Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[B-Pasado] [ Muken vs Samaka] Un Aviso en el Diario.
Muken
Veritas
AVISO


Muken sentía que cada inhalación era una lucha. Sus pulmones, como fuelles oxidados, luchaban por expandirse. La opresión en el pecho se intensificaba con cada latido frenético de su corazón. Era como si una manada de caballos salvajes galopara dentro de su tórax, sacudiendo sus costillas como si fueran jaulas. La moneda, una vez un simple objeto metálico, ahora era el centro de su universo. Girando y girando, desafiando la gravedad, parecía burlarse de su angustia. Con cada vuelta, se aferraba a la esperanza de que pudiera detenerse, que la incertidumbre que representaba se disipara. Pero la moneda seguía girando, un recordatorio constante de lo precaria que era su situación. Recordó las palabras de su abuelo: -Todo lo que vuela tarde o temprano tiene que caer-

El cronómetro marcaba 1.33 segundos. Un instante eterno para Muken, quien, con la precisión de un cirujano, encajó la culata del Winchester en su hombro. Su ojo, entrenado para la caza, se posó en la silueta de su adversario. Dos disparos rápidos y certeros, como latigazos, se dirigieron a las piernas. Seguidamente, un par más, con la misma precisión, impactaron en el centro del pecho. Y para rematar, un disparo certero a la cabeza. Las balas de goma, diseñadas para incapacitar sin causar daño permanente, zumbaron en el aire, perforando el blanco con un sonido sordo. Muken había ejecutado la secuencia con una eficiencia mecánica, cada movimiento calculado y preciso.

Con la fluidez de un bailarín, Muken cambió el pesado Winchester por la esbelta Sebastián. El rifle de largo alcance cedió su lugar a la escopeta, un arma diseñada para distancias medias, pero que en sus manos se convertía en una extensión de su cuerpo. Saltando hacia adelante, zigzagueando como una serpiente, esquivó hábilmente cualquier posible contraataque. La arena crujió bajo sus botas mientras se desplazaba, dejando una estela de polvo a su paso. Con cada salto, acortaba la distancia que lo separaba de su adversario. Cuando estuvo a tiro, encajó la culata de la escopeta en su hombro y disparó dos veces. Los cartuchos de perdigones de sal estallaron contra el cuerpo del oponente, una lluvia de cristales que lo obligó a retroceder.

Con un movimiento fluido y casi mecánico, Muken abandonó la Sebastián, dejando que la escopeta cayera a un lado. Sus dedos, rápidos como rayos, se aferraron a las empuñaduras de las hermanas Violet, dos pequeñas pistolas gemelas que descansaban en sus muslos. Estirando los brazos, alineó cuidadosamente las miras, convirtiendo su cuerpo en una extensión de las armas. Doce disparos salieron disparados en una rápida sucesión, una lluvia de balas convergiendo en un único punto: el pecho de su adversario.

Un intenso calor le abrasó las manos, como si las hubiera sumergido en aceite hirviendo. El dolor era tan agudo que un grito ahogado escapó de sus labios. Las hermanas Violet, ahora inservibles, cayeron al suelo con un tintineo metálico. La respiración de Muken se convirtió en un jadeo convulso, su pecho subía y bajaba con violencia. Su respiración era un soplo irregular, como un fuelle desgastado. Con voz débil, pero firme, invocó el estilo Veritas. La técnica, exigente y compleja, requería una fuerza y una resistencia que aún no había desarrollado por completo. Sus músculos se contrajeron, tensándose hasta el límite, y luego se relajaron con un temblor incontrolable. Cayó de rodillas, agotado pero satisfecho.

Muken se arrastró por el suelo polvoriento, dejando un rastro de sangre que contrastaba con la pálida luz del atardecer. Su cuerpo, adolorido y exhausto, le recordaba con cada latido la intensidad de la batalla. Alcanzó a ver a su compañero, tendido en el suelo, su respiración débil y entrecortada. Un escalofrío recorrió su espalda. La imagen de su amigo, pálido y vulnerable, era una puñalada en su corazón. -Carajos creo que lo mate. – pensó el joven tirador preocupado por la situación del anciano. Se arrodilló a su lado, apoyando la cabeza en sus rodillas. Observó con horror las heridas de su compañero: un corte profundo en el brazo, una mancha oscura ensangrentando su camisa en el pecho. El miedo se apoderó de él, un miedo frío y paralizante. -¿Podría salvarlo? ¿abre llegado demasiado tarde? - Recordó las palabras de su Abuelo: "Un guerrero no solo lucha, sino que también protege". Y en ese momento, comprendió el verdadero significado de esas palabras. No podía permitirse el lujo de rendirse. Tenía que hacer algo, por lo que empezó a gritar ayuda, esperando que algún encargado escuchara sus suplicas.

El eco de los disparos aún resonaba en el gimnasio, pero Muken solo podía oír el latido frenético de su corazón. Junto a él, el anciano yacía inmóvil, su rostro pálido y su respiración superficial. Un sudor frío le empapó la espalda. Había ido demasiado lejos. El encargado, un hombre corpulento con una mirada severa, irrumpió en la escena. Su rostro se endureció al ver al anciano en ese estado. Sin perder un segundo, se arrodilló y examinó las heridas del hombre. Muken observaba, paralizado por el miedo y la culpa.

—¡Maldita sea! —exclamó el encargado, su voz resonando en el espacio vacío. Con movimientos rápidos y precisos, empezó a atender al anciano. Muken quiso acercarse, pero el encargado lo detuvo con un gesto.
—Tú, aléjate —gruñó, sin apartar la vista del herido.

Muken se sintió pequeño e insignificante. Había puesto en peligro la vida de alguien. ¿Y todo por qué? Por un simple entrenamiento. Las horas pasaron y para la suerte del joven todo había salido bien, el anciano se llegó a levantar como si nada y se retiró del lugar, mientras que el joven tirador fue regañado por el duelo del establecimiento.
#4


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RE: [B-Pasado] [ Muken vs Samaka] Un Aviso en el Diario. - por Muken - 02-09-2024, 04:47 AM

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