Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
28-07-2024, 06:04 AM
El viento soplaba suave y fresco en el acantilado que se alzaba sobre la costa de la poblada de DemonThooh, un lugar donde los ecos de las olas se confundían con el murmullo de la brisa. Allí, Mitsu, con su piel de un tono semi pálido y su cabello marrando casi tirando a negro azabache que caía en mechones desordenados, se encontraba sumida en despreocupados pensamientos. Sus orejas de Neko, rasgos distintivos de su naturaleza felina y, a la vez, parte de su esencia, se movían levemente, alertas a su entorno.
Los rayos del sol se filtraban a través de las nubes, iluminando la escena con un brillo dorado que hacía que todo a su alrededor pareciera más mágico. Sin embargo, esa paz se vio interrumpida por la voz de un joven de apariencia peculiar. Con cabellos de un intenso color rojizo que desafiaba cualquier convención, el joven se acercó, su mirada llena de energía y curiosidad. "¡Buenas! ¡¿Cómo le va, señorita?!". Su saludo resonó como un cascabel, llevándose consigo la calma que la jijun había estado disfrutando hasta ese momento.
La sorpresa la atrapó; un pequeño salto en su lugar hizo que su cabello se erizara ligeramente, como si su instinto felino la hubiera traicionado. Los ojos de la jijun, grandes y expresivos, se abrieron en un gesto de sorpresa. Ella, a pesar de su apariencia humana, poseía un comportamiento tan juguetón y cauteloso como el de cualquier gato. Su corazón latía con rapidez mientras su mirada se desvió, como si buscara refugio en el paisaje que la rodeaba. La timidez se apoderó de ella, tiñendo sus mejillas de un suave color rojo, mientras su mente intentaba organizar una respuesta a aquel saludo inesperado.
En un rincón, su hermana Anko estaba observando desde la distancia, con una sonrisa que transmitía apoyo y aliento. La jijun sintió el impulso de correr hacia ella, encontrar consuelo en su presencia, pero el magnetismo del joven pelirrojo la mantenía anclada en el lugar. Aquel extraño ser, con su energía casi palpable, parecía irradiar una calidez que desafiaba su inclinación natural a la evasión. Sin embargo, el temor a mostrar demasiado, a revelarse más allá de la imagen que los demás veían, la inmovilizó, dejándola atrapada entre el deseo de interactuar y el instinto de resguardarse.
Mientras su mente buscaba desesperadamente una forma de responder al joven pelirrojo, el paisaje que la rodeaba se convirtió en un telón de fondo vibrante y vívido. Las olas rompiendo contra las rocas parecían susurrar secretos de valentía, incitándola a tomar una decisión. Pero la timidez, esa pequeña sombra que la había acompañado desde siempre, todavía la mantenía cautiva. Con cada latido de su corazón, la jijun sabía que este encuentro podría ser el principio de algo nuevo, pero también podía ser solo un eco en el vasto vacío de la naturaleza que la rodeaba.
Finalmente, con un leve susurro casi inaudible, la jijun levantó la vista, preparándose para hablar. Las palabras se formaban en su mente, pero su voz, temblorosa y suave, apenas podía alcanzar al joven que, con una sonrisa amplia, parecía estar esperando pacientemente, como un gato que observa a su presa antes de saltar. En ese preciso instante, el acantilado se sintió no solo como un lugar físico, sino como un cruce de destinos, donde dos mundos, tan diferentes y al mismo tiempo tan similares, podían encontrarse y entrelazarse- H-h-hola... b-b-bien... ¿y a-a-a ti?... N-nyan...- en pocas palabras se queria morir de la pena y timidez que sentía... sin previo aviso se lanzo en carrera contra su hermana, como si buscara escapar para darle un gran abrazo a su hermana - Ojala el océano me trague...- pensó de la vergüenza.
Los rayos del sol se filtraban a través de las nubes, iluminando la escena con un brillo dorado que hacía que todo a su alrededor pareciera más mágico. Sin embargo, esa paz se vio interrumpida por la voz de un joven de apariencia peculiar. Con cabellos de un intenso color rojizo que desafiaba cualquier convención, el joven se acercó, su mirada llena de energía y curiosidad. "¡Buenas! ¡¿Cómo le va, señorita?!". Su saludo resonó como un cascabel, llevándose consigo la calma que la jijun había estado disfrutando hasta ese momento.
La sorpresa la atrapó; un pequeño salto en su lugar hizo que su cabello se erizara ligeramente, como si su instinto felino la hubiera traicionado. Los ojos de la jijun, grandes y expresivos, se abrieron en un gesto de sorpresa. Ella, a pesar de su apariencia humana, poseía un comportamiento tan juguetón y cauteloso como el de cualquier gato. Su corazón latía con rapidez mientras su mirada se desvió, como si buscara refugio en el paisaje que la rodeaba. La timidez se apoderó de ella, tiñendo sus mejillas de un suave color rojo, mientras su mente intentaba organizar una respuesta a aquel saludo inesperado.
En un rincón, su hermana Anko estaba observando desde la distancia, con una sonrisa que transmitía apoyo y aliento. La jijun sintió el impulso de correr hacia ella, encontrar consuelo en su presencia, pero el magnetismo del joven pelirrojo la mantenía anclada en el lugar. Aquel extraño ser, con su energía casi palpable, parecía irradiar una calidez que desafiaba su inclinación natural a la evasión. Sin embargo, el temor a mostrar demasiado, a revelarse más allá de la imagen que los demás veían, la inmovilizó, dejándola atrapada entre el deseo de interactuar y el instinto de resguardarse.
Mientras su mente buscaba desesperadamente una forma de responder al joven pelirrojo, el paisaje que la rodeaba se convirtió en un telón de fondo vibrante y vívido. Las olas rompiendo contra las rocas parecían susurrar secretos de valentía, incitándola a tomar una decisión. Pero la timidez, esa pequeña sombra que la había acompañado desde siempre, todavía la mantenía cautiva. Con cada latido de su corazón, la jijun sabía que este encuentro podría ser el principio de algo nuevo, pero también podía ser solo un eco en el vasto vacío de la naturaleza que la rodeaba.
Finalmente, con un leve susurro casi inaudible, la jijun levantó la vista, preparándose para hablar. Las palabras se formaban en su mente, pero su voz, temblorosa y suave, apenas podía alcanzar al joven que, con una sonrisa amplia, parecía estar esperando pacientemente, como un gato que observa a su presa antes de saltar. En ese preciso instante, el acantilado se sintió no solo como un lugar físico, sino como un cruce de destinos, donde dos mundos, tan diferentes y al mismo tiempo tan similares, podían encontrarse y entrelazarse- H-h-hola... b-b-bien... ¿y a-a-a ti?... N-nyan...- en pocas palabras se queria morir de la pena y timidez que sentía... sin previo aviso se lanzo en carrera contra su hermana, como si buscara escapar para darle un gran abrazo a su hermana - Ojala el océano me trague...- pensó de la vergüenza.