Byron
Hizashi
03-09-2024, 12:33 AM
Vertiendo el agua fría de su cantimplora sobre sus manos, para aliviar el escozor provocado por la fricción del hacha con la que golpeaba los duros árboles de aquel profundo bosque. A pesar de tener guantes, las ampollas habían hecho acto de presencia sobre sus delicadas manos, y estas había explotado debido al continuo trabajo incensando del, ahora leñador. El contraste frío del agua con sus ardientes manos era agradable, le estaba ayudando para aliviar el dolor, en un par de días estaría como nuevo, o por lo menos eso pensaba él mientras contemplaba como se vertía el agua sobre sus manos. Suspiró cabizbajo, sabiendo que la jornada del día siguiente también iba a tener que hacer algo así, y bebiendo lo último que le quedaba en aquel recipiente, decidió dejarlo, definitivamente ese trabajo no era para él.
El sol comenzaba a caer, y el suave sonido de las cigarras amenizaba la natural escena, el olor característico olor de la resina de aquellos árboles acompañaban esta, dándole un aliciente más que seguramente en un futuro le haría recordar aquellas vistas. El espléndido sol tras las copas de aquellos altos pinos, el ligero aire haciendo ondear su pelo al viento, aquel olor, la verde estampa que tenía delante. Por lo menos aquel trabajo había valido la pena, pues aun sin cumplir su objetivo, Byron grabó en su mente la bonita vista que aquel frondoso bosque le brindó, seguramente no olvidaría en su vida.
Se incorporó con un guante en la boca, el otro siendo ajustado mientras realizaba aquel levantamiento, cuando estuvo puesto siguió con el otro, estaba listo para dejar atrás aquel paradógicamente mágico lugar, pues aun siendo un entorno totalmente natural, el aura que lo envolvía parecía salido de las infantiles fantasías de un niño que creía en los cuentos de hadas. Preparado agarró el hacha que había clavado en el verde césped, y apartando su mirada de aquel paraje, se puso en marcha para devolver el instrumento de trabajo que aquel musculoso hombre le había prestado.
No hubo mucho intercambio de conversación. Entró por la puerta y con un semblante serio, sintiéndose timado, dejó caer el hacha con desdén en el escritorio de hombre que lo "contrató" Nada más, solo una sonrisa burlona de aquel musculitos, esto le hizo ver claro a Byron que en ningún momento aquel tuvo la intención de ayudarlo a conseguir un barco, solo un trabajador gratis, que si tenía suerte aguantaría más de un día. Le dio la espalda en cuanto pudo, sin mediar palabra, aunque por un lado le vino bien no tener que escuchar sermones sobre el compromiso con el trabajo o en su defecto súplicas para intentar retenerlo allí. Eso, aparte de las vistas de aquel precioso paisaje, fue lo único que pudo definir como beneficioso de aquella interacción.
Con los ánimos por los suelos, caminó por las rurales calles de la isla, el cielo, ya se encontraba teñido totalmente del anaranjado tono típico de la puesta de Sol, apenas se podía ver este por el horizonte, caminando distraído, golpeando con sus pies las pequeñas piedrecitas que se encontraba por su camino como forma fallida de entretenimiento, el chico vestido con anchos ropajes reflejaba con su mirada perdida el estar inmerso en sus pensamientos.
Le habían estafado, a él, se había reído de su necesidad. Maldecía y echaba pestes de aquel hombre en su cabeza, sin dedicarle algún fugaz cumplido, incluso también caían para el lugareño que le había enseñado ese horrible lugar, seguramente ambos estaban estornudando allí donde se encontrasen. La herida en el orgullo que le habían provocado sangraba bilis que dirigía hacia aquellos dos, y el sangrado de esta, se desbordaba cuando pensaba que su deseo de encontrar un buen navío con el que poder empezar su ansiado viaje cargado de gloria y alabanzas. Escupió al suelo para demostrar su enfado, aun maldiciendo, caminando lentamente con las manos guardadas en sus bolsillos.
Un pequeño golpe lo sacó de aquella pequeña espiral de odio, un niño le había chocado por accidente, rápidamente se disculpó con una inocente cara de arrepentimiento, haciendo una fugaz reverencia y comenzó a correr siguiendo el recorrido que estaba trazando antes de aquel pequeño percance. Y Byron sonrió mientras lo observaba correr, la forma de correr tan particular que tienen los niños, siempre le hacían recordar tiempos más cálidos, tiempos mejores. Lo observó marcharse, corriendo apremiado, soltó un pequeño suspiro y dijo para sí en voz alta.
- Ay los niños, disfruta pequeño, la inocencia es lo primero que se pierde.- Algo le llamó la atención, afiló la vista para fijarse mejor, llevaba algo en su mano, una pequeña bolsa de cuero. No pudo evitar llevarse la mano al bolsillo trasero de su pantalón, palpándolo por encima, para darse cuenta de que el bulto de su bolsa de dinero había desaparecido. Se le cayó la boca al suelo.- ¡EH, TÚ! ¡DEVUÉLVEME ESO PEQUEÑO CABRONAZO! - Gritó de forma agresiva mientras comenzaba a correr tras él.
Desde luego aquel pequeño ladronzuelo sabía lo que hacía, no era su primera vez. Raudo se dirigió a las calles más estrechas y transitadas del pueblo, si es que en un pueblo podía considerarse alguna calle "muy transitada", teniendo en mente que, su escape sería más exitoso usando la jugada de mezclarse con el resto o esquivarlo en alguna calle, claramente contaba con ventaja, pues él se conocería como la palma de su mano el lugar.
Lo perseguía con éxito, en parte le resultaba hasta divertido al Solarian, tarde o temprano lo alcanzaría y solo habría sido un juego de niños, después de todo la distancia se estrechaba cada vez más y más. Casi lo tenía, no lo separaban más que dos palmos, y cuando extendió la mano para agarrarlo, el niño desapareció de su vista. Lo buscó con apremio, para darse cuenta de que se había agachado y colado por una verja de madera que tenía una agujero en su parte baja, pudo ver sus pies introduciéndose en este antes de volver a perderlo de vista. Claramente no era su primera vez, no podía ser su primera vez, el zagal era demasiado consciente de su propio tamaño. Entre aspavientos y quejas el chico de cabello violeta escaló aquella estructura de madera, pasando por un jardín en forma de L que lo dirigía a una de las calles laterales de la que antes transitaban.
Cuando salió de aquel pequeño jardín, lo que su vista encontró, dejó atónito al muchacho. Gente, mucha gente, demasiada gente para ser un pequeño pueblo, todos rodeando la entrada de una elegante vivienda de dos plantas ¿había algún tipo de reunión? No tenía tiempo para pensar en eso, ni siquiera podía maldecir su suerte ante tan conveniente situación. Apartando a la gente para abrirse paso pudo verlo, entre el gentío, esquivando con soltura las piernas de la multitud en la que se encontraban, si seguía así, iba a escapar con el dinero que había estado ahorrando para un barco. Viendo que no tenía oportunidad, de alcanzarlo, pues la diferencia de velocidad con la que surcaban esa marabunta de gente era abismal, no le quedó más remedio que pedir ayuda.
- ¡Pillad a ese criajo! ¡Paradlo coño! - Sus gritos se sentían un murmullo entre los comentarios apelotonados de las personas que allí se encontraban.
Por un momento perdió la esperanza, hasta verlo a lo lejos, meterse por la calle del lateral opuesto de aquel edificio.
Tardó unos cinco minutos en salir del bullicio, y poder transitar aquella calle, para su sorpresa, un callejón sin salida, no había ningún hueco por el que aquel niño pudiese meterse. Observó los alrededores, lo único que le dio una pista fueron las fuertes enredaderas que ascendían por la pared de vivienda hasta una ventana con una tenue luz encendida. Sin pensar las consecuencias escaló rápidamente hasta aquel lugar, como un mono en su árbol asomaba la mitad de la cabeza, sobresaliendo claramente sus ojos y cabello violeta. Ahí lo vio, feliz con otros dos tipos, parecía estar celebrando su victoria ante aquel robo, y sin poder contener la imprudencia terminó de escalar hasta aparecerse en su ventana, de cuclillas, con un porte intimidante y unos ojos que parecían iluminados por la ira.
- ¡ESE ES MI DINERO, PEQUEÑO HIJO DE PUTA! - Exclamó, armando un escándalo que difícilmente sería ignorado. De haber tenido el hacha que aquel hombre, igual hasta se la lanzaba por el impulso.
El sol comenzaba a caer, y el suave sonido de las cigarras amenizaba la natural escena, el olor característico olor de la resina de aquellos árboles acompañaban esta, dándole un aliciente más que seguramente en un futuro le haría recordar aquellas vistas. El espléndido sol tras las copas de aquellos altos pinos, el ligero aire haciendo ondear su pelo al viento, aquel olor, la verde estampa que tenía delante. Por lo menos aquel trabajo había valido la pena, pues aun sin cumplir su objetivo, Byron grabó en su mente la bonita vista que aquel frondoso bosque le brindó, seguramente no olvidaría en su vida.
Se incorporó con un guante en la boca, el otro siendo ajustado mientras realizaba aquel levantamiento, cuando estuvo puesto siguió con el otro, estaba listo para dejar atrás aquel paradógicamente mágico lugar, pues aun siendo un entorno totalmente natural, el aura que lo envolvía parecía salido de las infantiles fantasías de un niño que creía en los cuentos de hadas. Preparado agarró el hacha que había clavado en el verde césped, y apartando su mirada de aquel paraje, se puso en marcha para devolver el instrumento de trabajo que aquel musculoso hombre le había prestado.
No hubo mucho intercambio de conversación. Entró por la puerta y con un semblante serio, sintiéndose timado, dejó caer el hacha con desdén en el escritorio de hombre que lo "contrató" Nada más, solo una sonrisa burlona de aquel musculitos, esto le hizo ver claro a Byron que en ningún momento aquel tuvo la intención de ayudarlo a conseguir un barco, solo un trabajador gratis, que si tenía suerte aguantaría más de un día. Le dio la espalda en cuanto pudo, sin mediar palabra, aunque por un lado le vino bien no tener que escuchar sermones sobre el compromiso con el trabajo o en su defecto súplicas para intentar retenerlo allí. Eso, aparte de las vistas de aquel precioso paisaje, fue lo único que pudo definir como beneficioso de aquella interacción.
Con los ánimos por los suelos, caminó por las rurales calles de la isla, el cielo, ya se encontraba teñido totalmente del anaranjado tono típico de la puesta de Sol, apenas se podía ver este por el horizonte, caminando distraído, golpeando con sus pies las pequeñas piedrecitas que se encontraba por su camino como forma fallida de entretenimiento, el chico vestido con anchos ropajes reflejaba con su mirada perdida el estar inmerso en sus pensamientos.
Le habían estafado, a él, se había reído de su necesidad. Maldecía y echaba pestes de aquel hombre en su cabeza, sin dedicarle algún fugaz cumplido, incluso también caían para el lugareño que le había enseñado ese horrible lugar, seguramente ambos estaban estornudando allí donde se encontrasen. La herida en el orgullo que le habían provocado sangraba bilis que dirigía hacia aquellos dos, y el sangrado de esta, se desbordaba cuando pensaba que su deseo de encontrar un buen navío con el que poder empezar su ansiado viaje cargado de gloria y alabanzas. Escupió al suelo para demostrar su enfado, aun maldiciendo, caminando lentamente con las manos guardadas en sus bolsillos.
Un pequeño golpe lo sacó de aquella pequeña espiral de odio, un niño le había chocado por accidente, rápidamente se disculpó con una inocente cara de arrepentimiento, haciendo una fugaz reverencia y comenzó a correr siguiendo el recorrido que estaba trazando antes de aquel pequeño percance. Y Byron sonrió mientras lo observaba correr, la forma de correr tan particular que tienen los niños, siempre le hacían recordar tiempos más cálidos, tiempos mejores. Lo observó marcharse, corriendo apremiado, soltó un pequeño suspiro y dijo para sí en voz alta.
- Ay los niños, disfruta pequeño, la inocencia es lo primero que se pierde.- Algo le llamó la atención, afiló la vista para fijarse mejor, llevaba algo en su mano, una pequeña bolsa de cuero. No pudo evitar llevarse la mano al bolsillo trasero de su pantalón, palpándolo por encima, para darse cuenta de que el bulto de su bolsa de dinero había desaparecido. Se le cayó la boca al suelo.- ¡EH, TÚ! ¡DEVUÉLVEME ESO PEQUEÑO CABRONAZO! - Gritó de forma agresiva mientras comenzaba a correr tras él.
Desde luego aquel pequeño ladronzuelo sabía lo que hacía, no era su primera vez. Raudo se dirigió a las calles más estrechas y transitadas del pueblo, si es que en un pueblo podía considerarse alguna calle "muy transitada", teniendo en mente que, su escape sería más exitoso usando la jugada de mezclarse con el resto o esquivarlo en alguna calle, claramente contaba con ventaja, pues él se conocería como la palma de su mano el lugar.
Lo perseguía con éxito, en parte le resultaba hasta divertido al Solarian, tarde o temprano lo alcanzaría y solo habría sido un juego de niños, después de todo la distancia se estrechaba cada vez más y más. Casi lo tenía, no lo separaban más que dos palmos, y cuando extendió la mano para agarrarlo, el niño desapareció de su vista. Lo buscó con apremio, para darse cuenta de que se había agachado y colado por una verja de madera que tenía una agujero en su parte baja, pudo ver sus pies introduciéndose en este antes de volver a perderlo de vista. Claramente no era su primera vez, no podía ser su primera vez, el zagal era demasiado consciente de su propio tamaño. Entre aspavientos y quejas el chico de cabello violeta escaló aquella estructura de madera, pasando por un jardín en forma de L que lo dirigía a una de las calles laterales de la que antes transitaban.
Cuando salió de aquel pequeño jardín, lo que su vista encontró, dejó atónito al muchacho. Gente, mucha gente, demasiada gente para ser un pequeño pueblo, todos rodeando la entrada de una elegante vivienda de dos plantas ¿había algún tipo de reunión? No tenía tiempo para pensar en eso, ni siquiera podía maldecir su suerte ante tan conveniente situación. Apartando a la gente para abrirse paso pudo verlo, entre el gentío, esquivando con soltura las piernas de la multitud en la que se encontraban, si seguía así, iba a escapar con el dinero que había estado ahorrando para un barco. Viendo que no tenía oportunidad, de alcanzarlo, pues la diferencia de velocidad con la que surcaban esa marabunta de gente era abismal, no le quedó más remedio que pedir ayuda.
- ¡Pillad a ese criajo! ¡Paradlo coño! - Sus gritos se sentían un murmullo entre los comentarios apelotonados de las personas que allí se encontraban.
Por un momento perdió la esperanza, hasta verlo a lo lejos, meterse por la calle del lateral opuesto de aquel edificio.
Tardó unos cinco minutos en salir del bullicio, y poder transitar aquella calle, para su sorpresa, un callejón sin salida, no había ningún hueco por el que aquel niño pudiese meterse. Observó los alrededores, lo único que le dio una pista fueron las fuertes enredaderas que ascendían por la pared de vivienda hasta una ventana con una tenue luz encendida. Sin pensar las consecuencias escaló rápidamente hasta aquel lugar, como un mono en su árbol asomaba la mitad de la cabeza, sobresaliendo claramente sus ojos y cabello violeta. Ahí lo vio, feliz con otros dos tipos, parecía estar celebrando su victoria ante aquel robo, y sin poder contener la imprudencia terminó de escalar hasta aparecerse en su ventana, de cuclillas, con un porte intimidante y unos ojos que parecían iluminados por la ira.
- ¡ESE ES MI DINERO, PEQUEÑO HIJO DE PUTA! - Exclamó, armando un escándalo que difícilmente sería ignorado. De haber tenido el hacha que aquel hombre, igual hasta se la lanzaba por el impulso.