Tofun
El Largo
03-09-2024, 04:40 PM
Era desesperante ver cómo se había transformado Rostock. Había pasado de ser la cuna del alcohol, la depravación y la anarquía a convertirse en un lugar pacífico, ordenado y lleno de negocios de segunda categoría que habían reemplazado a las tabernas de antes, las de verdad. Di vueltas repasando y recordando aquel lugar hasta que encontré una de las antiguas: El Infierno.
- Esto sí.
Entré dando un portazo. El lugar era un antro de mala muerte, con un camarero joven y tatuado. Evidentemente, no iba a estar el de antes; tenía 60 años cuando me encerraron. Pedí una pinta y comencé a disfrutar del ambiente, cuando minutos después recibí una grata sorpresa: mi antigua banda anti-sistema había venido a buscarme, Los Piezas. Este encuentro avivó mi memoria. Me pusieron al tanto de cómo estaban las cosas: las facciones que se repartían el pastel, cómo se trabajaba ahora, los nuevos inventos y, lo más importante, un nuevo objetivo.
Habían pasado unas horas y ya era un tontatta totalmente diferente. No solo por todo lo rememorado con mis antiguos compañeros y las nuevas promesas de un futuro trabajo, sino también porque estaba más borracho que una cuba. Ahora tenía un nuevo y valioso anillo con un grabado interior que decía "El Largo", mi apodo en la banda en mis tiempos mozos, y muchos, muchos, muchos berries. Salí de la taberna, di unos pasos hacia el centro de la calle. ¡Qué bullicio! ¿Tanto habían prosperado los negocios en aquel lugar? Cerré los ojos, estiré los brazos mientras daba un gran un bostezo y aproveché para dejar que mi mente se trasladara al pasado. Hace 35 años, estaba en estas mismas calles, disfrutando, bebiendo y f...
- ¡¡¡HMPFF!!!
Algo chocó contra mí con la fuerza de un martillo. Sentí que salía disparado elevándome en el aire. Abrí los ojos, alarmado. El suelo estaba cada vez más lejos. Un coloso avanzaba por la calle con el torso desnudo. ¡Había sido él! ¿Pero cómo podía ser tan grande? Trataba de comprender lo que sucedía mientras mi mente se quedaba obnubilada por la figura de aquel gigante, cuando de repente acabé encajado en la chimenea de uno de los edificios cercanos. Mi cuerpo descendía rebotando de una pared a otra, como si fuera una bola de pinball chocando contra los multiplicadores.
Ascendí con dificultad por la chimenea, enfurruñado y cubierto de hollín. Cuando logré asomarme, tenía la apariencia de un corcho quemado. ¡Ese se iba a enterar! Coloqué mis manos en las caderas y busqué al culpable. Con su tamaño, sería fácil encontrarlo.
- ¡EH! ¿Tengo cara de deshollinador o qué? ¡Hmprff! - Para nada era un oficio que desprestigiase. Había conocido a más de uno, y eran tipos duros, gente dispuesta a ensuciarse las manos para llevar el pan a casa, algo que sin duda valoraba. No sé quién era ese gigante, pero se las iba a ver conmigo si no tenía una buena justificación para el accidente.
- Esto sí.
Entré dando un portazo. El lugar era un antro de mala muerte, con un camarero joven y tatuado. Evidentemente, no iba a estar el de antes; tenía 60 años cuando me encerraron. Pedí una pinta y comencé a disfrutar del ambiente, cuando minutos después recibí una grata sorpresa: mi antigua banda anti-sistema había venido a buscarme, Los Piezas. Este encuentro avivó mi memoria. Me pusieron al tanto de cómo estaban las cosas: las facciones que se repartían el pastel, cómo se trabajaba ahora, los nuevos inventos y, lo más importante, un nuevo objetivo.
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Habían pasado unas horas y ya era un tontatta totalmente diferente. No solo por todo lo rememorado con mis antiguos compañeros y las nuevas promesas de un futuro trabajo, sino también porque estaba más borracho que una cuba. Ahora tenía un nuevo y valioso anillo con un grabado interior que decía "El Largo", mi apodo en la banda en mis tiempos mozos, y muchos, muchos, muchos berries. Salí de la taberna, di unos pasos hacia el centro de la calle. ¡Qué bullicio! ¿Tanto habían prosperado los negocios en aquel lugar? Cerré los ojos, estiré los brazos mientras daba un gran un bostezo y aproveché para dejar que mi mente se trasladara al pasado. Hace 35 años, estaba en estas mismas calles, disfrutando, bebiendo y f...
- ¡¡¡HMPFF!!!
Algo chocó contra mí con la fuerza de un martillo. Sentí que salía disparado elevándome en el aire. Abrí los ojos, alarmado. El suelo estaba cada vez más lejos. Un coloso avanzaba por la calle con el torso desnudo. ¡Había sido él! ¿Pero cómo podía ser tan grande? Trataba de comprender lo que sucedía mientras mi mente se quedaba obnubilada por la figura de aquel gigante, cuando de repente acabé encajado en la chimenea de uno de los edificios cercanos. Mi cuerpo descendía rebotando de una pared a otra, como si fuera una bola de pinball chocando contra los multiplicadores.
Ascendí con dificultad por la chimenea, enfurruñado y cubierto de hollín. Cuando logré asomarme, tenía la apariencia de un corcho quemado. ¡Ese se iba a enterar! Coloqué mis manos en las caderas y busqué al culpable. Con su tamaño, sería fácil encontrarlo.
- ¡EH! ¿Tengo cara de deshollinador o qué? ¡Hmprff! - Para nada era un oficio que desprestigiase. Había conocido a más de uno, y eran tipos duros, gente dispuesta a ensuciarse las manos para llevar el pan a casa, algo que sin duda valoraba. No sé quién era ese gigante, pero se las iba a ver conmigo si no tenía una buena justificación para el accidente.