Jun Gunslinger
Nagaredama
02-09-2024, 09:40 PM
(Última modificación: 02-09-2024, 09:43 PM por Jun Gunslinger.)
Aunque la pregunta de Jun no estaba intencionada hacia Drake, él sería el primero en tomar la iniciativa y responder. La joven deslizó el púrpura de su mirada para fijarse de refilón en el emisor, antes de volver a acomodarse con el cuerpo perpendicular a la silla. Lo escuchó hablar brevemente sobre su vida y experiencias pasadas, las cuales le mostraron un reflejo borroso de su propia vivencia.
Observó atenta como el muchacho vaciaba su vaso y lo dejaba en la mesa, boca abajo, antes de retirar una moneda más de la pila. Sonrió ante sus palabras; Drake era un constructor de barcos.
La moneda giró en el aire, mostrando su anverso y reverso, hasta que regresó a manos del gigante. Había salido cruz, o al menos eso fue lo que él dijo a los demás. Pero Jun llegó a notar el pequeño desliz que revelaría su truco y, al darse cuenta, no pudo evitar que sus labios se curvaran. Camufló la risa detrás de un resoplido, y desvió la mirada. Probablemente ni Lance ni Byron se percataron de lo que Drake acababa de hacer; mas ella no diría nada al respecto.
—Parece que aquí hay alguien que sabe cómo hacer que la suerte juegue a su favor —pensó, estirando su cuerpo hacia adelante para apoyar un codo en la mesa y recargar en la mano su mentón—. ¿O será, en realidad, que solo te gusta que otros piensen que no la tienes, Drake?
No podía evitar sentir una especie de fascinación por ese hombre que ante una buena propuesta parecía tan decidido a quedarse atrás y, al mismo tiempo, tan tentado por algo más grande.
Mientras escuchaba el resto de la conversación, los dedos de su diestra tamborilearon sobre la madera con un ritmo constante, inquieto, y su pierna se movió con impaciencia, como si tuviera un resorte en el cuerpo. Lance intercambió algunas palabras con Drake y luego respondió con una negativa a la pregunta de Jun, respecto al barco. No tenía uno, pero en el uso de sus palabras dejaba entrever que contaba con un plan para conseguirlo pronto. Dijo disponer de un navegante -a chequear, aunque no era un dato menor-, y hasta se atrevió a anunciar una fecha estimada para zarpar.
Jun chasqueó los dientes. Daba igual lo que pudiera decir; si no había barco, entonces no había nada.
La taberna zumbaba animada con el ruido de las voces y las risas, el tintineo de los cristales y el crujir de las tablas bajo los pies de los clientes. Lance pidió otra ronda de bebidas antes de lanzar una nueva cuestión sobre la mesa, que al llegar a oídos de Jun la haría endurecer la expresión, frunciendo el ceño, mientras bebía de su vaso. ¿Qué clase de pregunta era esa? Por su sueño lo daría todo, por poco que tuviera... aunque había ciertas cosas que no estaba dispuesta a negociar.
—Mi vida no la daría por nadie... pero renunciaría a cualquier cosa con tal de conservar el mayor de los tesoros, que es mi libertad —contestó sinceramente, sin tener que demorarse demasiado en elaborar la respuesta—. Espero tengan suerte con sus aventuras. Si no hay barco, a mi de nada me sirven las propuestas —resolvió, deslizando la mirada entre Lance y Byron—. Podemos volver a hablar cuando tengan uno... o cuando lo construyas —finalizaría posando sus ojos amatista sobre Drake y esbozando, solo para él, una pequeña sonrisa.
La joven se bebió en seco lo que quedaba de cerveza, y soltó un suspiro refrescante y placentero mientras posaba el vaso en la mesa. Ya había pagado su deuda, bebido su cervecita, y realmente no tenía nada más que hacer allí. La silla se arrastró hacia atrás, chirreando sin cuidado, mas la Hafugyo se detuvo justo antes de ponerse en pie. Su mente giraba con ideas locas, como siempre, pero esta vez se había quedado anclado en ella un interés genuino en esa facha de “no tengo sueños ni pertenezco a ningún sitio” de Drake. Un poco lo entendía, pero no del todo. Ya había demostrado que ella era más de saltar primero y preguntar después, de lanzar una granada y ver qué pasaba.
Y como no se aguantó, eso fue precisamente lo que hizo antes de retirarse.
—¿Sabes? —dijo, girando el cuerpo hacia él y dedicándole una mirada desafiante, mientras Byron le respondía a Lance y de sus palabras comenzaba a nacer una rivalidad incipiente—. Todo este rollo de “no me importan las aventuras, no busco sueños grandiosos, el viaje no es lo mío, bla bla bla” suena a que te has contado esa historia tantas veces que casi te la crees. Pero yo no me la trago. Después de todo, acabas de apostar tu futuro a una moneda, como si en el fondo quisieras que alguien te dé un empujón.
¡Qué atrevimiento! Hablarle así a un muchacho que acababa de conocer, del que poco o nada sabía y que hasta entonces no había hecho más que tener buenos gestos hacia ella. Pero Jun era así; le gustaba pinchar a las personas, medirlas, calibrarlas, provocar una reacción. No se contentaba con tantear la superficie; quería ver que había debajo, y sabía -no, estaba segura- de que Drake Longspan guardaba mucho más detrás de esa mirada cansada y su actitud gentil y desinteresada. Construir cosas para los demás y observar desde la distancia cómo otros se lanzan a la aventura.... ah, si sabía de eso. ¡Y qué aburrido es ser la persona que siempre espera en el puerto mientras otros hacen historia recorriendo los mares!
Creía entender lo que pasaba con él: alguien atrapado entre el deseo de ir en busca de más y el miedo a hacerlo. Fingir que no se quiere nada, que uno está bien en su rincón, ocupado en sus cositas, porque así no hace falta enfrentarse al miedo de perder otra vez. Y era precisamente porque a su corta edad Jun había perdido todo lo que alguna vez amo, que ya no sentía ningún temor. De las peores experiencias había aprendido que cuando lo pierdes todo y no tienes nada, hasta el miedo se te quita.
No tenía ni idea de si sus palabras tendrían algún efecto, pero no importaba. Si el muchacho se molestaba por lo dicho, le daba igual, y si acaso necesitaba un empujón, bueno, con gusto ella se lo daría. La realidad era que ambos merecían algo mejor que eso.
—Ahora debo irme —anunció, ya de pie, afirmando el bolso de piel a su cadera—. Gracias por no sapear ahí afuera. Si algún día necesitan a un fabricante de armas, municiones y explosivos para sus aventuras de piratas, pueden buscarme. En el pueblo mucha gente me conoce, así que bastará con preguntar.
Observó atenta como el muchacho vaciaba su vaso y lo dejaba en la mesa, boca abajo, antes de retirar una moneda más de la pila. Sonrió ante sus palabras; Drake era un constructor de barcos.
La moneda giró en el aire, mostrando su anverso y reverso, hasta que regresó a manos del gigante. Había salido cruz, o al menos eso fue lo que él dijo a los demás. Pero Jun llegó a notar el pequeño desliz que revelaría su truco y, al darse cuenta, no pudo evitar que sus labios se curvaran. Camufló la risa detrás de un resoplido, y desvió la mirada. Probablemente ni Lance ni Byron se percataron de lo que Drake acababa de hacer; mas ella no diría nada al respecto.
—Parece que aquí hay alguien que sabe cómo hacer que la suerte juegue a su favor —pensó, estirando su cuerpo hacia adelante para apoyar un codo en la mesa y recargar en la mano su mentón—. ¿O será, en realidad, que solo te gusta que otros piensen que no la tienes, Drake?
No podía evitar sentir una especie de fascinación por ese hombre que ante una buena propuesta parecía tan decidido a quedarse atrás y, al mismo tiempo, tan tentado por algo más grande.
Mientras escuchaba el resto de la conversación, los dedos de su diestra tamborilearon sobre la madera con un ritmo constante, inquieto, y su pierna se movió con impaciencia, como si tuviera un resorte en el cuerpo. Lance intercambió algunas palabras con Drake y luego respondió con una negativa a la pregunta de Jun, respecto al barco. No tenía uno, pero en el uso de sus palabras dejaba entrever que contaba con un plan para conseguirlo pronto. Dijo disponer de un navegante -a chequear, aunque no era un dato menor-, y hasta se atrevió a anunciar una fecha estimada para zarpar.
Jun chasqueó los dientes. Daba igual lo que pudiera decir; si no había barco, entonces no había nada.
La taberna zumbaba animada con el ruido de las voces y las risas, el tintineo de los cristales y el crujir de las tablas bajo los pies de los clientes. Lance pidió otra ronda de bebidas antes de lanzar una nueva cuestión sobre la mesa, que al llegar a oídos de Jun la haría endurecer la expresión, frunciendo el ceño, mientras bebía de su vaso. ¿Qué clase de pregunta era esa? Por su sueño lo daría todo, por poco que tuviera... aunque había ciertas cosas que no estaba dispuesta a negociar.
—Mi vida no la daría por nadie... pero renunciaría a cualquier cosa con tal de conservar el mayor de los tesoros, que es mi libertad —contestó sinceramente, sin tener que demorarse demasiado en elaborar la respuesta—. Espero tengan suerte con sus aventuras. Si no hay barco, a mi de nada me sirven las propuestas —resolvió, deslizando la mirada entre Lance y Byron—. Podemos volver a hablar cuando tengan uno... o cuando lo construyas —finalizaría posando sus ojos amatista sobre Drake y esbozando, solo para él, una pequeña sonrisa.
La joven se bebió en seco lo que quedaba de cerveza, y soltó un suspiro refrescante y placentero mientras posaba el vaso en la mesa. Ya había pagado su deuda, bebido su cervecita, y realmente no tenía nada más que hacer allí. La silla se arrastró hacia atrás, chirreando sin cuidado, mas la Hafugyo se detuvo justo antes de ponerse en pie. Su mente giraba con ideas locas, como siempre, pero esta vez se había quedado anclado en ella un interés genuino en esa facha de “no tengo sueños ni pertenezco a ningún sitio” de Drake. Un poco lo entendía, pero no del todo. Ya había demostrado que ella era más de saltar primero y preguntar después, de lanzar una granada y ver qué pasaba.
Y como no se aguantó, eso fue precisamente lo que hizo antes de retirarse.
—¿Sabes? —dijo, girando el cuerpo hacia él y dedicándole una mirada desafiante, mientras Byron le respondía a Lance y de sus palabras comenzaba a nacer una rivalidad incipiente—. Todo este rollo de “no me importan las aventuras, no busco sueños grandiosos, el viaje no es lo mío, bla bla bla” suena a que te has contado esa historia tantas veces que casi te la crees. Pero yo no me la trago. Después de todo, acabas de apostar tu futuro a una moneda, como si en el fondo quisieras que alguien te dé un empujón.
¡Qué atrevimiento! Hablarle así a un muchacho que acababa de conocer, del que poco o nada sabía y que hasta entonces no había hecho más que tener buenos gestos hacia ella. Pero Jun era así; le gustaba pinchar a las personas, medirlas, calibrarlas, provocar una reacción. No se contentaba con tantear la superficie; quería ver que había debajo, y sabía -no, estaba segura- de que Drake Longspan guardaba mucho más detrás de esa mirada cansada y su actitud gentil y desinteresada. Construir cosas para los demás y observar desde la distancia cómo otros se lanzan a la aventura.... ah, si sabía de eso. ¡Y qué aburrido es ser la persona que siempre espera en el puerto mientras otros hacen historia recorriendo los mares!
Creía entender lo que pasaba con él: alguien atrapado entre el deseo de ir en busca de más y el miedo a hacerlo. Fingir que no se quiere nada, que uno está bien en su rincón, ocupado en sus cositas, porque así no hace falta enfrentarse al miedo de perder otra vez. Y era precisamente porque a su corta edad Jun había perdido todo lo que alguna vez amo, que ya no sentía ningún temor. De las peores experiencias había aprendido que cuando lo pierdes todo y no tienes nada, hasta el miedo se te quita.
No tenía ni idea de si sus palabras tendrían algún efecto, pero no importaba. Si el muchacho se molestaba por lo dicho, le daba igual, y si acaso necesitaba un empujón, bueno, con gusto ella se lo daría. La realidad era que ambos merecían algo mejor que eso.
—Ahora debo irme —anunció, ya de pie, afirmando el bolso de piel a su cadera—. Gracias por no sapear ahí afuera. Si algún día necesitan a un fabricante de armas, municiones y explosivos para sus aventuras de piratas, pueden buscarme. En el pueblo mucha gente me conoce, así que bastará con preguntar.