Octojin
El terror blanco
02-09-2024, 09:16 AM
(Última modificación: 02-09-2024, 12:04 PM por Octojin.)
Verano, día 26. 724
Habían sido días muy complicados para el tiburón, que nadaba en un mar incierto, repleto de dudas y malos pensamientos. Los encuentros con Camille y Atlas le habían impulsado a hacer algo que realmente no se había planteado nunca: Alistarse en la marina. Pero lo cierto es que tenía sentido. Si quería cumplir todo lo que tenía en mente, era un camino viable y casi necesario. Pero sus ideas eran demasiado ambiciosas, al menos para una única persona. Se había dedicado toda su vida a hacer las cosas por sí solo, a lidiar con el dolor del mundo en solitario. Pero quizá, si se rodease de gente que, directa o indirectamente, le tendiese un cable, podría llegar a ello de una manera más rápida y sencilla. Aunque en cierto modo, el llegar o no era secundario. Con intentarlo y poder cambiar algunas cosas, todo tendría sentido.Octojin se encontraba en la base de la Marina mientras sus enormes pies golpeaban el suelo con cada paso cauteloso que daba. Era su primer día, y a pesar de la determinación que lo había llevado hasta allí, el nerviosismo era palpable. Sus escamas relucían bajo la luz artificial de la base, destacando aún más en el uniforme mal ajustado que le habían proporcionado; una prenda que colgaba de su cuerpo imponente como una cortina mal colgada, destinada originalmente para un gigante, y ofrecida temporalmente al gyojin. El ahora marine, se sentía como el niño que hace la comunión con el traje de su hermano. Y no porque fuera de segunda mano, que también, sino porque le sobraba tela por casi todos los rincones. Las mangas caían hasta cubrir su mano casi entera, la chaqueta le caía hasta casi las rodillas, y los pantalones quizá era lo que mejor le quedaba, ya que uno de los sastres había doblado el bajo de tal manera que parecían tener simplemente una o dos tallas más.
A su alrededor, las miradas curiosas de los marines se entremezclaban con expresiones de sorpresa y, en algunos casos, de recelo, puede que por su raza o por su extravagante outfit. Octojin intentaba no prestar atención, concentrándose en las instrucciones que le habían dado durante el tour por las instalaciones. Le habían mostrado el comedor, el salón de entrenamiento, las áreas de estrategia, pero aún no le habían asignado un sitio donde dormir.
El sastre de la base, un hombre pequeño y nervioso, había tomado sus medidas con una cinta métrica que parecía demasiado corta para la tarea. Con una sonrisa tensa, había prometido que trabajarían rápidamente para confeccionar un traje a su medida. "Un desafío interesante", había comentado antes de regresar a su taller, lleno de telas y patrones dispersos.
Sentado en un banco de metal, esperaba la llegada de sus compañeros. Atlas y Camille, quienes serían las únicas caras amigas en un mar de desconocidos, eran su esperanza de sentirse parte de algo más grande. Recordaba la sonrisa fácil de Atlas y la mirada comprensiva de Camille, y deseaba volver a encontrarse con ellos. La base era un hervidero de actividad, pero en ese momento, Octojin se sentía extrañamente aislado, como un pez fuera del agua.
Miró a su alrededor, tratando de familiarizarse con los rostros que pasaban. Algunos evitaban su mirada, mientras que otros observaban con una curiosidad que rozaba la intrusión. A pesar de todo, Octojin sabía que debía superar ese día. Era el primer paso en un viaje que había elegido, motivado por el deseo de cerrar la brecha entre su gente y la superficie, de encontrar un propósito más allá de las batallas y conflictos que había conocido hasta entonces.
Mientras reflexionaba sobre su nueva vida en la Marina, una voz familiar lo sacó de sus pensamientos. Era uno de los instructores, que andaba repartiendo periódicos a los grupos de marines que había por allí. El humano se acercó al tiburón y le explicó cómo funcionaba aquello. Los periódicos cumplían su misión de informar a los ciudadanos, incluso de entretenerles en algunas secciones de él. Pero lo importante y el motivo por el que se distribuían en la marina era por otro distinto. Usualmente, estos periódicos iban acompañados de unos famosos "Wanteds". Estos cartelitos, no eran otra cosa que un aviso sobre los criminales más buscados de la zona, y un precio por su captura o por su cabeza. Y en la marina debían obligarse a conocerles, ya que tarde o temprano, se toparían con ellos. El gyojin asintió, intentando memorizar la cara de aquellos tipos, pero sin poder conocer ni sus nombres completos ni la cifra sobre su cabeza. No saber leer a veces traía algunos problemas, pero nada que no pudiera preguntar. Al menos disimuladamente.