Takahiro
La saeta verde
04-09-2024, 06:02 PM
El sol apenas había salido por el horizonte de las cosas de Loguetown, cuando la grabación de una trompeta sonó con fuerza por los altavoces de cuartel de la marina del G-31. Se trataba de un día menos calurosos que los anteriores, con un nivel de humedad bastante bajo. Los reclutas y algunos soldados rasos ya se encontraban en formación, con su uniforme bien puesto y algunas lagañas que no se habían marchado durante la ducha matinal.
—¡Ya sabéis cual es la misión de hoy! —alzó la voz el peliverde, que por su posición como sargento le habían asignado un grupo de marines para realizar tareas—. Primero, desayunad y luego… ¡os toca dejar este lugar tan limpio y pulcro como los recuerdos de vuestra primera novia, ¿estamos?
—¡Señor, sí, señor! —gritaron al unísono.
—¡Pues al lío!
No había mucho tiempo para el desayuno, apenas unos quince minutos desde que se sentaron en la mesa, casi cronometrados con reloj de la cantina. Un suboficial se encargaba de ello. Los soldados limpiaban la puerta de la guardia del arsenal, que estaba cerrada con llave para que no ocurriera ninguna desgracia. Takahiro, como buen líder, les ayudaba a limpiarlo. Iba vestido con su atuendo típico, que mezclaba la cultura wanense con la de arabasta. ¿La excusa? Que no quería manchar el uniforme, ya que solo tenía dos y uno se encontraba en la lavandería.
—No hace falta que os canséis tanto, muchachos —les dijo el sargento—. Que mientras antes acabéis antes os envían a otro lado. Tenéis que aprender a dosificar el trabajo, que quien mucho abarca poco aprieta.
No tenía ganas de que le enviaran a limpiar otra sección del cuartel. Una cosa es que estuvieran motivados, pero otra era querer trabajar de más. A él no le gustaba liderar, pero era lo que le tocaba en aquel momento.
Entonces, un marine apareció con un mensaje para Taka: había ido citado por la Teniente Ophelia, seguramente para alguna incursión con algunos de sus hombres. El marine chasqueó la lengua, pensando en que era la primera vez que haría algo de eso sin su equipo de siempre —Atlas, Ray, Camile, Masa y Octojin—, no obstante, era consciente que no iba a tener la suerte de estar continuamente con los mismos. Así que, mandó a sus hombres volver al barracón para organizarse, mientras que él se iba a la sala de exposiciones.
—Os quiero en media hora en el patio, ¿entendido? —alzó la voz—. El Soldado Raso Joe queda al mando en mi ausencia.
—¡Sí, mi sargento!
—¡Rompan filas!
* * * * *
No se demoró mucho en llegar a la sala exposiciones, pero intuyó que los invitados ya se encontraban dentro al no haber nadie fuera. Golpeó la puerta con el nudillo un par de veces y entró. En su interior había marines de diverso rango, desde oficiales hasta sargentos. Ojeó para ver si alguno de sus amigos estaba por casualidad, pero no fue así.
«¡Ostras, un león bípedo! ¿Será un zoan o un miembro de la tribu mink?», pensó para sus adentros.
La explicación de la misión había quedado clara, sin embargo, tenía muchas dudas al respecto. ¿Cómo un comandante no era capaz de capturar a un triste pirata que no había estado en el Grand Line? ¿Qué clase de pirata será ese Montazano? ¿Será Bryan un traidor? Todas preguntas sin una respuesta clara.
—¡Por cierto, señor! —alzó la voz el peliverde, sin saber si llamarla señora—. ¿No cree que seria mejor, en lugar de acercarnos con el navío ligero, aprovechar la subida de la maría para adentrarnos en aquella isla con un bote? —preguntó en cuanto terminó de hablar—. De madrugada la marea suele tener siempre una subida considerable. Sería el momento ideal para adentrarse en la isla con un bote e ir en busca del comandante Bryan y traerlo de vuelta junto a sus hombres. Un grupo pequeño, formado por tres o cuatro marines que sepan desenvolverse bien en lugares hostiles. Creo que sería lo idóneo, señor —hizo una pausa—. Con una buena comunicación por den den mushi sería suficiente.
No sabía como respondería a su pregunta, así que mantuvo un porte sereno y recto, mirando a los ojos al felino bípedo que tenía frente a él. Tras su respuesta, iría con su pelotón, el cual estaba esperando en el patio. Nada más llegar se pusieron firmes, a lo que el peliverde les mandó descansar. Les daría la información necesaria, ni más ni menos, ya que muchas veces es mejor omitir información para evitar preguntas indiscretas.