Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
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Como sirena en el mar
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Las palabras de la sirena de ojos azules resonaban en lo más profundo del peliblanco. Aquella confesión, tan visceral y sincera, se reflejaba con dolorosa claridad en su mirada. Ubben, observándola, sintió como si estuviera mirándose en un espejo que proyectaba sus propias emociones, esas que tanto tiempo había mantenido encerradas en los rincones más oscuros de su mente. La nostalgia y tristeza que emanaban de la sirena eran un reflejo casi perfecto de los sentimientos que él mismo había sepultado bajo capas de desconfianza y cinismo.

Cuando Asradi lo regañó por morderse el labio hasta hacerlo sangrar, el bribón dejó de hacerlo. No fue tanto el regaño, sino el toque de humanidad en su gesto, que lo hizo detenerse. Ella le aseguraba que no había nada de qué avergonzarse, que las emociones no eran signo de debilidad, pero para Ubben, el miedo a mostrarse vulnerable era más fuerte que cualquier vergüenza. Recordaba demasiadas noches en las que aquellos que fingían ser sus aliados terminaban por traicionarlo, tratando de entregarlo a la marina o a algún cazador de recompensas. Para él, exponer sus emociones era como dejar la puerta abierta para un ataque que ni sus agujas ni su astucia podrían detener.

Pero la sirena... ella era diferente. Tenía gestos y detalles que hacía tiempo nadie tenía con él. Algo tan simple como ofrecerle un trozo de tela para limpiar una herida, un acto de cortesía que para la mayoría sería natural, pero para Ubben era casi ajeno. Había viajado solo durante tanto tiempo que esos pequeños gestos de bondad se habían vuelto extraños... desconcertantes incluso.

El control que tanto necesitaba sobre la situación se había desvanecido hacía rato, y eso lo ponía nervioso. Su vida había sido un constante esfuerzo por estar un paso adelante, por manipular cada encuentro para asegurar su supervivencia. Sin embargo, en este momento, frente a Asradi, sentía que había perdido ese control. La broma que hizo al morderle el lóbulo y el cuello no fue solo una respuesta juguetona a su provocación, sino un intento desesperado de recuperar, aunque fuera por un instante, el control de la interacción. La reacción de la sirena, sonrojándose y refunfuñando, le trajo un alivio inesperado. Verla fruncir el ceño y oír los pequeños ruidos que hacía sin querer cuando él le sujetó los labios fue casi terapéutico para el bribón, quien se permitió una risa sincera, algo que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Ey, ya hiciste la mitad del trabajo— dijo entre risas, señalando la mordida en su mano —Bajo esa regla, debería poder hacerlo de nuevo sin consecuencias, ¿no?— bromeó, disfrutando de la forma en que Asradi refunfuñaba adorablemente, a ojos del bribón; lo que le arrancó una sonrisa cálida que apenas se dio cuenta que había mostrado. Pero su sonrisa desapareció tan rápido como había llegado cuando la sirena, en venganza, apretó su herida mano, no demasiado fuerte, pero lo suficente como para que el peliblanco sintiese el dolor. —¡Aaaah!— exclamó con una voz perfectamente proyectada y timbrada, exagerando el dolor del apretón —Mentira, no dolió tanto— agregó con una sonrisa traviesa, sacándole la lengua de manera infantil, como si por un momento pudiera permitirse olvidar las sombras que le perseguían.

Finalmente, Asradi limpió, desinfectó y vendó su mano con delicadeza, sin reproches, casi como si fuera un acto cotidiano para ella. Cuando le dijo que no necesitaba agradecer, Ubben se quedó mirándola, desconcertado. Sus palabras no hacían más que reforzar la extraña sensación de que estaba atravesando un terreno desconocido. La miró mientras el viento soplaba suavemente sobre el barco, ahora casi en silencio, y dijo —El barco ya está en posición, pero el viento no es favorable... demoraremos al menos treinta minutos en llegar a puerto.— Luego, trabó el timón y añadió con un tono más serio —Voy a darme un minuto de sinceridad, ¿de acuerdo?— Aquello no era algo que Ubben hiciera a menudo, pero sentía que, después de todo lo que había pasado, necesitaba aligerar el peso que llevaba sobre los hombros. Observó la expresión de la sirena, como si buscara su aprobación antes de continuar.  

No puedo no agradecerte... llevo meses sin estar acompañado sin tener que mirar por encima del hombro, temiendo que alguien me apuñale en la espalda.— Una melancólica sonrisa se dibujó en su rostro, mientras sus dorados ojos reflejaban algo más que simple cansancio —No recuerdo la última vez que alguien trató mis heridas con tanta delicadeza.— Su voz temblaba levemente, cargada de emociones que había intentado reprimir durante demasiado tiempo —Es más... no recuerdo la última vez que alguien me dijo que no estaba solo.

Las lágrimas finalmente rompieron el dique que había construido en su interior, corriendo por sus mejillas. No fueron muchas, pero cada una de ellas llevaba el peso de años de soledad y desconfianza. Con rapidez, se las limpió, como si quisiera borrar cualquier rastro de vulnerabilidad, y con una sonrisa burlesca agregó —Si le dices a alguien que me viste llorar, te hago sashimi, ¿eh?— Esa última broma intentó aligerar la atmósfera, pero la verdad era que en ese momento se sentía expuesto de una manera que no había sentido en mucho tiempo. Miró a la sirena, aún con los ojos ligeramente húmedos, y continuó con voz más suave —No hay mucho más que hacer aquí. Me iré a recostar al camarote. Hay varias camas... ¿te llevo?— Extendió su mano sana hacia ella, ofreciéndole su ayuda para levantarse. Estaba dispuesto a llevarla en brazos hasta el camarote si ella aceptaba, o simplemente retirarse solo si prefería quedarse en cubierta.

Con o sin ella, el peliblanco se dirigió a la cubierta del barco, donde recogió su ropa y caminó hacia una trampilla en el suelo que daba paso al camarote. Cuando finalmente descendió por la trampilla hacia el camarote, se tumbó en una de las camas, soltando un suspiro de agotamiento mientras sus pensamientos aún se arremolinaban en su mente, pero, por primera vez en mucho tiempo, no estaba solo.

Camarote
#19
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Como sirena en el mar - por Ubben Sangrenegra - 20-08-2024, 05:20 AM
RE: Como sirena en el mar - por Asradi - 20-08-2024, 05:15 PM
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RE: Como sirena en el mar - por Asradi - 04-09-2024, 12:19 PM
RE: Como sirena en el mar - por Ubben Sangrenegra - 05-09-2024, 09:31 PM
RE: Como sirena en el mar - por Asradi - 05-09-2024, 10:49 PM
RE: Como sirena en el mar - por Ubben Sangrenegra - 09-09-2024, 05:00 AM
RE: Como sirena en el mar - por Asradi - 10-09-2024, 05:38 PM

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