Atlas
Nowhere | Fénix
06-09-2024, 02:22 AM
—Y lo más importante de todo: nunca, jamás, bajo ningún concepto pidáis las gachas si hay alguna otra opción —sentencié con seriedad en la cola del comedor. Éramos tantos los uniformados que habíamos decidido comer a la vez que la cola salía del comedor y llegaba a la zona de barracones. Como si de refuerzos para una batalla se tratase, no eran pocas las personas que habían engrosado las filas de quienes servían la comida. Por detrás de ellos, encargados tan concentrados como sudorosos daban órdenes a diestro y siniestro. Sólo faltaban disparos y explosiones para que la cara que exhibían fuese la de un soldado en medio de la guerra. Bueno, en cierto modo era su guerra, ¿no?
Había aprovechado la larga espera para amenizar la estancia de nuestros visitantes con una intelectualmente nutritiva disertación sobre la comida que nos servían. A mi gusto, por supuesto, una bazofia en la mayoría de ocasiones. No era algo personal contra los cocineros, pero cuando se cocinaba en masa para tanta gente era difícil obtener un gran resultado.
—¿Y allí? ¿Está rica la comida? —pregunté cuando no quedaba demasiado ya para nuestro turno. AL tiempo que preguntaba hice unos gestos con la cabeza hacia la izquierda, como si señalase algo, pero lo cierto y verdad era que no tenía la menor de idea de hacia dónde estaba Isla Kilombo—. Al ser menos personas a lo mejor se pueden esmerar un poco, ¿no?
En aquella ocasión escogí ensalada, estofado y una pieza de fruta. Aquel día ofertaban también costillas, pero no las había probado nunca. Si algo había descubierto en las últimas semanas era que los inventos en raras ocasiones salían bien. La ensalada y el estofado eran apuestas seguras. En cuanto a la fruta... Bueno, digamos que me gustaba el riesgo.
—Me imagino que habrán organizado algún tipo de actividad, ¿no? —comenté con aire distraído mientras sumergía por primera vez la cuchara en el estofado—. Sólo espero que no sea algo demasiado sacrificado. Hoy no me apetece para nada arrastrarme por el barro ni nada así. Eso ensucia mucho y favorece poco la hermandad, ¿no os parece?
Intentaba plasmas mis ideas como algo que había deducido cuando en realidad era la expresión de un profundo anhelo. Si algo bueno tenía que aquel día me hubiese visto envuelto en la actividad programada desde el primer momento era que Shawn no tendría excusa alguna para someterme a una de sus sesiones disciplinarias. Sin embargo, aquello sólo era positivo si aquel condenado tipo no estaba involucrado en modo alguno en la planificación del día. ¿La probabilidad? Cincuenta, cincuenta, diría yo. ¿A quién quería engañar? Estaría metido hasta las trancas, como todo lo que me involucraba.
Alcé la cabeza del plato y miré hacia la mesa de mandos y oficiales. El corpulento calvo se sentaba cerca de uno de los extremos, hablando con varios de sus compañeros con su habitual expresión seria y la espalda recta como el palo de una escoba. ¿Y si era un cyborg? Eso explicaría muchas cosas, como que no pareciese tener emoción alguna y que disfrutase tanto haciendo que las normas se cumpliera a pies juntillas.
—Aunque la verdad es que tiene mala pinta, me temo. Al menos espero que podamos formar equipos entre las bases, porque si no esto no tendría ningún sentido. Si la cosa tratase de coger una bandera sólo hay que coger a Ray y tirarlo con fuerza. Él puede encargarse del resto, os lo aseguro.
Había aprovechado la larga espera para amenizar la estancia de nuestros visitantes con una intelectualmente nutritiva disertación sobre la comida que nos servían. A mi gusto, por supuesto, una bazofia en la mayoría de ocasiones. No era algo personal contra los cocineros, pero cuando se cocinaba en masa para tanta gente era difícil obtener un gran resultado.
—¿Y allí? ¿Está rica la comida? —pregunté cuando no quedaba demasiado ya para nuestro turno. AL tiempo que preguntaba hice unos gestos con la cabeza hacia la izquierda, como si señalase algo, pero lo cierto y verdad era que no tenía la menor de idea de hacia dónde estaba Isla Kilombo—. Al ser menos personas a lo mejor se pueden esmerar un poco, ¿no?
En aquella ocasión escogí ensalada, estofado y una pieza de fruta. Aquel día ofertaban también costillas, pero no las había probado nunca. Si algo había descubierto en las últimas semanas era que los inventos en raras ocasiones salían bien. La ensalada y el estofado eran apuestas seguras. En cuanto a la fruta... Bueno, digamos que me gustaba el riesgo.
—Me imagino que habrán organizado algún tipo de actividad, ¿no? —comenté con aire distraído mientras sumergía por primera vez la cuchara en el estofado—. Sólo espero que no sea algo demasiado sacrificado. Hoy no me apetece para nada arrastrarme por el barro ni nada así. Eso ensucia mucho y favorece poco la hermandad, ¿no os parece?
Intentaba plasmas mis ideas como algo que había deducido cuando en realidad era la expresión de un profundo anhelo. Si algo bueno tenía que aquel día me hubiese visto envuelto en la actividad programada desde el primer momento era que Shawn no tendría excusa alguna para someterme a una de sus sesiones disciplinarias. Sin embargo, aquello sólo era positivo si aquel condenado tipo no estaba involucrado en modo alguno en la planificación del día. ¿La probabilidad? Cincuenta, cincuenta, diría yo. ¿A quién quería engañar? Estaría metido hasta las trancas, como todo lo que me involucraba.
Alcé la cabeza del plato y miré hacia la mesa de mandos y oficiales. El corpulento calvo se sentaba cerca de uno de los extremos, hablando con varios de sus compañeros con su habitual expresión seria y la espalda recta como el palo de una escoba. ¿Y si era un cyborg? Eso explicaría muchas cosas, como que no pareciese tener emoción alguna y que disfrutase tanto haciendo que las normas se cumpliera a pies juntillas.
—Aunque la verdad es que tiene mala pinta, me temo. Al menos espero que podamos formar equipos entre las bases, porque si no esto no tendría ningún sentido. Si la cosa tratase de coger una bandera sólo hay que coger a Ray y tirarlo con fuerza. Él puede encargarse del resto, os lo aseguro.