¿Sabías que…?
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Marine siempre tienen buena mercadería
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Alejado ya varios puestos de donde adquirí el dial de destello por Galhard, seguí recorriendo los diferentes negocios montados en la plaza del puerto. Como va venía contemplando momentos antes, el jolgorio que surgía entre los trueques y las ventas, no trascendían a malentendidos de ningún tipo, algo que convenía para conformar la estabilidad del sitio. Me deslicé entre quienes iban en contra de mi dirección, alternando mis pasos para evitar el choque contra los civiles y mercaderes de la zona, el vocerío aplacaba el sonido del oleaje y el graznido de las gaviotas, que posadas sobre tejados y postes, esperaban su oportunidad para lanzarse hacia algo de la comida que también se movía en el mercado.

La variedad de este venía siendo bastante extensa, antes de adquirir el dial, pude dar buena cuenta de ello, y mientras continuaba la ruta por las secciones de este, el género seguía creciendo en variedad. Sabía, por mi educación, de las oscuras garras que el comercio podía tener y que causaba en las personas, siendo que muchas de estas, por los motivos que fueran, caían presas en todo tipo de vacíos generados con las deudas, compras compulsivas, vicios, especulación u otro tipo de asuntos de nefasta moral, pues los intereses de cada uno se apoderaban de la persona, y la avaricia aparecía para dominar el sentido común o los rasgos de humanidad que teníamos.

Por mi parte, el hecho de no estar ya en el templo e inmiscuirme en las corrientes culturales del lugar, facilitaron mi adaptación en el pueblo de Rostock, asimilando su proceder con el tema que acontecía. Sin embargo, yo también era un ser humano más en este mundo, y a pesar de mis mantras y doctrinas del templo, podría desviarme del riguroso rumbo que como monje debía de tomar en tales asuntos, por ello, la compra y venta de mis enseres personales debía de ser vista con autocrítica y responsabilidad, adquiriendo los mínimos riesgos en aras de no desviarme del recto camino de la templanza.

No obstante, sabía que vivir allí te obliga a adoptar ciertas medidas, tanto mi cargo en la marina como mis metas vitales, debían de ser reforzadas con todos los recursos a mi alcance, por lo que, llevándome la mano a las nudilleras que guardaba desde hacía tiempo, me di cuenta de que el desgaste de estas por las largas jornadas de entrenamiento, comenzaban a dejarlas en un estado en el que su función comenzaba a peligrar. Las tomé mientras seguía caminando, pasando las yemas de mis dedos por los cantos de estas comprobando su avanzado estado de desgaste. Podría ampliar su vida útil, pero no quería correr el riesgo, y seguro que en todo el mercado habría alguien que tuviera unas con las que pudiera apañarme como es debido.

Avancé un poco más detenidamente fijándome en que clase de elementos estaban a la venta en cada uno de los puestos de los comerciantes. Ahora, sí que empezaba a lamentar más el hecho de no tener la cartera encima, pues desconocía si todos allí aceptarían un cheque para canjearlo en mi cuenta para poder compensar la venta que hiciera, si es que había. Pensé incluso hasta de volver al puesto de Galhard, pues quizá él pudiera ayudarme a pesar de que no vi en su mesa que ofreciera unas nudilleras que me convencieran, sin embargo, quizá existía la posibilidad de que conociera a alguien que si las tuviera. No era tan mala idea.

No quise volver sobre mis pasos, pues vi más acertado rodear la manzana de puestos para seguir comprobando lo que podían ofrecerme, al menos así, podría peinar la zona hasta llegar al compañero de melena castaña. Aunque para mi sorpresa, en un pequeño puesto, algo más menudo que los demás de la plaza, se ofertaban unas nudilleras que llamaron mi atención. Eran unas vendas con refuerzo para la mano, conforme me fui acercando aumentaba mi interés en ellas al poder ver que aparentemente tenían un buen estado, las costuras estaban perfectas, sin señales de desgaste y por un precio que podía permitirme.

Alcé los ojos para ver quién era el que regentaba el humilde puesto, cuando un chico se encontraba allí, debía de tener una veintena de años, un cabello liso y negro como el azabache y unos ojos bastantes particulares. Le dediqué una correcta reverencia como saludo, y acto seguido levanté mi mano derecha para señalar con el dedo índice las vendas para preguntar por ellas.

- ¿Cuánto valen? -

Le pregunté, en una primera instancia, para conocer el precio que tenían. Tras ello, recordé el otro dial que tenía, me era bastante apreciado dada su capacidad bélica, sin embargo, las nudilleras tenían otro tipo de preferencia para mí, pues protegían y mejoraban mis manos, y ambas eran sumamente importantes. Se me ocurrió ofrecérselo al joven, por ello lo saqué con la mano contraria y se lo enseñé por si estaba interesado en él.

- ¿Intercambiamos? -

Terminé ya por preguntarle. Desconocía el precio de las nudilleras, y si el chico estaba interesado en el dial, no obstante, estaba dispuesto si no a ofrecer algo más de berrys para compensar el trueque. ¿Lo estaría el chico también?
#20
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RE: Marine siempre tienen buena mercadería - por Gautama D. Lovecraft - 04-09-2024, 06:56 PM

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