Takahiro
La saeta verde
02-09-2024, 09:56 PM
—Muchas gracias, comandante Buchanan —le agradeció el peliverde, haciendo el saludo militar de la marina frente a la puerta del cuartel.
—Para eso estamos los superiores, muchacho —le dijo, devolviéndose el saludo—. Si quieres pagármelo, ya sabes que tabaco me gusta —bromeó, dando media vuelta y marchándose en un abrir y cerrar de ojos, casi en un parpadeo.
—Tengo que decirle que me enseñe eso también —musitó en voz baja, apoyando suavemente su mano sobre la empuñadura de su espada, completamente relajado.
Takahiro acababa de volver a la base después de haber estado tres días fuera de ella, de retiro espiritual en la cala oculta que le había mostrado el comandante, situada al norte de la base. Anímicamente ya se encontraba mejor, aunque seguía apesadumbrado al recordar la muerte de sus padres, sin embargo, era algo con lo que había aprendido a convivir. Tres días tristes al año tampoco era algo de lo que preocuparse, o eso se decía para convencerse.
No tardó más de tres o cuatro minutos en atravesar el campo de entrenamiento y llegar a los barracones, no sin antes recibir alguna mirada de desagrado por parte de sus compañeros. «No pases por aquí. Que estamos entrenando táctica», se quejó uno de ellos. «Siempre haces lo mismo», se quejó otro. Lo cierto era que, gracias a Atlas, el peliverde había descubierto atajos para llegar antes a los barracones, y casi todos eran cruzando lugares por los que a algunas horas no se debe pasar. No obstante, le importaba poco. El tiempo era oro y según le había dicho el comandante, tenían que recibir a un nuevo miembro.
Nada más soltar sus cosas, se fue a la ducha para quitarse la mugre de tres días sin pasar por agua. Tuvo que frotar bastante fuere para quitar algunas ronchas de polvo, pero salió de las duchas hecho un pincel. Se perfumó y, como era de esperar, abrió su armario y se vistió con sus ropajes habituales, aquellos con los que se encontraba más cómodo y los que el recién ascendido Shawn no le permitía ponerse. «Esta es una batalla que debes dar por perdida, amigo», dijo para sus adentros, mostrando una sonrisa de recochineo.
Tras ello, salió de los barracones y se fue en busca de sus compañeros. Según le habían informado, tenían que verse con un hombre-pez e ir al despacho de la capitana Montpellier antes del mediodía.
Nada más salir al pasillo pudo escuchar mucho barullo, gente que murmuraba comentarios extraños acercas de un ser gigantesco y bizarro. Muchos de los marines tenían los ojos como platos, como si hubieran visto algo que parecía inverosímil. Takahiro siguió los cuchicheos hasta llegar a la segunda plata del ala este del cuartel. Allí se encontraban Atlas y Ray junto a un gigantesco gyojin tiburón que parecía duplicar la altura de la enchufada perfectamente. Era musculoso e imponente, mucho más que cualquier otro hombre-pez que hubiera visto antes. Sin embargo, verlo sentado en aquel banquito de metal era bastante gracioso.
—Así que tú eres el nuevo —le dijo, mirándole y alzando el puño para chocarle. Darle la mano era algo que veía inviable, así que ese saludo sería lo mejor que podía hacerle para ser cortés—. ¡Un placer, mi nombre es Takahiro, pero puedes llamarme Taka!
El espadachín no se había percatado de que Shawn estaba allí mirándole fijamente, pues toda su atención estaba en el gyojin. Sin embargo, se hizo notar en pocos segundos.
—¡Sargento Kenshin! —alzó la voz—. ¿Dónde está su uniforme reglamentario? —le preguntó, colocándose frente a él de forma algo imponente.
—¡En la lavandería señor! —le respondió Takahiro, poniéndose firme—. ¡He estado tres días en un entrenamiento dirigido por el comandante Buchanan y no me ha dado tiempo a lavarlo, señor!
—Cierto es—respondió, en un tono de voz más sosegado—. Tenía constancia de su estadía de tres días en la región norte, pero eso no le exime de cumplir la normativa número 3 del régimen de vestimenta de la marina del gobierno mundial.
—¡Pero eso no es culpa mía, señor! —saltó a decir, antes de que Shawn pudiera decir nada. Había mencionado tanto la normativa correspondiente a la vestimenta, que Takahiro se la había leído y aprendido para saber como rebatirle. Aquel era su momento e iba a dejarlo callado sin ser un faltoso—. El artículo 5, epígrafe 6, sección b del código de vestimenta dice que debemos tener un total de seis uniformes: dos de verano, dos de invierno y luego dos de entrenamiento. Sin embargo, como podrá corroborar en los informes, a mi tan solo me han dado uno de entrenamiento y uno de verano, por lo que es imposible que tras tres días fuera tenga un uso aceptable del mismo, ya que de hacer uso de los que tengo en el estad actual… incumpliría el articulo 1 —le dijo, haciendo algo de memoria—. Es por ello, que me acojo al artículo 9, en el cual me permite usar una vestimenta de paisano siempre y cuando no esté de misión dentro de las instalaciones del cuartel, señor.
Los ojos del teniente comandante estaban enrojecidos de la ira, pero era incapaz de negar nada de lo que había dicho el peliverde, cuyo rostro dejaba entrever a todos que había ganado aquella batalla, mas así no la guerra, en contra de aquel sujeto tan cansino. Sin decir nada, Shawn se fue de allí.
—Esa no se la esperaba —comentó el peliverde, que comenzó a reírse.
—Para eso estamos los superiores, muchacho —le dijo, devolviéndose el saludo—. Si quieres pagármelo, ya sabes que tabaco me gusta —bromeó, dando media vuelta y marchándose en un abrir y cerrar de ojos, casi en un parpadeo.
—Tengo que decirle que me enseñe eso también —musitó en voz baja, apoyando suavemente su mano sobre la empuñadura de su espada, completamente relajado.
Takahiro acababa de volver a la base después de haber estado tres días fuera de ella, de retiro espiritual en la cala oculta que le había mostrado el comandante, situada al norte de la base. Anímicamente ya se encontraba mejor, aunque seguía apesadumbrado al recordar la muerte de sus padres, sin embargo, era algo con lo que había aprendido a convivir. Tres días tristes al año tampoco era algo de lo que preocuparse, o eso se decía para convencerse.
No tardó más de tres o cuatro minutos en atravesar el campo de entrenamiento y llegar a los barracones, no sin antes recibir alguna mirada de desagrado por parte de sus compañeros. «No pases por aquí. Que estamos entrenando táctica», se quejó uno de ellos. «Siempre haces lo mismo», se quejó otro. Lo cierto era que, gracias a Atlas, el peliverde había descubierto atajos para llegar antes a los barracones, y casi todos eran cruzando lugares por los que a algunas horas no se debe pasar. No obstante, le importaba poco. El tiempo era oro y según le había dicho el comandante, tenían que recibir a un nuevo miembro.
Nada más soltar sus cosas, se fue a la ducha para quitarse la mugre de tres días sin pasar por agua. Tuvo que frotar bastante fuere para quitar algunas ronchas de polvo, pero salió de las duchas hecho un pincel. Se perfumó y, como era de esperar, abrió su armario y se vistió con sus ropajes habituales, aquellos con los que se encontraba más cómodo y los que el recién ascendido Shawn no le permitía ponerse. «Esta es una batalla que debes dar por perdida, amigo», dijo para sus adentros, mostrando una sonrisa de recochineo.
Tras ello, salió de los barracones y se fue en busca de sus compañeros. Según le habían informado, tenían que verse con un hombre-pez e ir al despacho de la capitana Montpellier antes del mediodía.
Nada más salir al pasillo pudo escuchar mucho barullo, gente que murmuraba comentarios extraños acercas de un ser gigantesco y bizarro. Muchos de los marines tenían los ojos como platos, como si hubieran visto algo que parecía inverosímil. Takahiro siguió los cuchicheos hasta llegar a la segunda plata del ala este del cuartel. Allí se encontraban Atlas y Ray junto a un gigantesco gyojin tiburón que parecía duplicar la altura de la enchufada perfectamente. Era musculoso e imponente, mucho más que cualquier otro hombre-pez que hubiera visto antes. Sin embargo, verlo sentado en aquel banquito de metal era bastante gracioso.
—Así que tú eres el nuevo —le dijo, mirándole y alzando el puño para chocarle. Darle la mano era algo que veía inviable, así que ese saludo sería lo mejor que podía hacerle para ser cortés—. ¡Un placer, mi nombre es Takahiro, pero puedes llamarme Taka!
El espadachín no se había percatado de que Shawn estaba allí mirándole fijamente, pues toda su atención estaba en el gyojin. Sin embargo, se hizo notar en pocos segundos.
—¡Sargento Kenshin! —alzó la voz—. ¿Dónde está su uniforme reglamentario? —le preguntó, colocándose frente a él de forma algo imponente.
—¡En la lavandería señor! —le respondió Takahiro, poniéndose firme—. ¡He estado tres días en un entrenamiento dirigido por el comandante Buchanan y no me ha dado tiempo a lavarlo, señor!
—Cierto es—respondió, en un tono de voz más sosegado—. Tenía constancia de su estadía de tres días en la región norte, pero eso no le exime de cumplir la normativa número 3 del régimen de vestimenta de la marina del gobierno mundial.
—¡Pero eso no es culpa mía, señor! —saltó a decir, antes de que Shawn pudiera decir nada. Había mencionado tanto la normativa correspondiente a la vestimenta, que Takahiro se la había leído y aprendido para saber como rebatirle. Aquel era su momento e iba a dejarlo callado sin ser un faltoso—. El artículo 5, epígrafe 6, sección b del código de vestimenta dice que debemos tener un total de seis uniformes: dos de verano, dos de invierno y luego dos de entrenamiento. Sin embargo, como podrá corroborar en los informes, a mi tan solo me han dado uno de entrenamiento y uno de verano, por lo que es imposible que tras tres días fuera tenga un uso aceptable del mismo, ya que de hacer uso de los que tengo en el estad actual… incumpliría el articulo 1 —le dijo, haciendo algo de memoria—. Es por ello, que me acojo al artículo 9, en el cual me permite usar una vestimenta de paisano siempre y cuando no esté de misión dentro de las instalaciones del cuartel, señor.
Los ojos del teniente comandante estaban enrojecidos de la ira, pero era incapaz de negar nada de lo que había dicho el peliverde, cuyo rostro dejaba entrever a todos que había ganado aquella batalla, mas así no la guerra, en contra de aquel sujeto tan cansino. Sin decir nada, Shawn se fue de allí.
—Esa no se la esperaba —comentó el peliverde, que comenzó a reírse.