Balagus
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05-09-2024, 05:08 PM
El oni se incorporó detrás de su capitán, prácticamente agachando la cabeza por la escasa altura de la sala. Ni siquiera trató de intervenir en la conversación, pues conocía bien la destreza de Silver para enredar a los demás en sus palabras, pero sí reparó de reojo en la pequeña figura que había permanecido sentada a mi lado, disimulada por la enorme diferencia de tamaños, acercándose con cautela. Tensó la mano derecha, en una reacción casi instintiva, preparándose para desenganchar su enorme hacha de guerra de las correas de su espalda, en caso de que aquel pequeño ser decidiera interferir por su cuenta.
El gesto se le arrugó más si cabía cuando les pusieron como condición el que un anciano decrépito y casi ciego tuviera que analizarle. No pudo, ni quiso, contener una mueca de hostilidad enseñando los dientes y colmillos con un leve gruñido, herido en su orgullo por las dudas que los marineros profesaban hacia él, y más aún cuando el viejo senil dio su veredicto. Sólo la presencia de su capitán pareció ser la única contención posible para el mal humor del gigantón, que volvió a recuperar un gesto más neutral.
“Es para conseguir un barco. Todo es para conseguir un barco…” Se repitió mentalmente para calmarse.
Finalmente, y tras mencionar al recién llegado también, ambos marineros se retiraron para hablar entre ellos. El descontento volvió a aflorar en el permanentemente fruncido rostro de Balagus, que tornó sus ojos hacia su capitán. Sus palabras, en realidad, sólo eran un bonito complemento a lo que ya se temía, y su propia mirada ya expresaba perfectamente su opinión. Un mero vistazo a los decididos ojos Silver, así como al trago que dio a su petaca, le dio a entender cuál era su próximo movimiento.
El oni se conformó con esperar en su sitio, vigilando con recelo tanto al pequeñajo como a los balleneros, y listo para iniciar el plan de emergencia si alguno hacía algo que le disgustase lo más mínimo.
- Todavía no he conocido hombre que sea más listo que mi hacha. – Contestó Balagus a su capitán, con una voz tan queda que casi parecían más de sus guturales gruñidos, en cuanto este regresó y le puso al corriente.
El hombre pequeño, que resultó llamarse Marvolath, aceptó la propuesta de Silver sin casi discutir, con un tono de voz que sólo consiguió irritar más al oni. “Amigo, no sabes lo rápido que vas a lamentar esa decisión…”
Y entonces, retornaron los otros dos marineros, y el trató se cerró al fin. Fue el único momento en el que Balagus se permitió sonreír. Un gesto que solía dar más inquietud y temor que camaradería, dado su característico y antinatural rostro.
- En pie, piltrafa. – Se dirigió a Marvolath, mientras se levantaba él junto con su capitán. – Por fin puedo abandonar este vomitivo agujero de meados. -
El gesto se le arrugó más si cabía cuando les pusieron como condición el que un anciano decrépito y casi ciego tuviera que analizarle. No pudo, ni quiso, contener una mueca de hostilidad enseñando los dientes y colmillos con un leve gruñido, herido en su orgullo por las dudas que los marineros profesaban hacia él, y más aún cuando el viejo senil dio su veredicto. Sólo la presencia de su capitán pareció ser la única contención posible para el mal humor del gigantón, que volvió a recuperar un gesto más neutral.
“Es para conseguir un barco. Todo es para conseguir un barco…” Se repitió mentalmente para calmarse.
Finalmente, y tras mencionar al recién llegado también, ambos marineros se retiraron para hablar entre ellos. El descontento volvió a aflorar en el permanentemente fruncido rostro de Balagus, que tornó sus ojos hacia su capitán. Sus palabras, en realidad, sólo eran un bonito complemento a lo que ya se temía, y su propia mirada ya expresaba perfectamente su opinión. Un mero vistazo a los decididos ojos Silver, así como al trago que dio a su petaca, le dio a entender cuál era su próximo movimiento.
El oni se conformó con esperar en su sitio, vigilando con recelo tanto al pequeñajo como a los balleneros, y listo para iniciar el plan de emergencia si alguno hacía algo que le disgustase lo más mínimo.
- Todavía no he conocido hombre que sea más listo que mi hacha. – Contestó Balagus a su capitán, con una voz tan queda que casi parecían más de sus guturales gruñidos, en cuanto este regresó y le puso al corriente.
El hombre pequeño, que resultó llamarse Marvolath, aceptó la propuesta de Silver sin casi discutir, con un tono de voz que sólo consiguió irritar más al oni. “Amigo, no sabes lo rápido que vas a lamentar esa decisión…”
Y entonces, retornaron los otros dos marineros, y el trató se cerró al fin. Fue el único momento en el que Balagus se permitió sonreír. Un gesto que solía dar más inquietud y temor que camaradería, dado su característico y antinatural rostro.
- En pie, piltrafa. – Se dirigió a Marvolath, mientras se levantaba él junto con su capitán. – Por fin puedo abandonar este vomitivo agujero de meados. -