos. Era un hombre en llamas, pero llamas de vida. El fuego en mis brazos pasó en un instante a dar forma a sendas alas del mismo color azul mientras éste seguía envolviéndome sin descanso. Del mismo modo, mis piernas cambiaron de forma hasta asemejarse a las de un imponente ave.
¿Qué interés tenían en mí, los muy desgraciados? Yo sólo quería sentarme a disfrutar del espectáculo. De cualquier modo, fue el último envite contra el que no pude hacer nada —aunque cualquiera podría decir que ya bastante había hecho—. Dotando a su ofensiva de una velocidad tremenda, la mujer que había dado inicio al enfrentamiento golpeó mi abdomen con su puño. El sonido de la colisión resonó por todo mi interior, golpeando cada hueso y víscera de mi cuerpo y obligándome a apretar los dientes. El fuego evitaba que las heridas y los daños se mantuviesen, pero no eliminaban el dolor. Y no fue poco.
Eran muchos enemigos, demasiados para mí en aquellas condiciones, pero necesitaba hacerme espacio si quería tener la oportunidad de contraatacar o huir. Blandí una vez más mi naginata de nuevo en dirección hacia el tipo de la espada, buscando trazar un corte oblicuo sobre su pecho seguido de un corte horizontal a nivel de su abdomen. Si pensaban que por atacarme entre tres de forma tan rastrera me iba a dar por vencido, estaban muy equivocados.