Atlas
Nowhere | Fénix
03-09-2024, 08:34 PM
(Última modificación: 03-09-2024, 08:39 PM por Atlas.
Razón: Editado para corregir South por East, sorry.
)
—La primera —confesé en voz baja cuando Taka me preguntó acerca del motivo de que me encontrase allí. No llevábamos demasiado tiempo en la base, pero allí dentro pasábamos muchas horas y, cuando no tenían algo que hacer, era habitual encontrarnos juntos. Era por ello que poco a poco nos habíamos ido acostumbrando en cierta medida a las expresiones y gestos de los demás. Tal vez lo habíamos hecho más rápido de lo que sería habitual en otro contexto, pero la mayoría de las relaciones humanas se desarrollaban hacia algo como lo que había nacido entre nosotros, ¿no?
Fuera como fuese, no tardé en moverme de mi posición y dirigirme a la posición de mis compañeros, que, tomándose muy en serio la labor que nos había sido encomendada, se habían dirigido a un pintoresco grupo compuesto por un anciano, un espadachín y una espadachina. Ray ya me había presentado para cuando alcancé su posición, llegando justo en el momento para escuchar lo que decía.
—Perdón por el desorden —mentí descaradamente; uno nunca sabía si aquellas personas podrían informar a sus superiores de lo acontecido durante el día, así que debía asegurarme de quedar bien—. Había pensado en montar un pequeño recibimiento por aquí. Ya sabéis, algunas pancartas y demás, pero he calculado mal el tiempo y apenas me ha dado tiempo de empezar.
Por qué una colchoneta en medio del lugar tenía algo que ver con una bienvenida era algo que no iba a explicar No porque no quisiera, sino porque no se me ocurría un motivo convincente. ¿Y qué se hacía cuando no se encontraba una buena excusa? Muy sencillo: desviar la atención hacia otro tema. A la mayoría de personas le encantaba hablar de sí mismas, así que procedí en esa línea.
—¿Qué tal en vuestra base? ¿Hay mucho personal? La verdad es que yo todavía soy incapaz de reconocer a la mayoría de las personas con las que me cruzo a diario. Tenemos bastante rotación, sí, además de quienes usan el G-31 como posta en una ruta más larga... Eso siempre despista. Nunca he visitado el G-23, ¿qué tal por allí?
Las palabras salían atropelladamente de mi boca, casi escupidas, mientras intentaba sepultar bajo una pila de vocablos y preguntas cualquier cuestión que se hubiese materializado en su mente sobre mi estancia allí. Si mi estrategia resultaba efectiva o no era algo que sólo podría saber cuando, efectivamente, me callase y les dejase hablar. Pero ¿debía hacerlo? Sí, casi mejor que sí.
En los alrededores ambos grupos se había mezclado casi por completo, dando lugar a una uniforme marea blanca que ocupaba al completo el área de adiestramiento de la base marine en Loguetown. Según me habían comentado al poco de mi llegada —si es que no me había mentido, claro, que todo podía ser—, la isla en la que nos encontrábamos era la que tenía más presencia de la Marina en todo el East Blue. Era por ello que no era para nada infrecuente encontrar oficiales de distinta graduación, en ocasiones por encima de la de los más altos mandos de la base, que hacían de ella su centro de operaciones para las misiones que tenían asignadas.
Cuando ello sucedía, sobre todo cuando dichas visitas era realizadas por pesos pesados como los vicealmirantes, casi todo el mundo en la base se mostraba mucho más correcto y metódico de lo habitual. Luego la realidad era que en absoluto se inmiscuían en el funcionamiento interno del cuartel. Yo suponía que, por mucho que tuviesen mayor graduación, no era procedente pisotear varias veces al año a la en teoría figura de mayor autoridad del lugar. En una ocasión me habían llegado a decir que incluso un almirante había estado rondando por Loguetown durante unos días, pero jamás había llegado a verle en persona. Entre las dimensiones del recinto militar y mi tira y afloja con Shawn, había sido tarea imposible.
—Bueno, ¿queréis que os enseñemos un poco el lugar? —pregunté cuando las presentaciones y los primeros comentarios de cortesía fueron al fin intercambiados.
Fuera como fuese, no tardé en moverme de mi posición y dirigirme a la posición de mis compañeros, que, tomándose muy en serio la labor que nos había sido encomendada, se habían dirigido a un pintoresco grupo compuesto por un anciano, un espadachín y una espadachina. Ray ya me había presentado para cuando alcancé su posición, llegando justo en el momento para escuchar lo que decía.
—Perdón por el desorden —mentí descaradamente; uno nunca sabía si aquellas personas podrían informar a sus superiores de lo acontecido durante el día, así que debía asegurarme de quedar bien—. Había pensado en montar un pequeño recibimiento por aquí. Ya sabéis, algunas pancartas y demás, pero he calculado mal el tiempo y apenas me ha dado tiempo de empezar.
Por qué una colchoneta en medio del lugar tenía algo que ver con una bienvenida era algo que no iba a explicar No porque no quisiera, sino porque no se me ocurría un motivo convincente. ¿Y qué se hacía cuando no se encontraba una buena excusa? Muy sencillo: desviar la atención hacia otro tema. A la mayoría de personas le encantaba hablar de sí mismas, así que procedí en esa línea.
—¿Qué tal en vuestra base? ¿Hay mucho personal? La verdad es que yo todavía soy incapaz de reconocer a la mayoría de las personas con las que me cruzo a diario. Tenemos bastante rotación, sí, además de quienes usan el G-31 como posta en una ruta más larga... Eso siempre despista. Nunca he visitado el G-23, ¿qué tal por allí?
Las palabras salían atropelladamente de mi boca, casi escupidas, mientras intentaba sepultar bajo una pila de vocablos y preguntas cualquier cuestión que se hubiese materializado en su mente sobre mi estancia allí. Si mi estrategia resultaba efectiva o no era algo que sólo podría saber cuando, efectivamente, me callase y les dejase hablar. Pero ¿debía hacerlo? Sí, casi mejor que sí.
En los alrededores ambos grupos se había mezclado casi por completo, dando lugar a una uniforme marea blanca que ocupaba al completo el área de adiestramiento de la base marine en Loguetown. Según me habían comentado al poco de mi llegada —si es que no me había mentido, claro, que todo podía ser—, la isla en la que nos encontrábamos era la que tenía más presencia de la Marina en todo el East Blue. Era por ello que no era para nada infrecuente encontrar oficiales de distinta graduación, en ocasiones por encima de la de los más altos mandos de la base, que hacían de ella su centro de operaciones para las misiones que tenían asignadas.
Cuando ello sucedía, sobre todo cuando dichas visitas era realizadas por pesos pesados como los vicealmirantes, casi todo el mundo en la base se mostraba mucho más correcto y metódico de lo habitual. Luego la realidad era que en absoluto se inmiscuían en el funcionamiento interno del cuartel. Yo suponía que, por mucho que tuviesen mayor graduación, no era procedente pisotear varias veces al año a la en teoría figura de mayor autoridad del lugar. En una ocasión me habían llegado a decir que incluso un almirante había estado rondando por Loguetown durante unos días, pero jamás había llegado a verle en persona. Entre las dimensiones del recinto militar y mi tira y afloja con Shawn, había sido tarea imposible.
—Bueno, ¿queréis que os enseñemos un poco el lugar? —pregunté cuando las presentaciones y los primeros comentarios de cortesía fueron al fin intercambiados.