Airgid Vanaidiam
Metalhead
03-09-2024, 02:44 AM
La verdad es que cuánto más hablaba con aquella chica medusa, más maja y genuina le parecía, más confiable. ¿Qué edad tendría? No parecía una niña, pero tampoco adulta del todo. Tenía la apariencia de una persona aún bajita, delgada... o quizás las edades funcionaban diferente con los gyojins, el tema de la niñez, la adolescencia... tampoco es que tuviera tanta información sobre esa raza tan peculiar, además eso sin olvidarse de que era bastante probable que cada especie de gyojin funcionara de una manera distinta. A pesar de las diferencias físicas, no pudo evitar recordarse un poco a sí misma cuando la escuchaba hablar, más joven y adolescente, con esa energía, el entusiasmo en su voz, el gracioso silbidito.
Al enseñarle la bolsa con dinero y abrir un poco para que echase un ojo a su contenido, la joven pareció lo suficientemente convencida como para sacar una carpeta de detrás de su espalda. La abrió ante la luz amarillenta de la farola, para que ella también pudiera verlo todo con la misma claridad. Observó cada una de las indicaciones que la chica le señalaba con el dedo. Se le escapó una risilla cuando la escuchó trabarse con aquella palabra. Y de nuevo, se sintió un poco identificada. Ella misma hablaba de una forma que muchos calificaban como extraña, o directamente se atrevían a decirle que hablaba mal, incorrectamente. Pero siempre le había dado igual. Tenía su propia forma de expresarse, y nada más. En un mundo tan diverso, con tantas peculiaridades, ¿qué importaba cómo dijera algunas palabras?
Rechazó su idea de contar el dinero, al parecer también había sentido ese impulso, esa buena vibra con respecto a la rubia. La misma que ella había sentido por su, a partir de ahora, nueva amiga. Asintió cuando, por otro lado, aceptó su plan de intercambiarse los objetos a la vez para intentar evitar cualquier tipo de trampa o de juego sucio. Eso hablaba bien de ella, la verdad.
Observándola a los ojos con determinación y una inevitable sonrisa, hizo la cuenta con ella. — ¡Uuunaa, doooos... yyy trees! — La joven azul dejó de ejercer fuerza sobre la carpeta, cambiándola hacia la bolsita de dinero. Ella hizo lo contrario, mirándola a la cara en lugar de a los objetos que se confiaban la una a la otra. Fue más rápido de lo que pareció, y en unos instantes el intercambio se había completado. Entre sus manos ya no se encontraba la bolsita con los ahorros de una vida entera, si no una página encuadernada, parte de lo que debería ser una gran enciclopedia sobre las frutas del diablo. Una hoja sellada y verificada como auténtica. Miró la hoja, luego a la joven, luego a la hoja, y así un par de veces más, sin si quiera parpadear, hasta que finalmente aterrizó sobre ella con una enormísima blanca sonrisa. — ¡Tía, ere mi nueva mejor amiga! — Guardó la carpetita en el interior de la chaqueta, posándola sobre su regazo. Se tomó la libertad de tomarla de una de las manos, la que tenía libre, como dándole un apretón. — ¡Gracias, gracias! — A pesar de su entusiasmo, decidió no acaparar demasiado su espacio personal, quizás no le hacía gracia ese tipo de contacto, ¿quién sabe? Así que rápidamente la soltó de nuevo. — Bueno, no te entretengo má. — Ahora tenía más cosas que hacer, y supuso que ella también, con todo ese dinero que acababa de ganar. — Espero que te pegues una buena cena en mi honor con eso. — Soltó una carcajada. — Pero antes de irme... me llamo Airgid Vanaidiam. ¿Y tú? — Le preguntó con una sonrisa amable. La felicidad invadía todo su ser, era imposible mostrar una expresión que no fuera pura simpatía.
Al enseñarle la bolsa con dinero y abrir un poco para que echase un ojo a su contenido, la joven pareció lo suficientemente convencida como para sacar una carpeta de detrás de su espalda. La abrió ante la luz amarillenta de la farola, para que ella también pudiera verlo todo con la misma claridad. Observó cada una de las indicaciones que la chica le señalaba con el dedo. Se le escapó una risilla cuando la escuchó trabarse con aquella palabra. Y de nuevo, se sintió un poco identificada. Ella misma hablaba de una forma que muchos calificaban como extraña, o directamente se atrevían a decirle que hablaba mal, incorrectamente. Pero siempre le había dado igual. Tenía su propia forma de expresarse, y nada más. En un mundo tan diverso, con tantas peculiaridades, ¿qué importaba cómo dijera algunas palabras?
Rechazó su idea de contar el dinero, al parecer también había sentido ese impulso, esa buena vibra con respecto a la rubia. La misma que ella había sentido por su, a partir de ahora, nueva amiga. Asintió cuando, por otro lado, aceptó su plan de intercambiarse los objetos a la vez para intentar evitar cualquier tipo de trampa o de juego sucio. Eso hablaba bien de ella, la verdad.
Observándola a los ojos con determinación y una inevitable sonrisa, hizo la cuenta con ella. — ¡Uuunaa, doooos... yyy trees! — La joven azul dejó de ejercer fuerza sobre la carpeta, cambiándola hacia la bolsita de dinero. Ella hizo lo contrario, mirándola a la cara en lugar de a los objetos que se confiaban la una a la otra. Fue más rápido de lo que pareció, y en unos instantes el intercambio se había completado. Entre sus manos ya no se encontraba la bolsita con los ahorros de una vida entera, si no una página encuadernada, parte de lo que debería ser una gran enciclopedia sobre las frutas del diablo. Una hoja sellada y verificada como auténtica. Miró la hoja, luego a la joven, luego a la hoja, y así un par de veces más, sin si quiera parpadear, hasta que finalmente aterrizó sobre ella con una enormísima blanca sonrisa. — ¡Tía, ere mi nueva mejor amiga! — Guardó la carpetita en el interior de la chaqueta, posándola sobre su regazo. Se tomó la libertad de tomarla de una de las manos, la que tenía libre, como dándole un apretón. — ¡Gracias, gracias! — A pesar de su entusiasmo, decidió no acaparar demasiado su espacio personal, quizás no le hacía gracia ese tipo de contacto, ¿quién sabe? Así que rápidamente la soltó de nuevo. — Bueno, no te entretengo má. — Ahora tenía más cosas que hacer, y supuso que ella también, con todo ese dinero que acababa de ganar. — Espero que te pegues una buena cena en mi honor con eso. — Soltó una carcajada. — Pero antes de irme... me llamo Airgid Vanaidiam. ¿Y tú? — Le preguntó con una sonrisa amable. La felicidad invadía todo su ser, era imposible mostrar una expresión que no fuera pura simpatía.