Atlas
Nowhere | Fénix
02-09-2024, 08:12 PM
—¡Que no, que está vez es de verdad! —exclamaba una y otra vez mientras corría como alma que lleva el diablo por los pasillos del área de barracones del G-31—. ¡Puede preguntárselo a la capitana Montpellier si quiere, señor! —añadí mientras, aferrándome con la mano izquierda a una papelera bien anclada a la pared, giraba de forma brusca en esa misma dirección.
¿Que de quién huía? Pues del de siempre, ¿de quién iba a ser si no? Ese maldito Shawn me había visto fuera del área de instrucción a horas inapropiadas y había asumido —algo que, por otro lado, era comprensible— que una vez más estaba intentando desaparecer para librarme de mis tareas. Y es que, sin que sirviera de precedente, en aquella ocasión no era así. Que nada más y nada menos que un gyojin se hubiese alistado era toda una anomalía, algo sin precedentes en la historia del cuerpo. A alguno de los jefazos se le debía haber encendido una bombilla —tal vez a la capitana Montpellier, que era de las pocas que usaban los hombros para sostener algo además de la capa— y habían considerado importante que el ser abisal se sintiese lo más cómodo posible.
¿De quién era ese encargo? De un grupo de marines de bajo rango que, por más que le pesase a ese maldito de Shawn, no habían tardado en dejar atrás a sus compañeros de promoción: nosotros. Bien fuese por eso o bien porque todos nosotros éramos personas bastante peculiares, nos habían designado como el escuadrón de bienvenida. El hecho de que, tal y como nos habían comentado de pasada, por casualidades de la vida —quizás no tan casuales— Camille y yo ya conociéramos a Octojin tenía también mucho que ver con la decisión, por supuesto.
Fuera como fuese, pensando Shawn que me había pillado una vez más con las manos en la masa, había iniciado una nueva persecución. Por más que se lo intentase explicar a voz en grito el tipo no parecía atenerse a razones. Detenerme para explicárselo con calma, por otro lado, estaba completamente descartado. Eso lo único que me aseguraba era un soberano bofetón en cuanto me diese alcance. Luego me escucharía o no, pero el sopapo estaba garantizado.
—¡Hay un recluta nuevo, un gyojin! —Inconscientemente iba dejando atrás la zona de los barracones para dirigirme al patio de armas, al aire libre—. ¡Le conocí antes de que se alistase y nos han pedido a unos cuantos que le demos la bienvenida, en serio!
No fue hasta que la claridad del día y el aire fresco golpearon mi rostro que encontré la que esperaba fuese mi salvación. Di al patio de armas por una pasarela superior que comunicaba los barracones con un acceso a la armería. Seguramente si se tratase de alguien al uso no habría podido identificarle con tanta facilidad, pero distinguir un tiburón enorme en tierra firme era extremadamente fácil, sobre todo si a su alrededor sólo había personas.
No me lo pensé. Salté por encima de la baranda y caí en picado los aproximadamente cinco metros que separaban la pasarela del suelo. Aterricé comí pude, rodando sobre mí mismo y continuando a la desesperada una huida que por una vez no tendría que estar realizando. Pero no podía detenerme. El retumbar del suelo a mis espaldas me confirmó que Shawn no se lo había pensado y se había lanzado detrás de mí. Había visto perros de presa menos obstinados que él, eso seguro.
No obstante, pude alcanzar a Octojin antes de que llegase hasta a mí. Ray, quien ya estaba allí, estaba acostumbrado a presenciar algún episodio así, pero tal vez el tiburón no tanto. Me escondí detrás de su pierna casi de forma inconsciente, señalando a Ray al tiempo que volvía a dirigirme a nuestro superior:
—¿Ve? Raymond también está. —Él era mucho menos sospechoso que yo de ejercer el arte del escaqueo—. Éste es el nuevo, señor, y nos han encargado que le recibamos. Camille, Taka y Masao tienen que estar a punto de llegar. Espere y verá —añadí, esperando que efectivamente apareciesen y, sumados a Ray y el tiburón, completasen la verosimilitud de mi explicación.
¿Que de quién huía? Pues del de siempre, ¿de quién iba a ser si no? Ese maldito Shawn me había visto fuera del área de instrucción a horas inapropiadas y había asumido —algo que, por otro lado, era comprensible— que una vez más estaba intentando desaparecer para librarme de mis tareas. Y es que, sin que sirviera de precedente, en aquella ocasión no era así. Que nada más y nada menos que un gyojin se hubiese alistado era toda una anomalía, algo sin precedentes en la historia del cuerpo. A alguno de los jefazos se le debía haber encendido una bombilla —tal vez a la capitana Montpellier, que era de las pocas que usaban los hombros para sostener algo además de la capa— y habían considerado importante que el ser abisal se sintiese lo más cómodo posible.
¿De quién era ese encargo? De un grupo de marines de bajo rango que, por más que le pesase a ese maldito de Shawn, no habían tardado en dejar atrás a sus compañeros de promoción: nosotros. Bien fuese por eso o bien porque todos nosotros éramos personas bastante peculiares, nos habían designado como el escuadrón de bienvenida. El hecho de que, tal y como nos habían comentado de pasada, por casualidades de la vida —quizás no tan casuales— Camille y yo ya conociéramos a Octojin tenía también mucho que ver con la decisión, por supuesto.
Fuera como fuese, pensando Shawn que me había pillado una vez más con las manos en la masa, había iniciado una nueva persecución. Por más que se lo intentase explicar a voz en grito el tipo no parecía atenerse a razones. Detenerme para explicárselo con calma, por otro lado, estaba completamente descartado. Eso lo único que me aseguraba era un soberano bofetón en cuanto me diese alcance. Luego me escucharía o no, pero el sopapo estaba garantizado.
—¡Hay un recluta nuevo, un gyojin! —Inconscientemente iba dejando atrás la zona de los barracones para dirigirme al patio de armas, al aire libre—. ¡Le conocí antes de que se alistase y nos han pedido a unos cuantos que le demos la bienvenida, en serio!
No fue hasta que la claridad del día y el aire fresco golpearon mi rostro que encontré la que esperaba fuese mi salvación. Di al patio de armas por una pasarela superior que comunicaba los barracones con un acceso a la armería. Seguramente si se tratase de alguien al uso no habría podido identificarle con tanta facilidad, pero distinguir un tiburón enorme en tierra firme era extremadamente fácil, sobre todo si a su alrededor sólo había personas.
No me lo pensé. Salté por encima de la baranda y caí en picado los aproximadamente cinco metros que separaban la pasarela del suelo. Aterricé comí pude, rodando sobre mí mismo y continuando a la desesperada una huida que por una vez no tendría que estar realizando. Pero no podía detenerme. El retumbar del suelo a mis espaldas me confirmó que Shawn no se lo había pensado y se había lanzado detrás de mí. Había visto perros de presa menos obstinados que él, eso seguro.
No obstante, pude alcanzar a Octojin antes de que llegase hasta a mí. Ray, quien ya estaba allí, estaba acostumbrado a presenciar algún episodio así, pero tal vez el tiburón no tanto. Me escondí detrás de su pierna casi de forma inconsciente, señalando a Ray al tiempo que volvía a dirigirme a nuestro superior:
—¿Ve? Raymond también está. —Él era mucho menos sospechoso que yo de ejercer el arte del escaqueo—. Éste es el nuevo, señor, y nos han encargado que le recibamos. Camille, Taka y Masao tienen que estar a punto de llegar. Espere y verá —añadí, esperando que efectivamente apareciesen y, sumados a Ray y el tiburón, completasen la verosimilitud de mi explicación.