Airgid Vanaidiam
Metalhead
01-09-2024, 03:56 AM
A pesar de la rapidez con la que Airgid hablaba y enlazaba conceptos a la vez, monopolizando a veces las conversaciones, también sabía cómo escuchar y cuando tenía que prestar atención. Así que eso hizo cuando Padre comenzó a responder cómo podía a todo lo que Airgid le había lanzado de sopetón. Mientras atendía a sus palabras, la mirada se le dirigió de manera inconsciente hacia la tacita de té que el hombre sujetaba y de la cuál bebía de vez en cuando. De repente se notó la boca tremendamente seca. Llevaba horas sin beber, y pasando por una paliza y una caminata de por medio. Se relamió el labio inferior ligeramente pensando en que tan buen anfitrión no sería si no le ofrecía ni un poquito de agua. Quizás solo era despistado... raro, pero posible.
Airgid nunca había hablado con nadie que tuviera esa labia y que usase esas palabras tan convincentes. Se notaba que era un hombre leído, culto, intelectual... pero no solo eso, es que tenía un don para la palabra, para hacer que todo lo que dijera sonara como miel en los labios. Pero aún así, a Airgid le chirrió. Usó esa comparación que la rubia hizo acerca de su hogar y la Granja, para crear una conexión entre ellos. Hablaba dando por hecho que la chavala se iba a quedar allí a vivir, o quizás no a vivir de forma permanente, pero sí parecía tener la intención de que se quedara en aquel barrio durante mucho tiempo. Y no, eso no entraba en la idea que tenía ella sobre su estancia allí. Más que estancia, ella lo calificaría como una visita forzosa e involuntaria. Agradecía que parecían haber sido amables con ella, pero... no iba a quedarse allí. De ninguna de las maneras podría abandonar a sus amigos y familia.
No obstante, la conversación tomó un nuevo camino, enfocada hacia Hammond gracias a Airgid. Era lo malo de que tuviera esa costumbre de cambiar de tema tan rápido y soltar tantas ideas a la vez. Guardó silencio, porque Hammond le interesaba muchísimo, lo suficiente como para haberse quedado en aquel sofá que cada vez parecía más una trampa que un cómo asiento. Padre parecía cansado de toda la atención que atraía el nórdico hacia su persona, aunque a ella le parecía más que razonable, pues no todos los días se veía a una persona así... cuando Melys acudió a defenderle, la respuesta de Padre fue tan chocante y severa que la niña salió corriendo despavorida mientras sollozaba. No había sido para tanto, realmente, pero Airgid intuyó que más que la dureza de sus palabras, su reacción se debía a que quizás, no habría esperado ese grito por parte de Padre. Parecía tenerle en alta estima por algún motivo. También, como bien había apuntado él mismo, aún era muy pequeña. Airgid la observó marcharse, pero el gesto de su rostro no cambió. No pensaba interrumpirle justo cuando comenzaba a hablar sobre el idioma de Hammond. Airgid era una chica empática, claro que le daba pena ver a la niña llorando, pero la vida en las calles la había enseñado a priorizar, a ser también un poco egoísta.
Padre sacó entonces de la librería un bonito libro de color completamente rojo, no solo la encuadernación, si no también las hojas. Se acercó a ella y le enseñó una de las páginas de su interior, donde podía verse la ilustración de una enorme isla sobre la que sobresalían diferentes montañas, y a su lado, hombres casi del mismo tamaño. Padre demostró no solo poder hablar ese idioma, si no que también conocía su nombre, de donde provenía, y las historias que lo rodeaban. "Språket til store menn". Airgid no es que tuviera una memoria por encima de lo común, pero repitió ese nombre en voz alta, susurrando. Trataría de no olvidarlo, aunque su pronunciación del mismo no fuera perfecta. Él parecía tener la teoría de que Hammond no era directamente un "hombre grande", si no uno de sus descendientes, pues era grande, sí, pero no tanto como una montaña, sumado al idioma y las vestimentas peculiares. También dijo que seguía una religión concreta, especial y diferente a la que él, obviamente, calificaba como pagana. Todo lo que no fuera lo suyo, era pagano y por ende, pecaminoso, seguramente.
Una vez cerró el libro, trató de intervenir. — Sobre 'se tema... creo que ma'véi malinterpretao'... — Estuvo a punto de decirle que no era su intención quedarse allí, tampoco la de adoptar ninguna religión ni ningún dios. Pero un par de hombres entraron a la habitación, interrumpiéndola. El segundo era el que estaba más nervioso, el primero solo se llevó el libro y desapareció. Pero aquel segundo hombre tenía algo escabroso que contar. Padre tuvo que insistir para que finalmente soltara la bomba. Los ojos de Airgid se abrieron en sorpresa cuando escuchó que Hammond había sacado a Ming de su cárcel. ¡Él! ¡De entre todas las personas! Al principio no lo entendió, pero... quizás había pensado lo mismo que ella, de hecho, quizás él tenía la certeza. La seguridad de que aquel "castigo" al que Padre dijo que se enfrentaría era algo bastante horrible y completamente desmesurado ante el crimen cometido. Pero aún así, aunque fuera algo desmedido... ¿había ayudado a alguien que no dudaría en rebanarle el cuello? Era desde luego difícil de creer. Pero le agradó saberlo. Y le agradó conocer que estaban tratando de escapar. Quizás, tras aquello, Ming abriera los ojos.
Demasiado estaba Airgid pensando en los demás, sin darse cuenta de que estaba a punto de meterse en una situación tremendamente peliaguda. Padre se levantó de su asiento, enfadado, cabreado, tirando la mesa central al suelo en un arrebato de ira. Pero es que mientras hacía eso, se metió de forma inesperada con el habla de Airgid. La rubia rápidamente frunció el ceño. Observando cómo se dirigía hacia la salida, ella decidió también ponerse en pie, decidida a no quedarse con la palabra en la boca después de haberla insultado. — ¿¡Qué problema tiene' tú con mi habla, carvo ajqueroso!? — No era realmente calvo, pero... las entradas estaban ahí. Cualquier cosa le valía a Airgid para insultar a alguien, y es que podía ser una muchacha realmente agradable con casi todo el mundo, pero en el momento en el que alguien le faltaba el respeto, tenía la mecha tremendamente corta y rápidamente se exaltaba como un perro de pelea. Pero la cosa no quedó ahí. ¿Que la detuvieran? ¿Que la encerraran? ¿Pero de qué estaba hablando? Airgid se quedó paralizada unos instantes, incrédula ante lo que estaba escuchando. ¿Cómo había cambiado todo con tanta rapidez? Se había quedado sin palabras.
Pero solo por un momento. Cuando vio cómo un imponente número de hombres se acercaba a ella para retenerla y tomarla como si no tuviera voluntad de decisión ni de poder hacer, comenzó de nuevo con la oleada de insultos. — ¡Como os acerquéi os juro por la farola que ilumina la tumba de to mis muerto' que os rajo a tó como si fuérai uno serdo! — Pero aquella burda amenaza no sirvió de nada, la superaban en cuanto a personas, en cuanto a fuerza, en cuanto a todo. Comenzaron a agarrarla, tratando de inmovilizarla, de colocarle algo en las manos para que no pudiera usarlas. — ¡SOIS UNO' MIERDA SECA, CARA MIERDA, BOCA MIERDA, MARIQUITA RELIGIOSO DE LOS HUE-! — Un par de ellos le colocó una mordaza en la boca. Padre había pedido que no hablara. Y ellos simplemente obedecieron. Aún así, se resistía como podía, zarandeándose, revolviéndose, tratando de gritar... Intentaba echar a correr pero obviamente le cortaban cualquier camino que pudiera tomar. La situación pintaba chunga, pero una de las cosas que Airgid tenía es que no se rendía fácilmente.
Airgid nunca había hablado con nadie que tuviera esa labia y que usase esas palabras tan convincentes. Se notaba que era un hombre leído, culto, intelectual... pero no solo eso, es que tenía un don para la palabra, para hacer que todo lo que dijera sonara como miel en los labios. Pero aún así, a Airgid le chirrió. Usó esa comparación que la rubia hizo acerca de su hogar y la Granja, para crear una conexión entre ellos. Hablaba dando por hecho que la chavala se iba a quedar allí a vivir, o quizás no a vivir de forma permanente, pero sí parecía tener la intención de que se quedara en aquel barrio durante mucho tiempo. Y no, eso no entraba en la idea que tenía ella sobre su estancia allí. Más que estancia, ella lo calificaría como una visita forzosa e involuntaria. Agradecía que parecían haber sido amables con ella, pero... no iba a quedarse allí. De ninguna de las maneras podría abandonar a sus amigos y familia.
No obstante, la conversación tomó un nuevo camino, enfocada hacia Hammond gracias a Airgid. Era lo malo de que tuviera esa costumbre de cambiar de tema tan rápido y soltar tantas ideas a la vez. Guardó silencio, porque Hammond le interesaba muchísimo, lo suficiente como para haberse quedado en aquel sofá que cada vez parecía más una trampa que un cómo asiento. Padre parecía cansado de toda la atención que atraía el nórdico hacia su persona, aunque a ella le parecía más que razonable, pues no todos los días se veía a una persona así... cuando Melys acudió a defenderle, la respuesta de Padre fue tan chocante y severa que la niña salió corriendo despavorida mientras sollozaba. No había sido para tanto, realmente, pero Airgid intuyó que más que la dureza de sus palabras, su reacción se debía a que quizás, no habría esperado ese grito por parte de Padre. Parecía tenerle en alta estima por algún motivo. También, como bien había apuntado él mismo, aún era muy pequeña. Airgid la observó marcharse, pero el gesto de su rostro no cambió. No pensaba interrumpirle justo cuando comenzaba a hablar sobre el idioma de Hammond. Airgid era una chica empática, claro que le daba pena ver a la niña llorando, pero la vida en las calles la había enseñado a priorizar, a ser también un poco egoísta.
Padre sacó entonces de la librería un bonito libro de color completamente rojo, no solo la encuadernación, si no también las hojas. Se acercó a ella y le enseñó una de las páginas de su interior, donde podía verse la ilustración de una enorme isla sobre la que sobresalían diferentes montañas, y a su lado, hombres casi del mismo tamaño. Padre demostró no solo poder hablar ese idioma, si no que también conocía su nombre, de donde provenía, y las historias que lo rodeaban. "Språket til store menn". Airgid no es que tuviera una memoria por encima de lo común, pero repitió ese nombre en voz alta, susurrando. Trataría de no olvidarlo, aunque su pronunciación del mismo no fuera perfecta. Él parecía tener la teoría de que Hammond no era directamente un "hombre grande", si no uno de sus descendientes, pues era grande, sí, pero no tanto como una montaña, sumado al idioma y las vestimentas peculiares. También dijo que seguía una religión concreta, especial y diferente a la que él, obviamente, calificaba como pagana. Todo lo que no fuera lo suyo, era pagano y por ende, pecaminoso, seguramente.
Una vez cerró el libro, trató de intervenir. — Sobre 'se tema... creo que ma'véi malinterpretao'... — Estuvo a punto de decirle que no era su intención quedarse allí, tampoco la de adoptar ninguna religión ni ningún dios. Pero un par de hombres entraron a la habitación, interrumpiéndola. El segundo era el que estaba más nervioso, el primero solo se llevó el libro y desapareció. Pero aquel segundo hombre tenía algo escabroso que contar. Padre tuvo que insistir para que finalmente soltara la bomba. Los ojos de Airgid se abrieron en sorpresa cuando escuchó que Hammond había sacado a Ming de su cárcel. ¡Él! ¡De entre todas las personas! Al principio no lo entendió, pero... quizás había pensado lo mismo que ella, de hecho, quizás él tenía la certeza. La seguridad de que aquel "castigo" al que Padre dijo que se enfrentaría era algo bastante horrible y completamente desmesurado ante el crimen cometido. Pero aún así, aunque fuera algo desmedido... ¿había ayudado a alguien que no dudaría en rebanarle el cuello? Era desde luego difícil de creer. Pero le agradó saberlo. Y le agradó conocer que estaban tratando de escapar. Quizás, tras aquello, Ming abriera los ojos.
Demasiado estaba Airgid pensando en los demás, sin darse cuenta de que estaba a punto de meterse en una situación tremendamente peliaguda. Padre se levantó de su asiento, enfadado, cabreado, tirando la mesa central al suelo en un arrebato de ira. Pero es que mientras hacía eso, se metió de forma inesperada con el habla de Airgid. La rubia rápidamente frunció el ceño. Observando cómo se dirigía hacia la salida, ella decidió también ponerse en pie, decidida a no quedarse con la palabra en la boca después de haberla insultado. — ¿¡Qué problema tiene' tú con mi habla, carvo ajqueroso!? — No era realmente calvo, pero... las entradas estaban ahí. Cualquier cosa le valía a Airgid para insultar a alguien, y es que podía ser una muchacha realmente agradable con casi todo el mundo, pero en el momento en el que alguien le faltaba el respeto, tenía la mecha tremendamente corta y rápidamente se exaltaba como un perro de pelea. Pero la cosa no quedó ahí. ¿Que la detuvieran? ¿Que la encerraran? ¿Pero de qué estaba hablando? Airgid se quedó paralizada unos instantes, incrédula ante lo que estaba escuchando. ¿Cómo había cambiado todo con tanta rapidez? Se había quedado sin palabras.
Pero solo por un momento. Cuando vio cómo un imponente número de hombres se acercaba a ella para retenerla y tomarla como si no tuviera voluntad de decisión ni de poder hacer, comenzó de nuevo con la oleada de insultos. — ¡Como os acerquéi os juro por la farola que ilumina la tumba de to mis muerto' que os rajo a tó como si fuérai uno serdo! — Pero aquella burda amenaza no sirvió de nada, la superaban en cuanto a personas, en cuanto a fuerza, en cuanto a todo. Comenzaron a agarrarla, tratando de inmovilizarla, de colocarle algo en las manos para que no pudiera usarlas. — ¡SOIS UNO' MIERDA SECA, CARA MIERDA, BOCA MIERDA, MARIQUITA RELIGIOSO DE LOS HUE-! — Un par de ellos le colocó una mordaza en la boca. Padre había pedido que no hablara. Y ellos simplemente obedecieron. Aún así, se resistía como podía, zarandeándose, revolviéndose, tratando de gritar... Intentaba echar a correr pero obviamente le cortaban cualquier camino que pudiera tomar. La situación pintaba chunga, pero una de las cosas que Airgid tenía es que no se rendía fácilmente.