Muken
Veritas
05-09-2024, 05:59 AM
La tempestad se abalanzó sobre el mar como una bestia enfurecida. El viento, convertido en un látigo invisible, azotaba la cubierta del barco con furia, arrancando tablas y esparciendo escombros por el aire. Las olas, hinchadas y espumosas, se levantaban como murallas de agua, chocando con el casco con un estruendo ensordecedor. Cada impacto sacudía la embarcación hasta sus cimientos, haciendo crujir la madera envejecida. El cielo, antes de un azul intenso, se había oscurecido hasta convertirse en una inmensa boca que devoraba la luz. Rayos zigzagueantes surcaban la oscuridad, iluminando fugazmente el mar embravecido y los rostros pálidos de los marineros. Los truenos, como el rugido de un dragón enfurecido, retumbaban en el cielo, ensordeciendo a los hombres y ahogando sus gritos. La lluvia caía a cántaros, transformando la cubierta en un río caudaloso. El agua, fría y penetrante, empapaba hasta los huesos a los marineros, que luchaban desesperadamente por mantener el rumbo. La visibilidad era casi nula, y la sensación de estar a merced de los elementos era abrumadora. Un olor a sal y a yodo impregnaba el aire, mezclado con el aroma acre del miedo. Los marineros, curtidos por el mar, sentían un nudo en el estómago que les apretaba el corazón. Sabían que estaban enfrentando una de las peores tormentas que habían visto en sus vidas.
- ¡Excelente tormenta?! – gritaba Muken mientras se encontraba ayudando en la cubierta, para evitar que el navío se hunda. Las olas eran cada vez más grandes, pero Jack el capitán del barco, un antiguo lobo de la marina no se dejaría vencer por una pequeña briza. - ¡Muken, maldito hijo de perra ven aquí inmediatamente y deja de gritas, que ese es mi trabajo! – el joven tirador no dudo ni un segundo y se empezó a mover hacia donde se encontraba el capitán. Aunque el constante movimiento del barco aumentaba la dificultad de movimiento. Sujetándose de donde podía Muken se presentaba ante el capitán - ¡Si mi capitán! - Jack sin perder tiempo estiro su mano e intento golpear a Muken -Tu maldito niño, sino fuera por tu abuelo no te hubiera contratado para este viaje. – agarrando fuertemente el timón – necesito que vigiles la carga, haz que esos buenos para nada aten la mercancía, por cada caja rota les descontare el 70% de sus ganancias, así que tengan cuidado con lo que hacen. - Una vez obtuvo sus órdenes, Muken se abrió paso nuevamente por la proba hasta llegar a la entrada de los suministros. – ¡¡¡Aten todo ahora!!! – grito Muken mientras se dirigía a una caja cerca de el que se encontraba a punto de caer. La tormenta continua durante toda la noche, pero al amanecer las nubes se empezaron a disipar en el horizonte el sol mostraba su presencia. - ¡Tierra a la vista! - gritaba un marinero.
“Perlas” no tardo mucho en llegar al puerto -Atente bien esas cuerdas, suelten el ancla y suban las velas, muévanse escoria que no tengo todo el día. – las poderosas palabras del capitán Jack alentaban a sus ya cansados marineros. Muken por su parte se encontraba durmiendo sentado en el baño, paff paf paff -abre la puerta maldito hijo de puta, hay trabajo que hacer- gritaba uno los marinos, esperando que el baño se desocupara. Abriendo la puerta, el joven tirador empieza a moverse en dirección a la proa, el sol golpeaba en sus ojos al igual que el fresco aire que se generó después de una lluvia eléctrica. Inhalando una gran bocanada de aire el joven lleno sus pulmones de aire, para luego largar un fuerte grito -¡¡¡EH VUELTO LOGUETOWN!!!- sus compañeros de viaje ya acostumbrados al joven ignoraron su grito y siguieron con sus labores. Desde su derecha se acerca el capitán -Aquí tiene tu parte, gracias por proteger la carga niño. – asintiendo con la cabeza Muken toma el dinero para luego despedirse del capitán y de sus compañeros de viaje. Ha pasado un largo tiempo ya desde el accidente en LA FORTALEZA y el terrible exceso de entrenamiento, el cual provoco graves daños a la sala prestada por Billy, quien le cobro hasta el último berries a Muken. Observando su bolsa de monedas -Creo que con esta cantidad ya terminare de pagarle todo lo que le debo a Billy, maldito anciano. Incluso cuando le pedí perdón me obligo a pagarle todo el daño que claramente ya tenia el lugar. – soltando un suspiro el joven guarda la bolsa con sus ganancias y tomo un caramelo de su bolsillo el cual al desenvolver lo llevo de inmediato a la boca. -Frutilla, mi favorito.- comento en vos baja.
Al tocar puerto el aire puro se vio viciado automáticamente, ahora la orina que se colaba por las rendijas de las tablas que tapiaban las ventanas de las casas abandonadas, mezclándose con el aroma acre del alquitrán que emanaba de las embarcaciones amarradas en el muelle destrozaban el ambiente a pedazos. Los callejones, estrechos y tortuosos como entrañas de bestia, serpenteaban entre montañas de basura y escombros, creando un laberinto donde la luz del sol apenas lograba penetrar. En las sombras, como ratas acurrucadas en sus madrigueras, se agazapaban decenas de figuras andrajosas, sus ojos como brasas incandescentes en la oscuridad. Eran los náufragos de la vida, los descartados por la sociedad, los que habían tocado fondo y luchaban por aferrarse a un hilo de esperanza. Sus rostros, surcados por arrugas profundas y marcadas por la dureza de la vida, contaban historias de penurias y sufrimientos. Muken los quedo observando un rato pues la gran mayoría actuaba de forma extraña como si estuvieran esperando que pasara algo.