Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
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[C-Pasado] Bestias en el mar, bestias en la selva
Octojin
El terror blanco
Octojin se encontraba sumido en una calma inusual, como si estuviese acurrucado en un rincón de la gruta que Asradi había convertido en un refugio temporal. A medida que sus ojos se ajustaban a la intensa luz que producía el fuego de la hoguera, se veía con ganas de hacer más cosas por la sirena.

Con un esfuerzo cuidadoso, y sintiendo su cuerpo todavía pesado pero decididamente más vivo que antes, el gyojin empezó a mirar la carne. La sirena había mencionado algo sobre prepararla, y, aunque no se sentía completamente recuperado, el hambre comenzaba a hacerse notar en su estómago.

Tomando el cuchillo que Asradi le había ofrecido como muestra de confianza, Octojin se acercó a los restos de la bestia que había cazado. Con manos hábiles, separó las partes más carnosas y jugosas, dejando a un lado las que no eran comestibles o al menos no tan buenas. Seguro que seguían siendo un manjar para multitud de bestias carroñeras de la zona. Una vez tuvo bien separada la carne, se acercó hacia el fuego.

El calor de la hoguera hacía que su piel escamosa se secara rápidamente, y aunque estaba lejos del océano, aquel acto de preparar la comida le traía una especie de satisfacción primitiva, algo que resonaba profundamente con su naturaleza de gyojin.

Habilidosamente, colocó los trozos de carne sobre unas piedras planas alrededor del fuego, vigilando cómo el calor comenzaba a cocer la carne. El aroma era embriagador, y a pesar de su debilidad reciente, se sentía cada vez más en su elemento, trabajando con los recursos que la isla les ofrecía.

Cuando Asradi comentó que la carne estaba lista, Octojin usó el cuchillo para retirar los pedazos del fuego, repartiéndolos equitativamente aunque con la sospecha de que la sirena no comería tanto como él. Sin embargo, la cortesía demandaba ofrecerle la misma cantidad. Ya pasaría su apetito más tarde si es que sobraba algo.

Sentados alrededor de la hoguera que Asradi había encendido, el escualo se preparaba para disfrutar de la comida que ambos habían trabajado en preparar. A pesar de su naturaleza de gyojin y su habitual indiferencia hacia los refinamientos del comer en la superficie, la presencia de la sirena lo impulsaba a adoptar un comportamiento ligeramente más civilizado de lo habitual.

Con cuidado, tomó un trozo de carne con las manos, recordando brevemente cómo los humanos utilizaban utensilios para estas tareas. No tenía tenedor y únicamente había un cuchillo que el tiburón, en un nuevo gesto cortés, ofreció a la sirena. Por lo que sin utensilios para ello, el tiburón se esforzaba por no desgarrar la carne con demasiada ferocidad.

Cortó pedazos más pequeños de lo que normalmente hubiera considerado necesario, llevándoselos a la boca con un intento consciente de masticar con la boca cerrada. A pesar de estos esfuerzos, el jugo de la carne ocasionalmente se escapaba, corriendo por las comisuras de sus labios, lo que le obligaba a limpiarse con el dorso de la mano, una imagen que contrastaba con su intento de mantener cierta compostura.

Entre bocado y bocado, lanzaba miradas furtivas hacia Asradi, buscando señales de desaprobación o al menos algún indicio de cómo estaba manejando la situación. Cada vez que la sirena parecía concentrada en su propia comida, Octojin se permitía relajar un poco su rigidez y mordía con un poco más de su natural voracidad, aunque siempre volvía a la compostura tan pronto como sentía los ojos de la sirena sobre él.

A pesar de sus mejores esfuerzos, en un par de ocasiones, un mordisco particularmente jugoso le hacía emitir un sonido de satisfacción más gutural de lo que hubiera querido. Se apresuraba entonces a cubrirse la boca, murmurando una disculpa antes de volver a su forma más controlada.

Este intento de balance entre su naturaleza y la cortesía que quería mostrar ante Asradi creaba una danza algo torpe pero sincera, demostrando su respeto y aprecio por la compañía de la sirena, aunque no pudiera ocultar completamente su esencia más salvaje y primal.

Mientras comían, el gyojin no pudo evitar sentir una profunda nostalgia. La conversación con la sirena sobre sus propios deseos de encontrar un lugar en el mundo resonaba con sus propias inquietudes. Era triste pensar que muchos habitantes del mar se veían forzados a vagar sin rumbo fijo, buscando un sentido de pertenencia en un mundo que a menudo parecía rechazar su existencia. Aunque la conversación tenía un tono ligero, Octojin sentía el peso de sus palabras, y eso le conectaba aún más con la sirena.

Mientras la noche caía sobre la isla Momobami, Octojin se sentía agradecido por la compañía de Asradi. Aunque el mundo fuera hostil, en ese momento, en esa gruta, con el fuego chisporroteando y los sonidos nocturnos de la isla envolviéndolos, parecía que podían enfrentarse a cualquier cosa, juntos. Su resolución se fortalecía; el viaje hasta ahora había sido duro, pero la presencia de Asradi le recordaba que aún había belleza y camaradería en el mundo, incluso para un gyojin como él.

—Venga, es tu momento de descansar. Yo me encargo de recoger todo esto—comentaría el tiburón una vez terminasen de comer. La sirena se había ganado un descanso y que él hiciese algo por ella.
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RE: [C-Pasado] Bestias en el mar, bestias en la selva - por Octojin - 04-09-2024, 10:05 AM

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