Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[C-Pasado] La edad del pavo
Octojin
El terror blanco
Día 5 de Otoño del año 714
El viento salado acariciaba las escamas del tiburón mientras se acercaba lentamente a las costas de la isla en la que acababa de desembarcar. Parecía ser la Isla de Down, aunque lo cierto es que no lo tenía muy claro. El sol se encontraba ya en su cima más alta, lo cual hacía que se proyectase una luz cegadora sobre la superficie del océano. Después de varios días navegando en solitario, apenas había podido capturar algún pez para sobrevivir, por lo que llegó hambriento. Durante varios días el agua del mar había sido su única compañía, aunque aquello acababa de terminar. Por fin divisaba tierra firme. Sus músculos, tensos por el esfuerzo prolongado, estaban agotados, pero la promesa de descansar en un lugar nuevo lo empujaba a seguir.
 
El habitante del mar estiró sus piernas a la par que hacía lo propio con sus brazos. Un ligero bostezo hizo que se llevase la mano a la boca por instinto. Los últimos meses habían sido una constante de aventuras, que en ocasiones significaban peligros. El imponente tiburón había aceptado que la soledad era una vida que había elegido, y el mar siempre ejercía como su refugio. Aunque no todo era negativo, era el propio mar el que también traía consigo momentos de incertidumbre y agotamiento. Por ejemplo, las tormentas repentinas y las corrientes traicioneras lo habían desviado de su curso en varias ocasiones, hasta que al fin logró vislumbrar el perfil difuso de tierra firme entre la niebla de la mañana.
 
A medida que el tiburón se acercaba, las formas comenzaron a definirse. No era una costa cualquiera, ni un puerto como los muchos que había visitado antes. Esa parte de la isla, Gray Terminal, era todo lo contrario a la idea de un lugar acogedor. En vez de un muelle bien construido, lo que se veía desde lejos era una especie de caos organizado, con montañas de desechos y chatarra que se apilaban hasta donde alcanzaba la vista. Grandes montones de basura parecían crecer sin control, formando verdaderas colinas de objetos olvidados, fragmentos de metal, madera podrida y restos de viejos navíos.
 
El aire tenía un olor peculiar. No era el olor limpio y salado del mar que tanto conocía, sino una mezcla de metal oxidado, cenizas y algo más indefinido pero penetrante, quizá aquello fuese hasta parcialmente nocivo. Octojin arrugó el morro mientras se preparaba para desembarcar, nadando con fuerza hasta alcanzar las aguas poco profundas. Sentía cómo sus aletas lo empujaban hacia adelante con la fuerza que solo el agua podía ofrecerle. Cada brazada lo acercaba a lo desconocido.
 
Y por fín, sus pies tocaron tierra. Con un par de movimientos firmes, el habitante del mar emergió del agua, sacudiendo de su cuerpo las gotas de agua y notando cómo sus músculos empezaban a estar algo entumecidos del viaje a medida que se iban enfriando. El contraste entre la frescura del océano y la cálida atmósfera de Gray Terminal era más que evidente, y era una sensación que no gustaba nada al gyojin, que se llevó la mano derecha a la frente para retirarse el sudor. En el horizonte, las montañas de chatarra se alzaban ante su vista, siendo un testimonio del abandono y el desprecio de quienes habían considerado ese lugar como un vertedero de todo lo inútil. Era una pena que un sitio como aquél estuviese así. Una sensación de impotencia rondó al escualo, que apretó el puño.

—Es increíble… —murmuró para sí mismo, observando el caos apilado que parecía extenderse hasta el infinito de la zona. Era la primera vez que veía algo tan vasto y desolador. No había oído hablar de Gray Terminal antes, y verlo en persona era algo completamente chocante.
 
El terreno bajo sus pies era una mezcla de arena, grava y desechos de todo tipo. Octojin avanzaba con paso pesado, cada movimiento le recordaba el cansancio acumulado de los días anteriores. Su mirada recorría la montaña de chatarra, intentando comprender el orden —si es que había alguno— en ese caos. Veía partes de barcos descompuestos, piezas de maquinaria que ya no cumplían ninguna función, y restos de lo que alguna vez fueron herramientas o artefactos útiles. Pero todo estaba roto, deshecho, olvidado. El gyojin se preguntó si aquél era su lugar. Al fin y al cabo, él también era un deshecho olvidado por los suyos. Aunque al menos no estaba roto.
 
De vez en cuando, entre los montones de chatarra, vislumbraba movimiento. Eran figuras rápidas, sombras que parecían moverse entre los desechos. Gente que vivía o trabajaba en ese lugar, aunque él no alcanzaba a ver sus rostros. Estaban demasiado lejos, y su atención estaba más centrada en el paisaje que lo rodeaba, que no dejaba de llamarle.
 
La sensación de decadencia era palpable. El lugar estaba impregnado de una energía que no había sentido antes en ninguno de sus viajes. Había algo triste y oscuro en todo lo que veía, como si Gray Terminal no solo fuera un vertedero físico, sino también el lugar donde las esperanzas y los sueños iban a morir. Allí se sintió por un momento destinado a vivir, olvidado y lejos de la civilización, como aquél que zarpa al mar con un montón de sueños pero se le van haciendo añicos poco a poco.
 
A pesar de su fatiga, Octojin continuó caminando, observando con curiosidad el panorama que lo rodeaba. Se detuvo frente a una pila de metal oxidado, donde se asomaban las hélices rotas de un barco que probablemente había visto mejores días. La madera astillada y los clavos oxidados contaban la historia de una embarcación que alguna vez surcó el océano, pero que ahora yacía allí, olvidada. Sus dedos ásperos rozaron la superficie, sintiendo la textura áspera y desgastada. Era un testimonio del paso del tiempo y del desprecio de la civilización hacia lo que ya no consideraba útil.
 
El silencio del lugar, interrumpido solo por el ocasional chirrido de metal o el crujido de algo bajo sus pies, lo llevó a pensar en su propia travesía. Había navegado por muchas islas, había visto muchas costas, pero ninguna como aquella. Gray Terminal era un recordatorio de cómo el mundo podía desechar sin pensar dos veces lo que ya no servía. En cierto modo, no era tan diferente de lo que muchos humanos pensaban de los suyos, de los gyojin. Ellos también eran rechazados, apartados, considerados peligrosos o inferiores por muchos.
 
La sensación de aislamiento que siempre había sentido en tierra firme, se intensificaba en ese lugar. Los gyojin como él, aunque pertenecientes al mismo mundo, rara vez eran aceptados entre los humanos. Pero allí, en Gray Terminal, donde todo estaba roto, donde nadie miraba con respeto a lo que lo rodeaba, Octojin se sentía un poco menos fuera de lugar. Allí, en medio de la basura, al menos las montañas de chatarra no lo juzgaban ni sentía miradas críticas.
 
Con un suspiro, miró hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a descender lentamente, tiñendo el cielo con colores anaranjados y rosados. Las sombras de las montañas de desechos se alargaban, creando formas aún más siniestras. Aunque no había planeado quedarse mucho tiempo, algo le decía que debía permanecer allí por un tiempo. No sabía exactamente qué lo impulsaba a hacerlo, pero había una sensación en su interior que le decía que ese lugar, por caótico que fuera, tenía algo que enseñarle.
 
Miró de nuevo las sombras que se movían a lo lejos entre los montones de basura. Tal vez esas personas tenían historias que contar. Tal vez encontraría algo útil entre los desechos, algo que podría darle una pista sobre su próximo destino. O tal vez, simplemente, se quedaría aquí, observando el caos, mientras recuperaba sus fuerzas.
 
Se acomodó sobre una pila de maderas viejas, observando cómo el sol seguía su lento descenso. Mientras su mente divagaba, sintió que, por primera vez en días, su cuerpo comenzaba a relajarse. Estaba cansado, sí, pero estaba en tierra firme. Al menos por un tiempo. Sus músculos tensos se aflojaron lentamente mientras permitía que el cansancio lo invadiera.
 
Gray Terminal, pensó. Un lugar donde todo parece estar en descomposición, pero donde, de alguna manera, todo sigue existiendo. Ese lugar, aunque desolador, tenía su propia vida. Y de alguna forma, él también formaba parte de ella ahora.
 
La idea le parecía extraña, pero tal vez no tan errada.
#1


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[C-Pasado] La edad del pavo - por Octojin - 04-09-2024, 06:47 PM
RE: [C-Pasado] La edad del pavo - por Octojin - 05-09-2024, 11:26 AM
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