Takahiro
La saeta verde
03-09-2024, 08:26 PM
(Última modificación: 03-09-2024, 08:49 PM por Takahiro.)
Verano, día 29 del año 724.
Takahiro no tenía mucha hambre a la hora del desayuno. Seguía preguntándose si alguien de la cantina estaba saboteándole el café que, en lugar de tener notas tostadas y achocolatadas, le sabía a sal con ponzoña. Era verdaderamente asqueroso. Además, hacía calor…, demasiado calor. A él le encantaban los días calurosos, pero aquel era distinto. No era un calor seco, sino que era muy húmedo, tanto que la ropa se le pegaba a la piel, haciendo que estuviera incómodo. Cualquier movimiento hacía que pareciera que estaba sudando y eso lo detestaba.
—Hay una humedad del setenta y ocho por ciento —escuchó decir a uno de los marines durante el desayuno.
«Qué barbaridad», pensó para sus adentros el peliverde, dándole un último sorbo al café como buen masoquista. Pero su abuelo le dijo que nunca dejara nada en el plato, y así lo hacía, aunque le resultara muy difícil hacerlo.
Los demás se habían marchado ya a realizar sus quehaceres, aunque no descartaba encontrarse a Atlas por el cuartel intentando escaquearse de alguna labor complicada y aburrida. Sin embargo, al salir de la cantina se topó con el nuevo miembro del grupo, Octojin. Lo cierto era que, pese a que ya había estado con él en un par de ocasiones, seguía impresionándose cada vez que lo veía. Era una bestia parda.
—¡Octojin! —alzó la voz el peliverde, aminorando el paso para acercarse a él—. ¿Qué tal la mañana? —le preguntó, mientras su vista se iba hacia un marine que estaba diciendo algo por lo bajini del gyojin—. ¡Oye, tú, cara de gorrino! —le dijo al marine, acercándose a él—. ¿Tienes algo que decirle a mi amigo?
El muchacho tragó saliva y no dijo nada. Era un individuo de apenas metro setenta, bastante delgado y con cara de que le faltaron un par de meses de gestación en el vientre de su madre. Desde la llegada de Octojin hacía dos días, se había dado cuenta de lo racistas que eran alguno de los miembros que formaban parte de la marina. Le daba asco la gente así.
—¿Me oyes? —inquirió el peliverde, chasqueando los dedos casi en su cara—. Anda, vete de aquí —volvió a girarse para el gyojin y suspiró, negando con la cabeza—. Esto esta lleno de subnormales. No entiendo como aguantas el tipo. Dime, ¿te apetece hacer algo?