Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[C-Pasado] La edad del pavo
Octojin
El terror blanco
Los ojos del gran gyojin no se creían lo que eran capaz de ver. Acostumbrados a la oscuridad del mar, aquella panorámica que recibían, era cuanto menos sorprendente. El atardecer en Gray Terminal era un espectáculo que, en su propia decadencia, resultaba fascinante. Las montañas de basura, chatarra y objetos desechados por los más ricos se alzaban en el horizonte como monumentos a la sociedad que los había arrojado allí. El cielo, teñido de tonos naranjas y rojos se reflejaba en los fragmentos de vidrio roto y en los charcos de aceite usado que salpicaban el terreno. El habitante del mar se sentía un poco desubicado en medio de todo aquello, pero había algo en ese lugar que resonaba con él. Quizás era el caos, la sensación de que todo en este lugar había sido desechado, olvidado, tal como él había sido muchas veces.

El tiburón, sentado sobre una pila de maderas destartaladas, dejó que el sonido del viento y el tenue crujido de los escombros lo envolvieran. El mar, su hogar, estaba cerca, y podía sentir el salitre en el aire, lo cual era un consuelo. A pesar de todo, no podía evitar preguntarse qué hacía allí, tan lejos de su elemento. El agua le llamaba, como siempre lo hacía, pero ese día, estaba más que decidido a observar el atardecer y dejar que su mente vagara. Esperaba que el mar no sintiese celos, pero el gyojin estaba seguro de que pocas cosas podían ser más bonitas que una mezcla de ambas. Flotar sobre el mar con aquellas vistas sin duda, incrementaría aún más la belleza del paisaje.

De repente, el sonido de una voz interrumpió su calma. Era una voz aguda, algo repelente en una primera sensación, y cuando giró la cabeza hacia la fuente de la interrupción, vio a una humana acercándose con una expresión de desdén en su rostro. Sus ojos negros se estrecharon ligeramente mientras la examinaba de arriba abajo. Era delgada, con el cabello dorado y largo, y vestía con ropa que parecía hecha para alguien más grande, dándole un aspecto despreocupado. No era la primera vez que una humana le dirigía la palabra, pero esta tenía una actitud que le irritaba de inmediato.

"¿Eso es mío?" dijo ella, señalando algo a sus pies. Octojin siguió la dirección de su dedo y vio un soldador, evidentemente no le perteneciente a ella, a juzgar por el tono de su voz y la mentira descarada que acababa de soltar.

La miró de nuevo, fijándose en los piercings en sus orejas y en la forma en la que mascaba algo, como si fuera chicle, un acto que claramente estaba relacionado con ese extraño acento que tenía. Sus palabras, sin embargo, fueron las que realmente le molestaron. "Ya me lo tas dando si no quiere que llame a mis primo", soltó con una confianza que parecía fuera de lugar en una situación como esa.

El gyojin tiburón se quedó en silencio durante unos segundos, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. Por lo general, no tenía ningún interés en pelear con los humanos. Su tamaño y naturaleza intimidante solían ser suficientes para evitar conflictos innecesarios. Pero la arrogancia de la chica le había tocado un nervio. No era tanto el hecho de que mintiera, sino la manera en que lo hacía, como si realmente creyera que podía intimidarlo.

—¿Tus primos, eh? —dijo Octojin con una voz sumamente grave, dejando que un atisbo de burla se colara en su tono. —Quizás deberías llamarlos. O mejor, ¿por qué no lo coges tú misma, ya que dices que es tuyo?

Mientras hablaba, se levantó lentamente, dejando ver su gran figura de algo más de cuatro metros que se imponía sobre la de la chica, que pese a tener una altura superior a la media humana, se quedaba en algo menos de la mitad. Aunque no tenía intención de pelear, quería dejar claro que no era alguien a quien se pudiera intimidar tan fácilmente. Su rostro reflejaba el malestar que sentía, y su expresión se volvió más agresiva de lo que había pretendido inicialmente. Sabía que su sola presencia podía ser aterradora, y no tenía problema en usar eso a su favor.

—Estúpidos humanos...—se limitó a susurrar, aunque quizá en un volumen más alto del necesario.

A pesar de su tamaño y el evidente malestar que sentía por la situación, Octojin no movió un solo músculo hacia ella. Simplemente la miró, cruzándose de brazos y esperando su reacción, dejando que el silencio se volviera incómodo.

Por un momento, se preguntó qué demonios hacía allí, en aquella situación, lidiando con una humana en un lugar tan miserable como Gray Terminal. Había llegado a la isla buscando algo de paz, un momento de tranquilidad para reflexionar tras su largo viaje por el mar. Pero, como siempre, parecía que la calma nunca duraba mucho en su vida. La gente, sobre todo los humanos, siempre encontraban la manera de interrumpir su paz. Y ahora, aquella joven, con su actitud prepotente y sus mentiras descaradas, había conseguido hacerlo.

No quería pelear. Se había prometido a sí mismo que dejaría de recurrir a la violencia a menos que fuera absolutamente necesario. Pero la tensión en el ambiente era palpable, y podía sentir cómo su cuerpo respondía a la amenaza percibida, a pesar de sus intentos de mantenerse tranquilo. Había algo en aquellos inútiles humanos que le provocaba una especie de ardor en el estómago. Era ver a uno y saber qué de algún modo u otro, la cosa acabaría mal.

—Así que... ¿qué vas a hacer? —preguntó finalmente, manteniendo los brazos cruzados sobre su pecho y observando con cuidado cada uno de los movimientos de la chica. No tenía ganas de lidiar con problemas innecesarios, pero tampoco iba a dejar que una humana cualquiera lo desafiara sin responder.

El viento sopló, trayendo consigo el aroma del mar, recordándole que, sin importar lo que ocurriera en la superficie, siempre tendría el océano para retirarse. Pero en ese momento, estaba anclado en esa montaña de chatarra, con una humana que claramente no tenía ni idea de con quién estaba tratando.

En lo profundo, Octojin sólo quería que aquella situación terminara. La humanidad, con sus complicaciones, sus mentiras y sus actitudes arrogantes, siempre le causaba este tipo de problemas. Sin embargo, él también estaba intrigado en parte. ¿Qué haría esa joven? ¿Se echaría atrás o seguiría adelante con su absurda amenaza de llamar a sus "primos"? Igual aquello de los primos sí que era cierto y aparecían veinte humanos más y entonces, sí que se volvería un problema real.

La única certeza en su mente era que, pasara lo que pasara, no dejaría que nadie lo intimidara, mucho menos una humana que ni siquiera conocía el valor del respeto en una simple conversación.
#3


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[C-Pasado] La edad del pavo - por Octojin - 04-09-2024, 06:47 PM
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