Ubben Sangrenegra
Loki
01-09-2024, 07:41 PM
Al ver cómo Akari se cubría un poco más con su camisón, el peliblanco celebró en silenciosamente en su cabeza. Había superado las primeras barreras de la confianza, y su mirada debió ser lo suficientemente intensa como para provocar un deje de vergüenza y nerviosismo en la joven. Al menos, eso era lo que interpretaba el bribón de ojos dorados. Las reacciones de Akari eran tan tímidas e inocentes que incluso llegó a sentir un leve atisbo de culpa por jugar con ella de esa manera. Sin embargo, la tentación de seguir adelante era demasiado fuerte. —Es un nombre del North Blue— afirmó Ubben, respondiendo a los comentarios de la chica sobre lo curioso que le parecía el nombre con el que se había presentado. Al parecer, no lo había escuchado antes, lo cual jugaba a su favor.
Akari continuó hablando, mencionando que vivía en la isla. Mientras lo hacía, su rostro se enrojeció ligeramente al ajustarse la camisa, un movimiento que no fue más que una hábil artimaña del peliblanco para dirigir la atención de la joven hacia su cuello y mandíbula, destacando su perfil desde un ángulo ventajoso para él. Sin darse cuenta, Akari se estaba enredando en las redes que Ubben había tendido con sutileza y precisión. Su plan avanzaba sin problemas, y las tímidas tartamudeos de la chica solo confirmaban lo bien que lo estaba haciendo. El bribón de blancos cabellos y tez morena sonrió con tímidamente, dejando escapar una leve risita ante las palabras de Akari cuando ella mencionó que su rostro no le resultaba familiar. Aquel comentario fue como una puerta abierta para él, una oportunidad perfecta que no pensaba desaprovechar. Con la precisión de un francotirador, disparó directo al corazón...
—Bueno... al menos yo, después de esto, dudo olvidar el tuyo— dijo Ubben, con un tono que parecía tímido mientras desviaba la mirada brevemente, girando el rostro hacia un lado en una simulación de vergüenza. Este gesto, aunque calculado, marcó de nuevo su cuello y mandíbula de manera seductora, antes de que lentamente volviera a mirar a Akari y retrocediera un paso. La chica, siempre comprensiva, afirmó que ambos estaban distraídos, lo cual era comprensible desde su perspectiva. Sin embargo, el peliblanco siempre estuvo consciente de cada uno de sus movimientos. La sonrisa que se dibujaba en su rostro era magnética, pero, para su sorpresa, fue rechazado cortésmente. Por un momento, pensó que el juego había terminado cuando Akari dijo que no necesitaba compañía, mencionando que todos en la isla la conocían. Sin embargo, una pausa pequeña le dio pie a una respuesta positiva que lo tomó por sorpresa, ya que había pocas cosas que Ubben respetara tanto como el consentimiento.
—Oh, entiendo, en ese caso... ¿tú me protegerás a mí?— bromeó el chico de blancos cabellos y ojos dorados antes de añadir. —Digo, todos te conocen, y yo soy un mero aparecido en la isla.— Ubben emprendió el camino junto a ella. Mientras caminaban, observaba atentamente sus expresiones, la forma de su rostro, sus facciones y cada detalle. Para un observador casual, podría parecer que estaba embelesado con ella, como si fuera un enamorado. Sin embargo, nada estaba más lejos de la realidad. El bribón de ojos dorados y blancos cabellos solo estaba analizando sus reacciones para saber exactamente qué decir en cada momento, para mantener el control de la situación.
—Señorita Akari, ¿mencionó vivir en una panadería, no?— preguntó curioso, clavando sus dorados luceros en la chica de oscuros cabellos y luego desviando la mirada hacia las finas y delicadas manos de la mujer. —Tus manos son tan finas y pulcras que jamás hubiese imaginado que fueran tu herramienta de trabajo.— Luego de decir esto, fingió pasmarse por un segundo, girando su rostro en la dirección opuesta a la chica como si estuviera avergonzado por el descarado elogio que había dejado escapar. El peliblanco llevó sus manos al rostro durante un segundo y disimuladamente frotó sus pómulos de nuevo para acentuar el falso rubor en los mismos.
—Lo siento, señorita. A veces me cuesta controlar mi lengua; se mueve más rápido de lo que pienso— dijo mientras volvía a mirarla. Las palabras eran calmadas y parecían sinceramente avergonzadas, pero el énfasis en su dificultad para controlar su lengua tenía un leve tinte lascivo, casi imperceptible, diseñado para implantar la idea de cómo se sentiría el suave tacto de su lengua contra la de ella, o mejor aún, contra su cuello. —¿No le pasa a usted que a veces le cuesta controlar su lengua, y habla sin pensarlo dos veces?— preguntó el peliblanco, manteniendo la falsa vergüenza en el rostro, intentando disimular aún más la insinuación que buscaba implantar.
Akari continuó hablando, mencionando que vivía en la isla. Mientras lo hacía, su rostro se enrojeció ligeramente al ajustarse la camisa, un movimiento que no fue más que una hábil artimaña del peliblanco para dirigir la atención de la joven hacia su cuello y mandíbula, destacando su perfil desde un ángulo ventajoso para él. Sin darse cuenta, Akari se estaba enredando en las redes que Ubben había tendido con sutileza y precisión. Su plan avanzaba sin problemas, y las tímidas tartamudeos de la chica solo confirmaban lo bien que lo estaba haciendo. El bribón de blancos cabellos y tez morena sonrió con tímidamente, dejando escapar una leve risita ante las palabras de Akari cuando ella mencionó que su rostro no le resultaba familiar. Aquel comentario fue como una puerta abierta para él, una oportunidad perfecta que no pensaba desaprovechar. Con la precisión de un francotirador, disparó directo al corazón...
—Bueno... al menos yo, después de esto, dudo olvidar el tuyo— dijo Ubben, con un tono que parecía tímido mientras desviaba la mirada brevemente, girando el rostro hacia un lado en una simulación de vergüenza. Este gesto, aunque calculado, marcó de nuevo su cuello y mandíbula de manera seductora, antes de que lentamente volviera a mirar a Akari y retrocediera un paso. La chica, siempre comprensiva, afirmó que ambos estaban distraídos, lo cual era comprensible desde su perspectiva. Sin embargo, el peliblanco siempre estuvo consciente de cada uno de sus movimientos. La sonrisa que se dibujaba en su rostro era magnética, pero, para su sorpresa, fue rechazado cortésmente. Por un momento, pensó que el juego había terminado cuando Akari dijo que no necesitaba compañía, mencionando que todos en la isla la conocían. Sin embargo, una pausa pequeña le dio pie a una respuesta positiva que lo tomó por sorpresa, ya que había pocas cosas que Ubben respetara tanto como el consentimiento.
—Oh, entiendo, en ese caso... ¿tú me protegerás a mí?— bromeó el chico de blancos cabellos y ojos dorados antes de añadir. —Digo, todos te conocen, y yo soy un mero aparecido en la isla.— Ubben emprendió el camino junto a ella. Mientras caminaban, observaba atentamente sus expresiones, la forma de su rostro, sus facciones y cada detalle. Para un observador casual, podría parecer que estaba embelesado con ella, como si fuera un enamorado. Sin embargo, nada estaba más lejos de la realidad. El bribón de ojos dorados y blancos cabellos solo estaba analizando sus reacciones para saber exactamente qué decir en cada momento, para mantener el control de la situación.
—Señorita Akari, ¿mencionó vivir en una panadería, no?— preguntó curioso, clavando sus dorados luceros en la chica de oscuros cabellos y luego desviando la mirada hacia las finas y delicadas manos de la mujer. —Tus manos son tan finas y pulcras que jamás hubiese imaginado que fueran tu herramienta de trabajo.— Luego de decir esto, fingió pasmarse por un segundo, girando su rostro en la dirección opuesta a la chica como si estuviera avergonzado por el descarado elogio que había dejado escapar. El peliblanco llevó sus manos al rostro durante un segundo y disimuladamente frotó sus pómulos de nuevo para acentuar el falso rubor en los mismos.
—Lo siento, señorita. A veces me cuesta controlar mi lengua; se mueve más rápido de lo que pienso— dijo mientras volvía a mirarla. Las palabras eran calmadas y parecían sinceramente avergonzadas, pero el énfasis en su dificultad para controlar su lengua tenía un leve tinte lascivo, casi imperceptible, diseñado para implantar la idea de cómo se sentiría el suave tacto de su lengua contra la de ella, o mejor aún, contra su cuello. —¿No le pasa a usted que a veces le cuesta controlar su lengua, y habla sin pensarlo dos veces?— preguntó el peliblanco, manteniendo la falsa vergüenza en el rostro, intentando disimular aún más la insinuación que buscaba implantar.