Byron
Hizashi
02-09-2024, 12:34 AM
En el campo de batalla, el olor de la sangre y acero pulido de las armas que blandían los combatientes, finalmente había hecho acto de presencia en su máximo esplendor. El polvo y el viento descontrolado provocado por los ataques de todos los allí presentes había muy difícil seguir la situación, aun con los asombrosos reflejos que Byron tenía, era una tarea imposible. Seguramente el único que pudiese seguir el ritmo de todas esas bélicas acciones era el propio Norfeo, siguiendo cada uno de los movimientos que aquellos sectarios hombres, desde la habitación a la que antes el mismo caballero de pelo violeta había asistido. Con sus aires de grandeza y superioridad, sonriente sentado en su onírico trono forjado a partir de las brumas que había en aquella estancia. Podía imaginarlo con aquel semblante macabro que le había mostrado momentos antes de morir, con su peculiar sonrisa de oreja a oreja, y comentando con su tenue y calmada voz las jugadas que acontecían en lo que para él, era un campo de juegos.
Byron, siendo totalmente incapaz de seguir la situación, empuñaba su espada contra la cortina de polvo que los arropaba, a él, a la rubia, al curioso pato que apareció de forma sorpresiva, y sobre todo a su contrincante, el rubio portador de una naginata. Desde una situación que el muchacho consiguió averiguar concentrándose y afinando su oído, salieron las palabras de la rubia, las cuales provocaron una fuerte carcajada en el Solarian, pues a pesar de la situación, seguían cargadas del humor que la caracterizaban al hacerle saber que, para ver los pechos de la hermosa sirena tenía que ganárselos.
- Como si no lo hubiese hecho ya dándole la canica que me pidió por enseñarme las aureolas...- Murmuró mientras se ajustaba el pelo pasando la mano por este desde la frente hasta la nuca, colocando su despeinado flequillo.
Frente a él, la figura del enemigo, imponente alzando su arma con fines bélicos para atacar a través de esa cortinilla, por suerte no era tan densa como para ocultarse tras ella, si alguien fuese a cruzarla sería visto de forma clara. Sin dejarse amedrentar por su imponente porte, Byron sonrió, era lento, por lo menos más que él, podía anteponerse a sus movimientos con soltura, pero, ¿no sería más cool humillarlo derribándolo con una técnica propia?
Convencido de su superioridad, el chico agarró con fuerza su espada y adoptó una posición ofensiva, esperando el momento justo. Esperó, con su espada en punta hacia el cuerpo que se cernía sobre él, podía ver la distancia que los separaba guiada por un pequeño hilo iluminado por el sol, formado por su mente, pues realmente ahí no había nada, era su mente simbolizándole el momento justo, cuando este se tensase sería el momento de contraatacar. Siguió esperando el momento justo, a medida que él más se acercaba, él cargaba su fuerza en sus entrenadas fuerzas, agachándose un poco, listo para dar una poderosa zancada hacia su contrincante, y extendía su mano sobrante, la derecha hacía él, utilizándola como si de una mira se tratase, para apuntar el lugar del impacto.
Cuando la naginata de Atlas cortó el polvo con su poderoso movimiento, el hilo imaginario que los unía se tensó, y Byron, con una convicción extrema se lanzó a la ofensiva.
Su espada golpeó el filo del arma que se acercaba peligrosamente hacia él, repeliéndola, casi mandándola a volar, y siguió su camino hacia el pecho del enemigo, clavando rápidamente el filo sobre el pecho de este, y saliendo este empujado por el impacto unos metros. Dejó salir con su movimiento un chorro de densa y granate sangre que acompañaban la retirada de espada del muchacho, dejando la hoja y el suelo que los separaba impregnada de esta. Un fugaz gesto de brazo le bastó para limpiar su espada, dejando la sangre que en ella se encontraba, bañando el suelo, formando un pequeño arco sangriento en este.
- Se acabó.- Murmuró guardando esta en su vaina, dando por hecha la muerte de aquel honorable hombre, que no tuvo miedo a verse superado luchando con tres personas a la vez. Esto provocó que el chico juntase las palmas de sus manos y cerrase los ojos, ofreciendo un tímido rezo por el alma de aquel hombre.
Abrió los ojos en cuanto escuchó las palabras del mestizo pelirrojo, adentrándose en aquel pequeño combate, nadie le había invitado, y el pobre contrincante poco más podría hacer si es que seguía vivo. Lo que vieron sus ojos le provocaron un fuerte revuelco en el estómago, aquel hombre levantándose con su espíritu de pelea intacto, decidido a dar más batalla con un gesto provocador en el rostro, fue literalmente aplastado por el ataque del medio Gyojin. La extraña ondas de choque acuática que lanzó el chico de pelo puntiagudo, lo arroyó, estampándolo con violencia contra el suelo, cayendo finalmente en combate. Pudo ver como los ojos de aquel noble ser se tornaban blancos, como su vida escapada del cuerpo al no poder aguantar más, definitivamente aquel hombre se había ganado sus respetos.
- No puedo negar que me dé asco la gente como tu colmillitos... No era necesario, le has arrebatado hasta el tener una muerte digna... Aunque siendo sincero, yo tampoco soy el indicado para darte este sermón.- Dijo seriamente.
Su alegato se vio interrumpido al escuchar en su mente las palabras de Norfeo. Deshaciéndose en halagos por la ardua batalla que todos había librado, Byron pudo notar la hipocresía que cargaban aquellas frases, pues ya había sido engañado, y en un inicio Norfeo también se deleitaba con la mera existencia del muchacho, para luego descubrir sus despiadadas mentiras, para él no éramos más que un juego con el que matar el rato, con el que distraerse de su anecdótica vida sin valor. Byron deseaba encontrarse con él fuera de este mundo, para así ver el verdadero rostro del patético ser que lo había humillado.
Ahí estaba, no tardó mucho en hacer presencia, la verdadera naturaleza de aquel falso dios. Instando a los fieles que había prometido la gloria a luchar entre ellos, había forjado una "bonita amistad" dándolos la necesidad de unirse, para luego arrebatársela de la forma más cruel que se podía imaginar. Byron chasqueó la lengua cabizbajo, en desacuerdo con el objetivo ofrecido. No podía considerar amigos a aquellos humanos, pero tampoco tenía fuerzas para luchar contra ellos vilmente, y mucho menos si eso significaba complacer al diablo vestido con galas de dios.
Solo se le ocurría una forma de salir de esta, miró por última vez a los presentes, viendo como todos escuchaban las palabras de aquel dios, atónitos ante la propuesta. Sonrió por un momento, al menos no estaban cegados hasta tal punto. Observó a cada uno de ellos por última vez, sus caras, sus gestos, empapándose de esas expresiones en sus últimos momentos, para darle el convencimiento y voluntad a aquel chico bendecido por el Sol, y así forzarlo a despertar con su último movimiento.
Con un gesto tranquilo volvió a desenfundar su espada, miró su rostro reflejado en el brillante acero que el arma tenía. Él lo veía en sus propios ojos, esa determinación ahora inquebrantable, podía ver el fuego solar en sus pupilas, dándole fuerza y ánimos, esta sería la última vez que moriría y escaparía de las frías garras de aquella deidad. Solo teniendo a Airgid cerca, por lo menos si contaba a las personas que él de alguna manera apreciaba, la miró decidido, y con una sonrisa sincera la dijo.
- Me niego a seguir con esto... Si nos encontramos en el mundo real, tú y la morena me debéis un trío.
Llevó el filo de su espada a la garganta, un pequeño momento de duda lo hizo sudar, pero él ya estaba decidido, daba igual cuantas dudas aflorasen en su mente, él iba a clavar su preciada arma en su cuello. Un profundo suspiro inundó sus pulmones antes del acto, y con un decidido movimiento, clavó su arma en su gaznate.
Su mirada se perdió, y su vista se ennegreció, lentamente, como cuando quedas poco a poco dormido.
FIN DE MI ROL.
Byron, siendo totalmente incapaz de seguir la situación, empuñaba su espada contra la cortina de polvo que los arropaba, a él, a la rubia, al curioso pato que apareció de forma sorpresiva, y sobre todo a su contrincante, el rubio portador de una naginata. Desde una situación que el muchacho consiguió averiguar concentrándose y afinando su oído, salieron las palabras de la rubia, las cuales provocaron una fuerte carcajada en el Solarian, pues a pesar de la situación, seguían cargadas del humor que la caracterizaban al hacerle saber que, para ver los pechos de la hermosa sirena tenía que ganárselos.
- Como si no lo hubiese hecho ya dándole la canica que me pidió por enseñarme las aureolas...- Murmuró mientras se ajustaba el pelo pasando la mano por este desde la frente hasta la nuca, colocando su despeinado flequillo.
Frente a él, la figura del enemigo, imponente alzando su arma con fines bélicos para atacar a través de esa cortinilla, por suerte no era tan densa como para ocultarse tras ella, si alguien fuese a cruzarla sería visto de forma clara. Sin dejarse amedrentar por su imponente porte, Byron sonrió, era lento, por lo menos más que él, podía anteponerse a sus movimientos con soltura, pero, ¿no sería más cool humillarlo derribándolo con una técnica propia?
Convencido de su superioridad, el chico agarró con fuerza su espada y adoptó una posición ofensiva, esperando el momento justo. Esperó, con su espada en punta hacia el cuerpo que se cernía sobre él, podía ver la distancia que los separaba guiada por un pequeño hilo iluminado por el sol, formado por su mente, pues realmente ahí no había nada, era su mente simbolizándole el momento justo, cuando este se tensase sería el momento de contraatacar. Siguió esperando el momento justo, a medida que él más se acercaba, él cargaba su fuerza en sus entrenadas fuerzas, agachándose un poco, listo para dar una poderosa zancada hacia su contrincante, y extendía su mano sobrante, la derecha hacía él, utilizándola como si de una mira se tratase, para apuntar el lugar del impacto.
Cuando la naginata de Atlas cortó el polvo con su poderoso movimiento, el hilo imaginario que los unía se tensó, y Byron, con una convicción extrema se lanzó a la ofensiva.
ESP201
ESPADACHíN
Ofensiva Activa
Tier 2
No Aprendida
33
1
Una estocada que el usuario realiza al mismo tiempo que realiza en un solo paso un [Dash] de hasta 8 metros en los que busca ensartar a todo lo que encuentre a su paso con la punta de su arma, llevando consigo a su víctima con un [Empuje] en caso de conectar hasta el final del recorrido del Dash.
Golpe Basico + [FUEx2,2] de [Daño perforante]
Su espada golpeó el filo del arma que se acercaba peligrosamente hacia él, repeliéndola, casi mandándola a volar, y siguió su camino hacia el pecho del enemigo, clavando rápidamente el filo sobre el pecho de este, y saliendo este empujado por el impacto unos metros. Dejó salir con su movimiento un chorro de densa y granate sangre que acompañaban la retirada de espada del muchacho, dejando la hoja y el suelo que los separaba impregnada de esta. Un fugaz gesto de brazo le bastó para limpiar su espada, dejando la sangre que en ella se encontraba, bañando el suelo, formando un pequeño arco sangriento en este.
- Se acabó.- Murmuró guardando esta en su vaina, dando por hecha la muerte de aquel honorable hombre, que no tuvo miedo a verse superado luchando con tres personas a la vez. Esto provocó que el chico juntase las palmas de sus manos y cerrase los ojos, ofreciendo un tímido rezo por el alma de aquel hombre.
Abrió los ojos en cuanto escuchó las palabras del mestizo pelirrojo, adentrándose en aquel pequeño combate, nadie le había invitado, y el pobre contrincante poco más podría hacer si es que seguía vivo. Lo que vieron sus ojos le provocaron un fuerte revuelco en el estómago, aquel hombre levantándose con su espíritu de pelea intacto, decidido a dar más batalla con un gesto provocador en el rostro, fue literalmente aplastado por el ataque del medio Gyojin. La extraña ondas de choque acuática que lanzó el chico de pelo puntiagudo, lo arroyó, estampándolo con violencia contra el suelo, cayendo finalmente en combate. Pudo ver como los ojos de aquel noble ser se tornaban blancos, como su vida escapada del cuerpo al no poder aguantar más, definitivamente aquel hombre se había ganado sus respetos.
- No puedo negar que me dé asco la gente como tu colmillitos... No era necesario, le has arrebatado hasta el tener una muerte digna... Aunque siendo sincero, yo tampoco soy el indicado para darte este sermón.- Dijo seriamente.
Su alegato se vio interrumpido al escuchar en su mente las palabras de Norfeo. Deshaciéndose en halagos por la ardua batalla que todos había librado, Byron pudo notar la hipocresía que cargaban aquellas frases, pues ya había sido engañado, y en un inicio Norfeo también se deleitaba con la mera existencia del muchacho, para luego descubrir sus despiadadas mentiras, para él no éramos más que un juego con el que matar el rato, con el que distraerse de su anecdótica vida sin valor. Byron deseaba encontrarse con él fuera de este mundo, para así ver el verdadero rostro del patético ser que lo había humillado.
Ahí estaba, no tardó mucho en hacer presencia, la verdadera naturaleza de aquel falso dios. Instando a los fieles que había prometido la gloria a luchar entre ellos, había forjado una "bonita amistad" dándolos la necesidad de unirse, para luego arrebatársela de la forma más cruel que se podía imaginar. Byron chasqueó la lengua cabizbajo, en desacuerdo con el objetivo ofrecido. No podía considerar amigos a aquellos humanos, pero tampoco tenía fuerzas para luchar contra ellos vilmente, y mucho menos si eso significaba complacer al diablo vestido con galas de dios.
Solo se le ocurría una forma de salir de esta, miró por última vez a los presentes, viendo como todos escuchaban las palabras de aquel dios, atónitos ante la propuesta. Sonrió por un momento, al menos no estaban cegados hasta tal punto. Observó a cada uno de ellos por última vez, sus caras, sus gestos, empapándose de esas expresiones en sus últimos momentos, para darle el convencimiento y voluntad a aquel chico bendecido por el Sol, y así forzarlo a despertar con su último movimiento.
Con un gesto tranquilo volvió a desenfundar su espada, miró su rostro reflejado en el brillante acero que el arma tenía. Él lo veía en sus propios ojos, esa determinación ahora inquebrantable, podía ver el fuego solar en sus pupilas, dándole fuerza y ánimos, esta sería la última vez que moriría y escaparía de las frías garras de aquella deidad. Solo teniendo a Airgid cerca, por lo menos si contaba a las personas que él de alguna manera apreciaba, la miró decidido, y con una sonrisa sincera la dijo.
- Me niego a seguir con esto... Si nos encontramos en el mundo real, tú y la morena me debéis un trío.
Llevó el filo de su espada a la garganta, un pequeño momento de duda lo hizo sudar, pero él ya estaba decidido, daba igual cuantas dudas aflorasen en su mente, él iba a clavar su preciada arma en su cuello. Un profundo suspiro inundó sus pulmones antes del acto, y con un decidido movimiento, clavó su arma en su gaznate.
Su mirada se perdió, y su vista se ennegreció, lentamente, como cuando quedas poco a poco dormido.
FIN DE MI ROL.