Drake Longspan
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03-09-2024, 02:52 AM
(Última modificación: 03-09-2024, 03:14 AM por Drake Longspan.)
Drake se dejó caer en la silla con la elegancia de un saco de papas con más agujeros que un pirata de paseo en el G4, aunque en su caso, el saco venía equipado con un par de brazos tan largos que casi podían alcanzar la mesa del comedor de la esquina. Se acomodó como si estuviera a punto de instalarse para un banquete real, con sus ojos brillando con una mezcla de entusiasmo y hambre voraz. Era el tipo de hambre que solo alguien que ha pasado más tiempo buscando comida que comiéndola podría entender.
Con un suspiro teatral, como haciéndose el interesante, Drake apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos, dejando que sus largos brazos se extendieran por el borde de la mesa en una exhibición casi cómica. Parecía un pulpo humanoide que había decidido tomarse un descanso de sus trayectoria en el mar para disfrutar de un buen plato de carne.
Drake soltó una carcajada que hizo que algunas cabezas se volvieran a mirarlo, aunque él no les prestó atención. La idea de una comida gratis era tan atractiva que todo lo demás pasaba a segundo plano. Bueno, casi todo lo demás. La compañía también parecía prometedora, y Drake no podía evitar sentir una creciente curiosidad por el extraño que tenía delante. Un tipo de piel ceniza y ojos de rubí que parecía haber salido de un mal sueño o de una de esas historias de fantasmas que las abuelas contaban para asustar a los niños. Pero ahí estaba ese tal Baltazar Bonez, sonriéndole de vuelta, lo que solo hizo que Drake se sintiera algo incómodo en su presencia.
— Ni que lo digas, he estado sentado aquí 15 minutos y nadie se ha dignado siquiera a preguntarme si quiero un vaso de agua. — dijo Bonez, esbozando una sonrisa que mostraba que, a pesar de su aspecto intimidante, no era el tipo de persona que se tomaba las cosas demasiado en serio. El joven carpintero no pudo evitar sonreír de vuelta, con una chispa de pillería encendiendo en sus ojos. Era refrescante encontrar a alguien que no se dejara llevar por las apariencias, especialmente en un mundo donde todo el mundo juzgaba a los demás a primera vista, algo que Drake sabía muy bien.
Era una buena lección.
Drake Longpsan observó con cierta diversión cómo el camarero, que había estado intentando mantener la compostura, empezó a sudar frío cuando Bonez lo llamó para hacer su pedido y anotaba. No todos los días se veía a un hombre tan peculiar, más parecido a un muñeco voodoo que a un humano amenazando con arrancarle el esófago si arruinaba su orden. Pero lo que hizo que el brazos largos realmente se interesara fue la facilidad con la que Bonez manejó esa situación. No solo había intimidado al pobre mesero, sino que lo había hecho con un estilo que Drake podría imitar de cara a negociar de una forma menos sutil.
— Vaya, entonces sí era por mi físico. — dijo Bonez, con una sonrisa que mostraba más diversión que preocupación. — Seguramente creen que les echaré una maldición en el momento en que se acerquen a mí.
«¿Maldición?»
Drake soltó una carcajada, una de esas que resonaban en el pecho y se expandían en el ambiente. Algunos comensales le miraban con mala cara, no estaban acostumbrados a semejante vulgaridad en medio de una comida.
— ¡Rorohahaha! ¡Bonez, amigo, si yo tuviera tu pinta, estaría cobrando entradas para ver cómo corren despavoridos! Te lo digo, podríamos montar un negocio juntos: Ya me imagino los carteles: ¿Quieres asustar a tus vecinos? ¿Hacer que los cobradores de impuestos te dejen en paz?
Mientras el muchacho hablaba, sus manos se movían enérgicamente, dibujando en el aire un cuadro imaginario de lo que sería su supuesta idea de negocio. Era evidente que estaba disfrutando de la conversación, tanto como disfrutaba de la idea de una comida gratis.
Drake Longspan se secó las lagrimas de risa mientras estiraba su brazo derecho a la mesa de al lado, robando un bollo de pan bao. Asintió, satisfecho con las presentaciones.
— Baltazar Bonez, suena a nombre de pirata o de algún tipo de hechicero o druida de alguna isla desconocida. Pero ya que has decidido ayudarme con la cena, puedes llamarme, como te dije, simplemente Drake. Aunque si prefieres el nombre completo, es Drake Longspan, pero eso es solo si te quieres molestar en pronunciarlo todo.
El carpintero observó a Bonez por un momento, con una expresión que mezclaba curiosidad y análisis. Había algo en ese tipo que no cuadraba con la imagen que los demás parecían tener de él. Claro, era intimidante, con esa piel tan grisácea tirando a oscura y esos ojos brillantes, pero también tenía un sentido del humor afilado y una disposición para compartir, algo que no se veía todos los días. Y además, era el tipo de persona que no se dejaba asustar fácilmente, de hecho, era el la persona encargada de esos sustos, algo que Drake Longspan observaba con detenimiento, algo le hacía mantenerse alerta.
Cuando Bonez mencionó que le contaría su historia mientras disfrutaban del venado, Drake Longspan casi dio un salto en la silla.
— ¡¿Gratis?! ¡Trato hecho! Nada como una buena historia para acompañar la cena. Y si tu historia es tan jugosa como la carne que estamos por devorar, entonces esta será una de las mejores cenas de mi vida. Aunque, te lo advierto, si me dejas con la intriga, podría terminar siendo yo quien te eche una maldición. Una maldición de brazos largos. Directa del país de Kano — Dijo golpeando su puño en su venda de manera cómica.
Drake sonrió ampliamente mientras hablaba, sus palabras estaban cargadas de ese tono extrañamente bromista que usaba para cuando tenía que fingir caerle bien a alguien en la vida. Pero debajo de esa fachada de comerciante promedio, había un interés genuino en saber más sobre Bonez. No todos los días se encontraba con alguien que compartiera su desprecio por las formalidades y su amor por las buenas historias. Y aunque era cierto que estaba hambriento, tanto de comida como de compañía, también era cierto que había algo en ese hombre que no encajaba.
— Pero antes de que empieces con la historia. — continuó Drake, levantando un dedo como si estuviera a punto de hacer una gran revelación. — Déjame decirte una cosa, Bonez. Este lugar puede estar lleno de gente que no sabe cómo tratar a los demás, pero yo te digo que has encontrado a la persona adecuada para compartir la mesa. Sino porque me parece que tú y yo podríamos ser buenos camaradas... o al menos, buenos compañeros de cena.
Intentaba ganarse su confianza, ver hasta dónde podía estirar el chicle. Quería saber qué demonios era ese hombre. El luchador carpintero volvió a recostarse en la silla, estirando sus brazos por encima de su cabeza con un suspiro de satisfacción.
— Así que, adelante, Bonez. Cuéntame tu historia mientras esperamos esa carne. Y no te preocupes por los detalles, cuanto más, mejor. Me encanta una buena historia bien contada.
Mientras el muchacho esperaba que aquel tipo extraño comenzara a hablar, no pudo evitar pensar en lo afortunado que era al haber encontrado comida en un lugar como ese, se dejaba inundar por el aroma de la carne y el bullicio de los camareros, platos venían y se iban, había vida y sobretodo: Comida gratis.
Con un suspiro teatral, como haciéndose el interesante, Drake apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos, dejando que sus largos brazos se extendieran por el borde de la mesa en una exhibición casi cómica. Parecía un pulpo humanoide que había decidido tomarse un descanso de sus trayectoria en el mar para disfrutar de un buen plato de carne.
Drake soltó una carcajada que hizo que algunas cabezas se volvieran a mirarlo, aunque él no les prestó atención. La idea de una comida gratis era tan atractiva que todo lo demás pasaba a segundo plano. Bueno, casi todo lo demás. La compañía también parecía prometedora, y Drake no podía evitar sentir una creciente curiosidad por el extraño que tenía delante. Un tipo de piel ceniza y ojos de rubí que parecía haber salido de un mal sueño o de una de esas historias de fantasmas que las abuelas contaban para asustar a los niños. Pero ahí estaba ese tal Baltazar Bonez, sonriéndole de vuelta, lo que solo hizo que Drake se sintiera algo incómodo en su presencia.
— Ni que lo digas, he estado sentado aquí 15 minutos y nadie se ha dignado siquiera a preguntarme si quiero un vaso de agua. — dijo Bonez, esbozando una sonrisa que mostraba que, a pesar de su aspecto intimidante, no era el tipo de persona que se tomaba las cosas demasiado en serio. El joven carpintero no pudo evitar sonreír de vuelta, con una chispa de pillería encendiendo en sus ojos. Era refrescante encontrar a alguien que no se dejara llevar por las apariencias, especialmente en un mundo donde todo el mundo juzgaba a los demás a primera vista, algo que Drake sabía muy bien.
Era una buena lección.
Drake Longpsan observó con cierta diversión cómo el camarero, que había estado intentando mantener la compostura, empezó a sudar frío cuando Bonez lo llamó para hacer su pedido y anotaba. No todos los días se veía a un hombre tan peculiar, más parecido a un muñeco voodoo que a un humano amenazando con arrancarle el esófago si arruinaba su orden. Pero lo que hizo que el brazos largos realmente se interesara fue la facilidad con la que Bonez manejó esa situación. No solo había intimidado al pobre mesero, sino que lo había hecho con un estilo que Drake podría imitar de cara a negociar de una forma menos sutil.
— Vaya, entonces sí era por mi físico. — dijo Bonez, con una sonrisa que mostraba más diversión que preocupación. — Seguramente creen que les echaré una maldición en el momento en que se acerquen a mí.
«¿Maldición?»
Drake soltó una carcajada, una de esas que resonaban en el pecho y se expandían en el ambiente. Algunos comensales le miraban con mala cara, no estaban acostumbrados a semejante vulgaridad en medio de una comida.
— ¡Rorohahaha! ¡Bonez, amigo, si yo tuviera tu pinta, estaría cobrando entradas para ver cómo corren despavoridos! Te lo digo, podríamos montar un negocio juntos: Ya me imagino los carteles: ¿Quieres asustar a tus vecinos? ¿Hacer que los cobradores de impuestos te dejen en paz?
Mientras el muchacho hablaba, sus manos se movían enérgicamente, dibujando en el aire un cuadro imaginario de lo que sería su supuesta idea de negocio. Era evidente que estaba disfrutando de la conversación, tanto como disfrutaba de la idea de una comida gratis.
Drake Longspan se secó las lagrimas de risa mientras estiraba su brazo derecho a la mesa de al lado, robando un bollo de pan bao. Asintió, satisfecho con las presentaciones.
— Baltazar Bonez, suena a nombre de pirata o de algún tipo de hechicero o druida de alguna isla desconocida. Pero ya que has decidido ayudarme con la cena, puedes llamarme, como te dije, simplemente Drake. Aunque si prefieres el nombre completo, es Drake Longspan, pero eso es solo si te quieres molestar en pronunciarlo todo.
El carpintero observó a Bonez por un momento, con una expresión que mezclaba curiosidad y análisis. Había algo en ese tipo que no cuadraba con la imagen que los demás parecían tener de él. Claro, era intimidante, con esa piel tan grisácea tirando a oscura y esos ojos brillantes, pero también tenía un sentido del humor afilado y una disposición para compartir, algo que no se veía todos los días. Y además, era el tipo de persona que no se dejaba asustar fácilmente, de hecho, era el la persona encargada de esos sustos, algo que Drake Longspan observaba con detenimiento, algo le hacía mantenerse alerta.
Cuando Bonez mencionó que le contaría su historia mientras disfrutaban del venado, Drake Longspan casi dio un salto en la silla.
— ¡¿Gratis?! ¡Trato hecho! Nada como una buena historia para acompañar la cena. Y si tu historia es tan jugosa como la carne que estamos por devorar, entonces esta será una de las mejores cenas de mi vida. Aunque, te lo advierto, si me dejas con la intriga, podría terminar siendo yo quien te eche una maldición. Una maldición de brazos largos. Directa del país de Kano — Dijo golpeando su puño en su venda de manera cómica.
Drake sonrió ampliamente mientras hablaba, sus palabras estaban cargadas de ese tono extrañamente bromista que usaba para cuando tenía que fingir caerle bien a alguien en la vida. Pero debajo de esa fachada de comerciante promedio, había un interés genuino en saber más sobre Bonez. No todos los días se encontraba con alguien que compartiera su desprecio por las formalidades y su amor por las buenas historias. Y aunque era cierto que estaba hambriento, tanto de comida como de compañía, también era cierto que había algo en ese hombre que no encajaba.
— Pero antes de que empieces con la historia. — continuó Drake, levantando un dedo como si estuviera a punto de hacer una gran revelación. — Déjame decirte una cosa, Bonez. Este lugar puede estar lleno de gente que no sabe cómo tratar a los demás, pero yo te digo que has encontrado a la persona adecuada para compartir la mesa. Sino porque me parece que tú y yo podríamos ser buenos camaradas... o al menos, buenos compañeros de cena.
Intentaba ganarse su confianza, ver hasta dónde podía estirar el chicle. Quería saber qué demonios era ese hombre. El luchador carpintero volvió a recostarse en la silla, estirando sus brazos por encima de su cabeza con un suspiro de satisfacción.
— Así que, adelante, Bonez. Cuéntame tu historia mientras esperamos esa carne. Y no te preocupes por los detalles, cuanto más, mejor. Me encanta una buena historia bien contada.
Mientras el muchacho esperaba que aquel tipo extraño comenzara a hablar, no pudo evitar pensar en lo afortunado que era al haber encontrado comida en un lugar como ese, se dejaba inundar por el aroma de la carne y el bullicio de los camareros, platos venían y se iban, había vida y sobretodo: Comida gratis.