Takahiro
La saeta verde
04-09-2024, 08:59 PM
Todo era un absoluto caos.
Los cuatro novicios de la marina del gobierno mundial no tardaron mucho en vislumbrar desde la lejanía como una columna de humo, tan negro como la misma turba, que ascendía rápidamente en línea vertical hacia el cielo, difuminándose al superar una altura determinada. Aquella humareda se podía ver desde cualquier punto de la isla, por lo que el desorden y la anarquía iba a inundar la isla más pronto que tarde.
—Esto va a ponerse muy feo —comentó el peliverde, haciendo uso de su excelente velocidad para aminorar el ritmo y llegar cuanto antes a la escena del delito.
A medida que se iba acercando, la temperatura aumentaba considerablemente, haciendo que hubiera personas que se fueran de allí sin mirar hacia atrás. Los bomberos, ayudado por marines y algunos valientes ciudadanos, usaban mangueras para intentar sofocar el fuego, pero parecía insuficiente. En aquel momento, Takahiro no sabía que hacer. Quería ayudar a mitigar el fuego, también quería socorrer a las personas que estaban intentando marcharse de allí. Durante un breve instante se quedó en blanco, sin saber que hacer, sumido en un bucle de pensamientos que le impedían reaccionar.
No fue hasta que la aterciopelada voz de Ray que le hizo volver a la realidad.
—¿Perdona? —musitó el espadachín, golpeándose la cara justo después para espabilarse—. Sí. Me parece bien —le contestó.
El plan de acción que había ideado Ray en un santiamén estaba claro: el rubio iba a inspeccionar los alrededores de la edificación en llamas, en busca de…, en busca de algo. La grandullona se iba a encargar de organizar la salida de los civiles de la zona de peligro e intentar que ninguno de ellos se hiciera el héroe y pereciera en el intento. Por otro lado, Ray iba a vigilar el comportamiento sospechoso de unos individuos que se encontraban extrañamente tranquilos. Mientras que él, iba a hacer uso de su labia y encanto natural para hablar con el oficial que parecía estar a cargo de todo, no muy lejos de su posición.
—¡A sus órdenes, mi sargento! —le dijo, tratando de aliviar la tensión del ambiente con su gracia natura y despreocupación natural. Sin embargo, el gesto de su cara lo delataba. Estaba muy preocupado por la situación en la que estaban metidos. Algo seguía oliéndole raro ahí, y no era el humo. Finalmente, dijo unas palabras—: Tened cuidado, ¿vale? Que de héroes está lleno el cementerio —comentó—. En serio, no hagáis nada que pueda poneros en peligro. Tú tampoco, intento mal hecho de ser humano —le dijo a la Oni.
Tras ello, se dio media vuelta y se fue caminando rápidamente hacia el lugar en el que estaba el oficial de la marina. Por sus ropajes, parecidos a los de la capitana Montpellier, debía ser un capitán o un comodoro. Se encontraba haciendo varios ademanes con las manos, dando órdenes por doquier a los marines que iban con él. Una vez estuvo lo suficientemente cerca hizo el saludo militar y se presentó.
—¡Sargento Takahiro Kenshin a su servicio, señor! —exclamó en voz alta, haciendo el saludo marine lo más correcto posible. Una vez las presentaciones estuvieran hechas, las cuales serían algo más o menos rápido, continuaría hablando con el capitán. Le contaría las acciones que habían tomado el resto de sus compañeros, haciendo hincapié en los individuos que estaba vigilando Ray—. ¿Cuál es el plan de acción? —preguntaría, para luego hacerle saber sus impresiones—: Hay algo que me huele a chamusquina, capitán. Yo estuve presente en el último intento de atentado y fue muy distinto. Era de noche, a una hora en la que nadie decente estaba en la calle, como si su plan fuera hacerlo de forma sutil y sin testigos. Pero esta vez es diferente. Ha sido a plena luz del día, casi en hora punta, causando mucho ruido, demasiado caos… —su tono de voz se tornó algo más reflexivo—. Como si quisieran que empleáramos nuestros recursos y volcáramos toda nuestra atención en este —continuaría diciendo, alzando la mirada, haciendo un leve ademán con la mano para acariciarse la barbilla—. ¿Hay algo más oculto en la isla que alguien como yo no debiera saber? —preguntaría.
Los cuatro novicios de la marina del gobierno mundial no tardaron mucho en vislumbrar desde la lejanía como una columna de humo, tan negro como la misma turba, que ascendía rápidamente en línea vertical hacia el cielo, difuminándose al superar una altura determinada. Aquella humareda se podía ver desde cualquier punto de la isla, por lo que el desorden y la anarquía iba a inundar la isla más pronto que tarde.
—Esto va a ponerse muy feo —comentó el peliverde, haciendo uso de su excelente velocidad para aminorar el ritmo y llegar cuanto antes a la escena del delito.
A medida que se iba acercando, la temperatura aumentaba considerablemente, haciendo que hubiera personas que se fueran de allí sin mirar hacia atrás. Los bomberos, ayudado por marines y algunos valientes ciudadanos, usaban mangueras para intentar sofocar el fuego, pero parecía insuficiente. En aquel momento, Takahiro no sabía que hacer. Quería ayudar a mitigar el fuego, también quería socorrer a las personas que estaban intentando marcharse de allí. Durante un breve instante se quedó en blanco, sin saber que hacer, sumido en un bucle de pensamientos que le impedían reaccionar.
No fue hasta que la aterciopelada voz de Ray que le hizo volver a la realidad.
—¿Perdona? —musitó el espadachín, golpeándose la cara justo después para espabilarse—. Sí. Me parece bien —le contestó.
El plan de acción que había ideado Ray en un santiamén estaba claro: el rubio iba a inspeccionar los alrededores de la edificación en llamas, en busca de…, en busca de algo. La grandullona se iba a encargar de organizar la salida de los civiles de la zona de peligro e intentar que ninguno de ellos se hiciera el héroe y pereciera en el intento. Por otro lado, Ray iba a vigilar el comportamiento sospechoso de unos individuos que se encontraban extrañamente tranquilos. Mientras que él, iba a hacer uso de su labia y encanto natural para hablar con el oficial que parecía estar a cargo de todo, no muy lejos de su posición.
—¡A sus órdenes, mi sargento! —le dijo, tratando de aliviar la tensión del ambiente con su gracia natura y despreocupación natural. Sin embargo, el gesto de su cara lo delataba. Estaba muy preocupado por la situación en la que estaban metidos. Algo seguía oliéndole raro ahí, y no era el humo. Finalmente, dijo unas palabras—: Tened cuidado, ¿vale? Que de héroes está lleno el cementerio —comentó—. En serio, no hagáis nada que pueda poneros en peligro. Tú tampoco, intento mal hecho de ser humano —le dijo a la Oni.
Tras ello, se dio media vuelta y se fue caminando rápidamente hacia el lugar en el que estaba el oficial de la marina. Por sus ropajes, parecidos a los de la capitana Montpellier, debía ser un capitán o un comodoro. Se encontraba haciendo varios ademanes con las manos, dando órdenes por doquier a los marines que iban con él. Una vez estuvo lo suficientemente cerca hizo el saludo militar y se presentó.
—¡Sargento Takahiro Kenshin a su servicio, señor! —exclamó en voz alta, haciendo el saludo marine lo más correcto posible. Una vez las presentaciones estuvieran hechas, las cuales serían algo más o menos rápido, continuaría hablando con el capitán. Le contaría las acciones que habían tomado el resto de sus compañeros, haciendo hincapié en los individuos que estaba vigilando Ray—. ¿Cuál es el plan de acción? —preguntaría, para luego hacerle saber sus impresiones—: Hay algo que me huele a chamusquina, capitán. Yo estuve presente en el último intento de atentado y fue muy distinto. Era de noche, a una hora en la que nadie decente estaba en la calle, como si su plan fuera hacerlo de forma sutil y sin testigos. Pero esta vez es diferente. Ha sido a plena luz del día, casi en hora punta, causando mucho ruido, demasiado caos… —su tono de voz se tornó algo más reflexivo—. Como si quisieran que empleáramos nuestros recursos y volcáramos toda nuestra atención en este —continuaría diciendo, alzando la mirada, haciendo un leve ademán con la mano para acariciarse la barbilla—. ¿Hay algo más oculto en la isla que alguien como yo no debiera saber? —preguntaría.