La reunión de Galhard con Lovecraft y Anko en el puerto de Loguetown fue un momento reconfortante para el marine. Aunque era un hombre sociable y siempre dispuesto a entablar nuevas relaciones, la familiaridad de sus compañeros de la base G-23 le proporcionaba una sensación de estabilidad en medio del bullicio del puerto. Estar rodeado de caras conocidas le daba la confianza necesaria para afrontar el desafío de presentarse ante los marines de la base G-31, una tarea que, aunque sencilla en apariencia, tenía una importancia simbólica en su misión de fortalecer los lazos entre ambos destacamentos.
El puerto de Loguetown, con su inmensidad y actividad incesante, era un reflejo de la importancia estratégica y económica de la isla. Para Galhard, acostumbrado a la tranquilidad de Rostock, este entorno representaba una oportunidad única de aprendizaje y expansión personal. Mientras avanzaban hacia el interior de la base, las diferencias entre las dos ciudades se hacían cada vez más evidentes. Loguetown era un lugar vibrante, con una energía palpable en el aire, una energía que Galhard estaba ansioso por canalizar en sus interacciones con los marines locales.
Al llegar al patio de entrenamiento de la base G-31, el trío de la G-23 fue recibido por un grupo de marines locales. La primera impresión de Galhard sobre Takahiro Kenshin y sus compañeros fue positiva. La postura envidiable de Takahiro, junto con la peculiar apariencia del joven de cabello blanco, despertó en él una mezcla de curiosidad y respeto. El tercer miembro del grupo, de aspecto más rudo y experimentado, completaba un trío que parecía bien equilibrado y competente.
Lovecraft, con su habitual serenidad, tomó la inciativa en las presentaciones, señalando a Galhard y Anko antes de presentarse a sí mismo aún con sus escasas palabras dado el voto de silencio que parecía tener su compañero más veterano. Galhard, sabiendo que la responsabilidad de continuar la presentación recaía en él, dio un paso adelante con una sonrisa amistosa.
—Es un placer conoceros ne he he —dijo con su voz enérgica y amistosa —Como ya habéis oído, soy Galhard. Venimos de la base G-23, una instalación más modesta que la vuestra, pero donde cada día trabajamos duro para mantener la paz en nuestra zona. Estamos muy contentos de estar aquí y aprender de vosotros.—
La mención de su base como "modesta" no era un comentario despectivo, sino una forma de resaltar la humildad y la dedicación de sus compañeros. Para Galhard, cada marine, independientemente de su rango o de las instalaciones donde servía, tenía un papel crucial en la preservación de la justicia y el orden.
Anko, con su habitual energía, siguió la introducción de Galhard con una breve pero cálida presentación. Una vez hechas las formalidades, el grupo de la G-31, liderado por Takahiro, los invitó a explorar la base. Galhard, siempre deseoso de aprender y conocer nuevos entornos, aceptó con entusiasmo la oferta.
—Nos encantaría conocer mejor este lugar y fortalecer la confianza entre nosotros, ya que vamos a compartir los mares si nos coordinamos nuestro trabajo será aun mejor—Añadió Galhard, notando cómo los marines de ambas bases comenzaban a mezclarse y a compartir experiencias. El ambiente, aunque informal, era cargado de potencial para forjar alianzas duraderas y aprender unos de otros. Cada conversación, cada gesto, era una oportunidad para fortalecer los lazos que habían venido a construir.
A medida que avanzaban por el patio de entrenamiento, Galhard no podía evitar sentir una creciente sensación de propósito. Esta experiencia no solo era una oportunidad para él y sus compañeros de la G-23 de aprender de la G-31, sino también para compartir su propia visión de una Marina más justa y unida. Para él, estos días de convivencia serían clave para sembrar semillas de cambio y fortalecer la camaradería que tanto valoraba en su carrera como marine.
El puerto de Loguetown, con su inmensidad y actividad incesante, era un reflejo de la importancia estratégica y económica de la isla. Para Galhard, acostumbrado a la tranquilidad de Rostock, este entorno representaba una oportunidad única de aprendizaje y expansión personal. Mientras avanzaban hacia el interior de la base, las diferencias entre las dos ciudades se hacían cada vez más evidentes. Loguetown era un lugar vibrante, con una energía palpable en el aire, una energía que Galhard estaba ansioso por canalizar en sus interacciones con los marines locales.
Al llegar al patio de entrenamiento de la base G-31, el trío de la G-23 fue recibido por un grupo de marines locales. La primera impresión de Galhard sobre Takahiro Kenshin y sus compañeros fue positiva. La postura envidiable de Takahiro, junto con la peculiar apariencia del joven de cabello blanco, despertó en él una mezcla de curiosidad y respeto. El tercer miembro del grupo, de aspecto más rudo y experimentado, completaba un trío que parecía bien equilibrado y competente.
Lovecraft, con su habitual serenidad, tomó la inciativa en las presentaciones, señalando a Galhard y Anko antes de presentarse a sí mismo aún con sus escasas palabras dado el voto de silencio que parecía tener su compañero más veterano. Galhard, sabiendo que la responsabilidad de continuar la presentación recaía en él, dio un paso adelante con una sonrisa amistosa.
—Es un placer conoceros ne he he —dijo con su voz enérgica y amistosa —Como ya habéis oído, soy Galhard. Venimos de la base G-23, una instalación más modesta que la vuestra, pero donde cada día trabajamos duro para mantener la paz en nuestra zona. Estamos muy contentos de estar aquí y aprender de vosotros.—
La mención de su base como "modesta" no era un comentario despectivo, sino una forma de resaltar la humildad y la dedicación de sus compañeros. Para Galhard, cada marine, independientemente de su rango o de las instalaciones donde servía, tenía un papel crucial en la preservación de la justicia y el orden.
Anko, con su habitual energía, siguió la introducción de Galhard con una breve pero cálida presentación. Una vez hechas las formalidades, el grupo de la G-31, liderado por Takahiro, los invitó a explorar la base. Galhard, siempre deseoso de aprender y conocer nuevos entornos, aceptó con entusiasmo la oferta.
—Nos encantaría conocer mejor este lugar y fortalecer la confianza entre nosotros, ya que vamos a compartir los mares si nos coordinamos nuestro trabajo será aun mejor—Añadió Galhard, notando cómo los marines de ambas bases comenzaban a mezclarse y a compartir experiencias. El ambiente, aunque informal, era cargado de potencial para forjar alianzas duraderas y aprender unos de otros. Cada conversación, cada gesto, era una oportunidad para fortalecer los lazos que habían venido a construir.
A medida que avanzaban por el patio de entrenamiento, Galhard no podía evitar sentir una creciente sensación de propósito. Esta experiencia no solo era una oportunidad para él y sus compañeros de la G-23 de aprender de la G-31, sino también para compartir su propia visión de una Marina más justa y unida. Para él, estos días de convivencia serían clave para sembrar semillas de cambio y fortalecer la camaradería que tanto valoraba en su carrera como marine.