Asradi
Völva
05-09-2024, 02:47 PM
En cuanto el sueño invadió sus sentidos y la respiración de la sirena fue apacible, la mente de Asradi viajó mucho más allá. Sus recuerdos, ahora mismo, eran confusos, y el estado onírico en el que se encontraba era caprichoso. Pero de momento estaba en calma, flotando en medio del océano, recorriendo corrientes y mares que ella ya conocía. Como si estuviese deshaciendo el camino que, despierta, había hecho hasta el día de hoy.
Aunque algunas imágenes eran borrosas, otras eran hermosamente nítidas. Como la primera vez que fue capaz de convocar, apenas siendo una niña, a un cardumen de tiburones tintorera, subespecie a la que ella pertenecía. Como la ilusión se había apoderado de los bonitos ojos azules de la infante y como había mostrado gestos de orgullo en sus padres. De la misma manera que, años después, comenzó a ser instruída en las artes sanatorias y en los rituales que su clan realizaba. Esas artes, concretamente, que se traspasaban únicamente de madres a hijas. Los secretos eran enteramente femeninos y los varones no se inmiscuían en eso, aunque recibían y protegían eso porque era beneficioso también para ellos.
Un manto de burbujas se cirnió en su cabeza, en su sueño, dejando que la escena brotase a otra mucho más idílica. Recorriendo y nadando con libertad, sin dar cuentas a nadie. Ya desde muy temprana edad se le percibía un carácter abierto y curioso, rebelde en algunos sentidos. Fuera de su sueño, hubo un momento dado en el que Asradi se arrebujó un poco más contra sí misma, al menos hasta que sintió el cálido contacto en su brazo, pero eso no fue suficiente como para despertarla. Ahora, arropada por el manto de hojas que Octojin le había proporcionado, parecía encontrarse más relajada, más a gusto. Incluso pareció suspirar de manera muy sutil. El cabello, trenzado, le caía por sobre uno de los hombros, mientras su mente le llevaba por varios momentos de su vida.
Incluso también sin nada que ver, como sucesos más bizarros o que jamás habían ocurrido. Fuese como fuese, Asradi durmió tranquilamente durante varias horas. Aunque había estado preocupada por el estado de Octojin, era consciente de que su cuerpo necesitaba descansar, recuperar las fuerzas y las horas de sueño que había perdido. Si no estaba descansada, al menos, ¿cómo iba a poder ayudarle? Un médico, a medias, no podía realizar bien su trabajo. Ese era el pensamiento que tenía.
A pesar de que el fuego crepitaba cerca, sus sentido se agudizaban hacia el fluír del río que había en el exterior, no demasiado lejos. El arrullo del agua siempre le llamaba, incluso en sueños. Sobre todo las profundidades oceánicas, donde más a gusto se encontraba. En un momento dado, se ve sumergida en un mundo de calma y belleza, donde la luz del sol se filtra suavemente a través de las olas, creando un juego de sombras danzantes en el lecho marino. Asradi flota serenamente, sintiendo cómo las corrientes la envuelven como un abrazo cálido, llevándola a través de un paisaje submarino lleno de vida.
A su alrededor, un arcoíris de peces de colores vibrantes se mueve en perfecta armonía, formando cardúmenes que giran y se desplazan con gracia. Algunos son pequeños y juguetones, mientras que otros son majestuosos y elegantes, como si estuvieran realizando un ballet acuático solo para ella. Asradi sonríe, sintiendo una conexión profunda con estas criaturas, como si compartieran un secreto antiguo. Tan antigüo como los conocimientos que su clan le había enseñado a lo largo de los años. Y que, debido a su partida, no había terminado de aprender del todo. No ahí, al menos.
Mientras se deja llevar por las corrientes, Asradi siente que el océano le susurra historias de tiempos pasados, de aventuras y misterios. En este sueño, no hay prisa, solo la tranquilidad de ser parte de un ecosistema vibrante y lleno de vida. Es un viaje de autodescubrimiento, donde cada burbuja de aire que sube a la superficie lleva consigo un deseo de explorar más y más. En realidad, más que un sueño... Se trata de su propio deseo
Finalmente, mientras el sueño comienza a desvanecerse, comienza a percibir los sonidos del exterior. Por inercia, su cola se mueve suavemente, provocando que las hojas que Octojin le puso a modo de improvisadas mantas, se deslicen un poco. Los párpados de las sirena no tardaron en aletear ligeramente, mostrando los orbes azules, un tanto oscurecidos todavía por el efecto del descanso.
— ¿Octojin? — Llamó, en un susurro mientras se llevaba una mano al puente de la nariz y a los ojos, buscando desperezarse y espabilarse. No sabía qué hora era, ni cuánto tiempo había dormido. Lo que sí era obvio es que le había hecho mucha falta. Al menos ahora se encontraba un poco más descansada y no le pesaba tanto ese cansancio que había acusado horas atrás.
Por inercia, su mirada buscó al gyojin. No le había despertado en ningún momento, así que suponía que todo estaba en orden.
Aunque algunas imágenes eran borrosas, otras eran hermosamente nítidas. Como la primera vez que fue capaz de convocar, apenas siendo una niña, a un cardumen de tiburones tintorera, subespecie a la que ella pertenecía. Como la ilusión se había apoderado de los bonitos ojos azules de la infante y como había mostrado gestos de orgullo en sus padres. De la misma manera que, años después, comenzó a ser instruída en las artes sanatorias y en los rituales que su clan realizaba. Esas artes, concretamente, que se traspasaban únicamente de madres a hijas. Los secretos eran enteramente femeninos y los varones no se inmiscuían en eso, aunque recibían y protegían eso porque era beneficioso también para ellos.
Un manto de burbujas se cirnió en su cabeza, en su sueño, dejando que la escena brotase a otra mucho más idílica. Recorriendo y nadando con libertad, sin dar cuentas a nadie. Ya desde muy temprana edad se le percibía un carácter abierto y curioso, rebelde en algunos sentidos. Fuera de su sueño, hubo un momento dado en el que Asradi se arrebujó un poco más contra sí misma, al menos hasta que sintió el cálido contacto en su brazo, pero eso no fue suficiente como para despertarla. Ahora, arropada por el manto de hojas que Octojin le había proporcionado, parecía encontrarse más relajada, más a gusto. Incluso pareció suspirar de manera muy sutil. El cabello, trenzado, le caía por sobre uno de los hombros, mientras su mente le llevaba por varios momentos de su vida.
Incluso también sin nada que ver, como sucesos más bizarros o que jamás habían ocurrido. Fuese como fuese, Asradi durmió tranquilamente durante varias horas. Aunque había estado preocupada por el estado de Octojin, era consciente de que su cuerpo necesitaba descansar, recuperar las fuerzas y las horas de sueño que había perdido. Si no estaba descansada, al menos, ¿cómo iba a poder ayudarle? Un médico, a medias, no podía realizar bien su trabajo. Ese era el pensamiento que tenía.
A pesar de que el fuego crepitaba cerca, sus sentido se agudizaban hacia el fluír del río que había en el exterior, no demasiado lejos. El arrullo del agua siempre le llamaba, incluso en sueños. Sobre todo las profundidades oceánicas, donde más a gusto se encontraba. En un momento dado, se ve sumergida en un mundo de calma y belleza, donde la luz del sol se filtra suavemente a través de las olas, creando un juego de sombras danzantes en el lecho marino. Asradi flota serenamente, sintiendo cómo las corrientes la envuelven como un abrazo cálido, llevándola a través de un paisaje submarino lleno de vida.
A su alrededor, un arcoíris de peces de colores vibrantes se mueve en perfecta armonía, formando cardúmenes que giran y se desplazan con gracia. Algunos son pequeños y juguetones, mientras que otros son majestuosos y elegantes, como si estuvieran realizando un ballet acuático solo para ella. Asradi sonríe, sintiendo una conexión profunda con estas criaturas, como si compartieran un secreto antiguo. Tan antigüo como los conocimientos que su clan le había enseñado a lo largo de los años. Y que, debido a su partida, no había terminado de aprender del todo. No ahí, al menos.
Mientras se deja llevar por las corrientes, Asradi siente que el océano le susurra historias de tiempos pasados, de aventuras y misterios. En este sueño, no hay prisa, solo la tranquilidad de ser parte de un ecosistema vibrante y lleno de vida. Es un viaje de autodescubrimiento, donde cada burbuja de aire que sube a la superficie lleva consigo un deseo de explorar más y más. En realidad, más que un sueño... Se trata de su propio deseo
Finalmente, mientras el sueño comienza a desvanecerse, comienza a percibir los sonidos del exterior. Por inercia, su cola se mueve suavemente, provocando que las hojas que Octojin le puso a modo de improvisadas mantas, se deslicen un poco. Los párpados de las sirena no tardaron en aletear ligeramente, mostrando los orbes azules, un tanto oscurecidos todavía por el efecto del descanso.
— ¿Octojin? — Llamó, en un susurro mientras se llevaba una mano al puente de la nariz y a los ojos, buscando desperezarse y espabilarse. No sabía qué hora era, ni cuánto tiempo había dormido. Lo que sí era obvio es que le había hecho mucha falta. Al menos ahora se encontraba un poco más descansada y no le pesaba tanto ese cansancio que había acusado horas atrás.
Por inercia, su mirada buscó al gyojin. No le había despertado en ningún momento, así que suponía que todo estaba en orden.