Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
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[Común] [Común] ¿Nadando con un gyojin tiburón. ¿Qué puede salir mal?
Octojin
El terror blanco
Octojin escuchó atentamente a Takahiro mientras se relajaban en la orilla. Tumbados bajo el sol, disfrutando de lo que para otros serían unas vacaciones. El interés genuino de su compañero por la Isla Gyojin le hacía sonreír. Era raro que los humanos mostraran curiosidad sin malicia o burla cuando hablaban de su hogar. Takahiro parecía ser diferente, alguien con quien Octojin podía sentirse a gusto. A decir verdad, cualquier miembro de aquella brigada era así, en mayor o menor medida. Menos Masao. Masao quizá era un poco distinto. Un ser más especial... Un devoto de las estampitas que no dejaba a nadie indiferente.

El comentario que el humano lanzó sobre las sirenas le hizo reír por lo bajo. Era cierto que las leyendas sobre ellas eran siempre exageradas. Algunos las veían como criaturas míticas y peligrosas, mientras que otros las veneraban como seres de una belleza inalcanzable. Pero para Octojin, las sirenas eran solo parte de su mundo, con sus propios problemas y aspiraciones, como cualquier otro habitante del mar. Y una fantasía evidente en otros momentos.

—Las sirenas... —dijo, sonriendo mientras miraba el horizonte—. La verdad es que son tan variadas como los humanos. Algunas te pueden dejar sin palabras con su belleza, y otras... bueno, otras son como cualquiera de nosotros, tratando de encontrar su lugar en el mundo. Pero no te preocupes, amigo, si alguna vez vamos a la Isla Gyojin, te presentaré a unas cuantas. Seguro que alguna te llamará la atención. Y seguro que tú la llamas en más de una. A algunas sirenas les tira lo exótico, ya sabes. Lo mismo que vosotros fantaseáis, ellas también.

El humano parecía estar especialmente interesado en la cultura del mar. Al hablar sobre el lugar en el mundo, Octojin no pudo evitar reflexionar. ¿Cuál era realmente su lugar? Aquella probablemente había sido la pregunta que más veces se había hecho en su vida. Había soñado con ella, también tuvo pesadillas, reflexionó durante semanas e incluso al final, llegó a alistarse a la marina como respuesta a esa pregunta.

Aunque había crecido bajo el mar, la vida lo había llevado lejos de su hogar, y ahora, en la superficie, se sentía un extraño. Si algo había aprendido el escualo, es que el lugar de cada uno cambiaba con el tiempo. O, según decía la madre de Takahiro, según dónde el corazón se sintiera en paz. Y tal vez, en aquél momento, su lugar estuviera entre los humanos, aprendiendo a convivir con ellos, aunque no siempre fuera fácil.

Con ese pensamiento en mente, los dos decidieron regresar al cuartel del G-31. El camino de vuelta fue tranquilo, aunque Octojin no podía evitar sonreír cada vez que Takahiro mencionaba algún comentario sobre las sirenas o la isla. Sabía que su compañero estaba fascinado con las historias que había escuchado, y a él le gustaba compartir sus historias, así que estaba seguro de que no sería ni la primera ni la última vez que hablaban sobre su hogar. Él encantado de pregonar con la verdad sobre sus orígenes y derribar los muros de mentiras que se habían construido alrededor de ello.

Al llegar al cuartel, Octojin se dirigió rápidamente a las duchas. Sentía el salitre pegado a su piel escamosa, y necesitaba limpiarse antes de ponerse el uniforme. Mientras el agua caliente corría por su cuerpo, pensaba en lo bien que le había sentado el día en la cala y en la buena idea que había tenido el humano en ir allí. El mar siempre había sido su refugio, el lugar donde podía sentirse más él mismo. Pero estaba empezando a aprender que compartir ese momento con alguien como Takahiro lo hacía aún más especial.

Cuando terminó de ducharse, se vistió con el uniforme. Todavía no se acostumbraba del todo a él, ya que era un diseño provisional mientras terminaban su traje a medida, pero al menos no estaba tan mal como la primera vez que se lo probó. Quizá se había hecho a él. Su enorme tamaño hacía que cualquier prenda pareciera ridícula en él, pero poco a poco iba acostumbrándose a las miradas de sus compañeros. Y de algún modo, también ellos se acostumbraban a él. Sabía que destacaba, y aunque algunas veces le incomodaba, trataba de ignorarlo. Probablemente ya había pasado de ser un bicho raro, a simplemente un ser gigante.

Al salir de su habitación, un soldado raso, claramente impresionado por su tamaño, se le acercó apresurado con varios folios en su mano.

—¿Tú... tú debes ser Octojin, verdad? —dijo el soldado, casi tartamudeando.

Octojin asintió, levantando una ceja mientras esperaba a que el joven continuara.

—La capitana Montpellier te está buscando. —informó el recluta—. Necesita verte para una misión.

El tiburón asintió de nuevo, agradecido por la información, pero cuando el soldado se marchó, se dio cuenta de un pequeño detalle: No tenía ni idea de dónde estaba la capitana Montpellier.

Con una mezcla de resignación y humor, el gyojin comenzó a preguntar por el cuartel a todo ser que veía. La primera persona a la que se dirigió fue un marinero que, al verlo, casi dejó caer el cubo de agua que tenía en las manos. Tuvo que indagar en tres personas más hasta que una le afirmó que había visto a la capitana Montpellier cerca del patio de armas.

Siguiendo las indicaciones, Octojin se dirigió hacia allí. Mientras caminaba, pensaba en la misión que le encargaría la capitana. Había estado ansioso por participar en alguna acción directa desde que llegó al cuartel. Fregar suelos y vaciar basura no eran exactamente lo que había imaginado cuando se alistó.

Finalmente, y tras preguntar a varios tipos más, encontró a la capitana Montpellier, que estaba junto a Takahiro. Era una mujer alta y de porte firme, con una presencia que imponía respeto sin necesidad de levantar la voz. Al verlo acercarse, esbozó una sonrisa de reconocimiento.

—Octojin, justo a tiempo. —dijo con tono profesional—. Tenemos un pequeño problema en una de las tabernas de la ciudad. Al parecer, hay un altercado, una pelea, ya sabes, cosas típicas que surgen cuando la gente ha bebido más de la cuenta.

El tiburón asintió, escuchando con atención.

—No tenemos suficientes efectivos en este momento, la mayoría está ocupada con otras tareas. Pero creo que podríais encargaros de esto. No parece nada demasiado grave, solo un par de borrachos que han comenzado a pelear. —explicó la capitana—. ¿Podéis ir a echar un vistazo y aseguraros de que la situación no empeore?

—Por supuesto, capitana. —respondió Octojin, listo para marcharse de inmediato.

Montpellier lo miró con algo de curiosidad antes de añadir algo más.

—Tened cuidado, no es necesario que uséis la fuerza a menos que sea absolutamente necesario. Solo aseguraos de que la situación no se salga de control.

Con un último asentimiento, Octojin miró a Takahiro, se giró y se dirigió hacia la salida del cuartel, preparado para enfrentarse a lo que fuera que le esperara en esa taberna. Mientras caminaba, no podía evitar pensar que, aunque aquella misión no era lo más emocionante del mundo, al menos era mejor que estar fregando suelos. Y tal vez, solo tal vez, se encontraría con alguna historia interesante en el proceso. Algo que contar en un futuro.
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RE: [Común] ¿Nadando con un gyojin tiburón. ¿Qué puede salir mal? - por Octojin - 05-09-2024, 01:07 PM

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