¿Sabías que…?
... el Reino de Oykot ha estrenado su nueva central hidroeléctrica.
[C-Presente] Los favores se pagan con comida
Octojin
El terror blanco
Octojin no pudo evitar tener una amplia sonrisa. El sabor salado del mar aún impregnaba los labios del tiburón, que observaba cómo el barco pirata golpeaba una y otra vez contra el muelle, haciendo que su estructura se tambalease por el daño que había causado desde las profundidades. Había sido un golpe maestro, sin duda. Cegar a la tripulación hundiendo su ancla y perforando el casco desde abajo. Mientras los piratas corrían como ratas, el gyojin tiburón se sintió invencible por un momento.

Al trepar al muelle y sacudir el agua de sus escamas, notó que los grumetes lo miraban aterrados. Aquella, por desgracia, era una escena típica que obtenía en cualquier situación donde los humanos no estaban acostumbrados a su especie. Les dedicó una mirada severa y, con su habitual tono autoritario, comenzó a interrogarlos.

—¿Dónde está el capitán de este barco? —gruñó, mientras oía cómo los grumetes balbuceaban, sin ofrecer ninguna respuesta clara.

A decir verdad, la confusión reinaba en el muelle por su culpa. Entre el caos y el miedo de los tripulantes, Octojin no pudo evitar notar que algo no encajaba realmente. Su intuición le decía, de algún modo, que los peces gordos no se encontraban a la vista, y eso solo podía significar que, o habían huido o estaban escondidos. Y pese a que su intuición le había fallado en innumerables ocasiones, estaba seguro de aquello. Pero, antes de que pudiera poner en orden sus pensamientos, una voz exasperada resonó desde su lado, con un tono que parecía mezclar la frustración y la indignación.

—¡Genial! ¡Ha huido! —escuchó, mientras un joven con agilidad felina descendía desde lo alto de un edificio cercano.

Octojin giró su imponente figura hacia el origen de la voz y se encontró con un joven delgado, de cabello oscuro y mirada gélida. Sus ojos reflejaban una mezcla de frustración y urgencia. El gyojin no le había visto antes, pero algo le decía que no era un simple espectador.

El chico lo miró por un segundo, casi evaluándolo, antes de pasar de largo a toda velocidad, dirigiéndose hacia uno de los callejones cercanos sin decir una palabra más. Caminando a paso rápido, Octojin lo observó con curiosidad, preguntándose cuál era su papel en todo este desorden. No parecía un pirata, pero tampoco un civil normal. Y, de alguna manera, sus palabras lo habían impactado más de lo que esperaba.

"¿Ha huido? ¿Se referirá al capitán?"

El tiburón chasqueó la lengua, enfadado consigo mismo por haber dejado que una oportunidad tan importante se le resbalara entre los dedos. Miró alrededor, viendo cómo el caos comenzaba a disminuir y los grumetes se dispersaban como si su sola presencia hubiera sido suficiente para ahuyentarlos. Sin embargo, algo le decía que había más en ese asunto. Ese joven, quien fuera, sabía algo más. Y aunque no tenía mucho tiempo, debía decidir si seguirlo o continuar interrogando a los piratas rezagados.

Finalmente, Octojin tomó una decisión. El chico parecía saber a dónde se dirigía y, dado que ya no quedaba mucho más que sacar de los grumetes temerosos, decidió seguirlo. Se puso en marcha, acelerando el paso y dejando atrás el muelle y los restos del barco. El agua aún goteaba de su cuerpo mientras se adentraba en las calles de Loguetown, siguiendo el rastro que iba dejando aquél joven.

Octojin se sentía frustrado. Sabía que no todos los días tenía la oportunidad de capturar a una banda pirata, y la idea de que se le escaparan justo cuando lo tenía todo bajo control le molestaba profundamente. Pero el mar siempre le había enseñado a ser paciente, a esperar el momento adecuado para atacar. Y aunque se encontraba ahora en tierra firme, decidió aplicar esa misma lección.

La actividad frenética fuera del muelle de Loguetown seguía su curso mientras comerciantes y marineros iban y venían, ajenos a la persecución que estaba teniendo lugar entre las sombras de los callejones. El escualo podía oler el rastro de agua y sal en su propio cuerpo, un recordatorio constante de que, aunque se encontraba lejos del océano, el mar siempre lo acompañaba.

Hasta que por fín, llegó a la entrada de un estrecho callejón donde el joven había desaparecido. Octojin se detuvo por un momento, con sus ojos escudriñando las sombras. Respiró profundamente, ajustando la postura mientras sentía el instinto de cazador despertar en él.

—No puedes huir para siempre —murmuró, casi para sí mismo, con una sonrisa irónica.

A pesar de la frustración inicial, no pudo evitar sentir una ligera emoción por el desafío. Si había algo que Octojin disfrutaba, era la emoción de la persecución, el arte de cazar a sus presas en el vasto océano... o en las angostas calles de una ciudad humana.

El sonido de pasos resonó más adelante, y ahí supo que el joven felino seguía al frente, probablemente en busca de su propio objetivo. El gyojin aceleró el paso, moviéndose con sorprendente agilidad para alguien de su tamaño. Las calles de Loguetown se entrelazaban como un laberinto, pero Octojin tenía un buen sentido de la orientación, y algo le decía que no estaba lejos de una respuesta.

Mientras continuaba avanzando, no pudo evitar pensar en lo que había ocurrido. Había estado tan cerca de conseguir un triunfo tan rápido, pero el destino había decidido que aún no era el momento. Aún así, aquello no lo desanimaba en absoluto. Él sabía que las oportunidades siempre volvían, y que, al igual que en el océano, la paciencia era clave para la victoria en casi todos los ámbitos de la vida. Quizá la única excepción era comer.

De repente, el sonido de pasos rápidos se hizo más claro. Estaba cerca. Sonrió para sus adentros. La caza estaba a punto de terminar, y aunque Loguetown no era el mar, Octojin sabía que aún había mucho por descubrir en las sombras de esa ciudad.
#5


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RE: [C-Presente] Los favores se pagan con comida - por Octojin - 05-09-2024, 09:54 AM

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