Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
05-09-2024, 10:13 AM
(Última modificación: 05-09-2024, 04:13 PM por Camille Montpellier.
Razón: Corregir faltas
)
Igual es que no ha quedado lo suficientemente claro, pero por si acaso... «Desolador» es el adjetivo que mejor define el panorama con el que se encontró el grupo al llegar a la estación junto a los astilleros. El humo ascendía imponente, un presagio evidente de lo que había ocurrido allí. Todo estaba hecho un desastre: las llamas se extendían devorando todo aquello con lo que entraban en contacto mientras eran combatidas a duras penas por el improvisado equipo de bomberos, la gente corría de un lado para otro sin ton ni son intentando buscar refugio y, para colmo, los ciudadanos que vivían en las proximidades o que se encontraban ya por allí habían decidido satisfacer su curiosidad acercándose al lugar. Como si no fuera suficiente con la cantidad de personas que ya trabajaban allí.
Pese al caos que se había formado, la aguda mirada de Camille no obvió la presencia de aquellos individuos que destacaban entre la multitud no por el ruido que hacían, sino por la calma y disimulo con el que se desplazaban. Parecía no haber sido la única en darse cuenta de aquellas presencias, puesto que Ray se apresuró en dar indicaciones y trazar un plan de acción a seguir lo antes posible. Lo hizo con una diligencia y presteza que sorprendió a la oni. De la noche a la mañana, prácticamente todos los recién llegados habían conseguido avanzar en la jerarquía y recibir algunos ascensos. En el peliblanco los motivos eran más que evidentes y estaba haciendo gala de ellos ejerciendo sus nuevas funciones como sargento. No era algo que le importase especialmente: Camille nunca había sido una persona envidiosa o con una ambición tóxica; lejos de molestarse porque sus compañeros la hubieran superado en rango, estaba más cerca del orgullo que del enfado. El único que igual sí que le molestaba había sido el de Takahiro. ¿Cómo demonios había conseguido un ascenso ese imbécil? El día que compartió la noticia con ellos —es decir, el día que vino a restregárselo a ella— casi le da una neura.
—Cierra la bocaza y ponte a trabajar, aborto de alga —respondió con resquemor al peliverde tras su faltada.
La mujer asintió finalmente ante las palabras de Ray y se dispuso a cumplir sus órdenes. Tan solo le dedicó un leve vistazo al contingente de marines que se aproximaba, liderados por un capitán que no era Beatrice. Si Taka se iba a ocupar de hablar con ellos, ella no necesitaba perder ni un segundo en aplazar lo que debía hacer.
Apretó un poco los dientes a medida que se fue acercando a la zona del incendio. Si el calor que hacía esos días ya era de por sí insoportable para la oni, el que producían las llamas tan solo intensificaba la desagradable sensación de agobio e incomodidad. No tardó en ponerse a sudar como un pollo, y eso que iba con la camisa desabotonada. Su altura en aquella situación era otro impedimento, y es que el humo siempre iba hacia arriba. Procurando evitar intoxicarse, se desanudó el pañuelo azul reglamentario que llevaba en el brazo y se lo ajustó para cubrirse nariz y boca, intentando combatir así el humo. Alzó la voz con firmeza y una confianza que rara vez mostraba... salvo cuando estaba de servicio, claro.
—¡Un poco de tranquilidad! —rugió, haciendo notar su presencia en el lugar que, por otro lado, no era algo muy difícil—. ¡Vamos a evacuar de forma ordenada la zona, que todos se dirijan hacia la avenida con calma! ¡Tenemos tiempo de sobra, pero que nadie se duerma, deprisa y con diligencia! —Apoyó sus indicaciones con gestos de sus brazos, indicando la dirección y señalando hacia la zona por la que empezaba a desplegarse el recién llegado pelotón de marines. Después de esto se giró hacia los curiosos—-. ¡Y como vea a alguien husmeando lo que no debe me aseguraré personalmente de que se pase la noche de hoy en el calabozo! ¡¿Me he explicado con claridad?! ¡No obstaculicéis el trabajo de la Marina! Nosotros nos encargamos.
Sus palabras hacia los cotillas fueron mucho más imponentes que hacia quienes estaban evacuando la zona, aunque en todas ellas había un cierto componente de autoridad, quizá incluso un poco intimidante. Ser una oni tenía sus ventajas, después de todo. Después dirigió la mirada hacia los marines que habían llegado y trató de llamar la atención de alguno de ellos.
—¡No me vendrían mal unas manos extra! —pidió, volviendo de nuevo su atención después a los civiles que iban y venían, tratando de guiarlos como buenamente pudo.
Pese al caos que se había formado, la aguda mirada de Camille no obvió la presencia de aquellos individuos que destacaban entre la multitud no por el ruido que hacían, sino por la calma y disimulo con el que se desplazaban. Parecía no haber sido la única en darse cuenta de aquellas presencias, puesto que Ray se apresuró en dar indicaciones y trazar un plan de acción a seguir lo antes posible. Lo hizo con una diligencia y presteza que sorprendió a la oni. De la noche a la mañana, prácticamente todos los recién llegados habían conseguido avanzar en la jerarquía y recibir algunos ascensos. En el peliblanco los motivos eran más que evidentes y estaba haciendo gala de ellos ejerciendo sus nuevas funciones como sargento. No era algo que le importase especialmente: Camille nunca había sido una persona envidiosa o con una ambición tóxica; lejos de molestarse porque sus compañeros la hubieran superado en rango, estaba más cerca del orgullo que del enfado. El único que igual sí que le molestaba había sido el de Takahiro. ¿Cómo demonios había conseguido un ascenso ese imbécil? El día que compartió la noticia con ellos —es decir, el día que vino a restregárselo a ella— casi le da una neura.
—Cierra la bocaza y ponte a trabajar, aborto de alga —respondió con resquemor al peliverde tras su faltada.
La mujer asintió finalmente ante las palabras de Ray y se dispuso a cumplir sus órdenes. Tan solo le dedicó un leve vistazo al contingente de marines que se aproximaba, liderados por un capitán que no era Beatrice. Si Taka se iba a ocupar de hablar con ellos, ella no necesitaba perder ni un segundo en aplazar lo que debía hacer.
Apretó un poco los dientes a medida que se fue acercando a la zona del incendio. Si el calor que hacía esos días ya era de por sí insoportable para la oni, el que producían las llamas tan solo intensificaba la desagradable sensación de agobio e incomodidad. No tardó en ponerse a sudar como un pollo, y eso que iba con la camisa desabotonada. Su altura en aquella situación era otro impedimento, y es que el humo siempre iba hacia arriba. Procurando evitar intoxicarse, se desanudó el pañuelo azul reglamentario que llevaba en el brazo y se lo ajustó para cubrirse nariz y boca, intentando combatir así el humo. Alzó la voz con firmeza y una confianza que rara vez mostraba... salvo cuando estaba de servicio, claro.
—¡Un poco de tranquilidad! —rugió, haciendo notar su presencia en el lugar que, por otro lado, no era algo muy difícil—. ¡Vamos a evacuar de forma ordenada la zona, que todos se dirijan hacia la avenida con calma! ¡Tenemos tiempo de sobra, pero que nadie se duerma, deprisa y con diligencia! —Apoyó sus indicaciones con gestos de sus brazos, indicando la dirección y señalando hacia la zona por la que empezaba a desplegarse el recién llegado pelotón de marines. Después de esto se giró hacia los curiosos—-. ¡Y como vea a alguien husmeando lo que no debe me aseguraré personalmente de que se pase la noche de hoy en el calabozo! ¡¿Me he explicado con claridad?! ¡No obstaculicéis el trabajo de la Marina! Nosotros nos encargamos.
Sus palabras hacia los cotillas fueron mucho más imponentes que hacia quienes estaban evacuando la zona, aunque en todas ellas había un cierto componente de autoridad, quizá incluso un poco intimidante. Ser una oni tenía sus ventajas, después de todo. Después dirigió la mirada hacia los marines que habían llegado y trató de llamar la atención de alguno de ellos.
—¡No me vendrían mal unas manos extra! —pidió, volviendo de nuevo su atención después a los civiles que iban y venían, tratando de guiarlos como buenamente pudo.