Shy
"Shy"
06-09-2024, 03:39 AM
Shy permaneció atento a todos y cada uno de los sonidos que nacían en el habitáculo detrás de la pared de papel, tratando de dilucidar que era lo que tramaban aquellas extrañas personas. La diatriba de Giacometti, pronunciada con su grave vozarrón y una proyección digna de un orador experto, habría impedido al joven percibir ningún atisbo de conversación, pero el cazador podía dar gracias a su -por momentos, molesta- agudeza auditiva, que rozaba la hiperacusia. Frunció el ceño mientras se sentaba en el suelo, fingiendo ser solo un peatón cansado mientras se trataba de entender el diálogo entre aquellas dos personas.
Pudo percibir palabras sueltas. "Contrabando". "Organización". "Bahía". "Beneficio". "Distracción". El resto, que habría articulado todos estos conceptos en un hilo conductor que le habría dado respuestas, resultaba, tristemente, imposible de escuchar. Anochecía, pero las calles todavía seguían llenas, tanto de público para ver al modisto en acción, como de mercaderes que ofrecían sus mercancías, niños jugando y gritando, carretas y rickshaws siendo arrastrados... Shy se incorporó y sacudió el polvo de su kimono. Pensó en cómo proceder. Si atacaba ahora, podría hacerse fácilmente con dos rehenes, pero quedaría completamente al descubierto y aquellos rehenes bien podían negarse a hablar. Pero si no lo hacía, bien podía pasarse el día entero registrando cada "bahía" de la isla en busca del "contrabando", y con toda posibilidad, desaparecería frente a sus narices.
Se distrajo por un momento con el graznido de las aves locales. ¿No se había dicho ya un par de veces que a lo que venía no era a buscar trabajo sino a descansar y contemplar la técnica de aquel célebre sastre? ¿Por qué sentía esa acuciante necesidad de lanzarse a resolver un entuerto? Él ya no era un soldado bajo las órdenes de la Marina, podía actuar por cuenta propia y decidir cuándo trabajar y cuándo no. Y a Ame, en su momento, le habrían preocupado crímenes más graves que un par de codiciosos contrabandistas. ¿Se estaba volviendo alguna suerte de adicto al trabajo? ¿O, de un modo un poco enfermizo, disfrutaba de ejecutar algunas de las partes menos nobles de su oficio? ¿Era la violencia la nueva musa que le había cautivado? ¿Quizás el orgullo por sus propias habilidades, y ver cómo funcionaban y cuántos caían víctima de su trabajada técnica? ¿Era eso? ¿Su autoestima ahora dependía de esa clase de cosas? ¿Lo hacía por inercia?
"Diablos" pensó. "Demasiadas preguntas. Estoy por hacer las maletas y volver a Loguetown. Esto me tiene de un humor tan raro que estoy por pedirme algo de alcohol en una venta de por aquí. Quizás eso sea lo que necesite."
El sonido de los zagales jugueteando se intensificaba. ¿Ame habría querido tener críos con él? Siempre había tanto que hacer que acababan por posponer aquella conversación. Puto mutismo. Él habría dicho que sí. Ahora estaba muerta, y no había ninguna posibilidad de tener hijos. Lo lamentaba, pero no tanto como su deceso. Si ella estuviera aquí, tendría las palabras correctas para sacarle de aquel momento de duda y animarle incluso. Era muy difícil animarle aquellos días.
Algo chocó contra él, rápido como un bólido, pero no más grande que un animal de granja. Retrocedió un par de pasos. Se había quedado tan ensimismado, que no había tenido el acto reflejo de sacar las agujas para apuñalarle. Lo cual era de agradecer, porque lo que había chocado con él era un crío. Sudoroso, jadeante, y con una bolsa de notorio abultamiento sobre la palma de su mano, atrapada por sus dedos que se plegaban sobre ella de forma similar a las patas de una araña. Estaba claro lo que había ahí dentro. Dinero. Tal vez, mucho. Y el coste pecunario de la vida en Loguetown no había bajado ni un ápice.
-Uh... -acertó a decir, con su voz poco expresiva. No había podido reaccionar para decir nada de mayor enjundia. Aunque tampoco es que fuera muy locuaz.
Pocos segundos después, apareció deslizándose por la entrada del callejón un hombre apuesto. Bueno. Lo de apuesto era una certeza. Su pertenencia al género humano, en cambio, resultaba más discutible, viendo aquellas facciones angelicales que desterraban la corrupción de la edad o cualquier tipo de imperfección cutánea que tan comunes eran en los humanos. Bramó algo de su dinero.
-Eh... -pensó, aún sorprendido y no demasiado cargado de elocuencia-. Oh. Su dinero.
Shy giró la cabeza, y observó como las siluetas tras el papel de pared se desplazaban a un punto más profundo de la vivienda, alejándose para evitar el ruido o, tal vez, para no ser escuchados por el grupo que se había aproximado a las inmediaciones de aquella casa solariega. Se iban. Mierda. Volvió a girar la cabeza al pequeño ladronzuelo, que ya se incorporaba, y de nuevo hacia el papel de pared.
"Decisiones, decisiones. Todas erróneas."
No hacer nada también resultó ser un error. Los tipos se habían metido a lo más profundo de la vivienda, y ahora el niño estaba escalando el murete al final del callejón. Joder, vaya día.
Pudo percibir palabras sueltas. "Contrabando". "Organización". "Bahía". "Beneficio". "Distracción". El resto, que habría articulado todos estos conceptos en un hilo conductor que le habría dado respuestas, resultaba, tristemente, imposible de escuchar. Anochecía, pero las calles todavía seguían llenas, tanto de público para ver al modisto en acción, como de mercaderes que ofrecían sus mercancías, niños jugando y gritando, carretas y rickshaws siendo arrastrados... Shy se incorporó y sacudió el polvo de su kimono. Pensó en cómo proceder. Si atacaba ahora, podría hacerse fácilmente con dos rehenes, pero quedaría completamente al descubierto y aquellos rehenes bien podían negarse a hablar. Pero si no lo hacía, bien podía pasarse el día entero registrando cada "bahía" de la isla en busca del "contrabando", y con toda posibilidad, desaparecería frente a sus narices.
Se distrajo por un momento con el graznido de las aves locales. ¿No se había dicho ya un par de veces que a lo que venía no era a buscar trabajo sino a descansar y contemplar la técnica de aquel célebre sastre? ¿Por qué sentía esa acuciante necesidad de lanzarse a resolver un entuerto? Él ya no era un soldado bajo las órdenes de la Marina, podía actuar por cuenta propia y decidir cuándo trabajar y cuándo no. Y a Ame, en su momento, le habrían preocupado crímenes más graves que un par de codiciosos contrabandistas. ¿Se estaba volviendo alguna suerte de adicto al trabajo? ¿O, de un modo un poco enfermizo, disfrutaba de ejecutar algunas de las partes menos nobles de su oficio? ¿Era la violencia la nueva musa que le había cautivado? ¿Quizás el orgullo por sus propias habilidades, y ver cómo funcionaban y cuántos caían víctima de su trabajada técnica? ¿Era eso? ¿Su autoestima ahora dependía de esa clase de cosas? ¿Lo hacía por inercia?
"Diablos" pensó. "Demasiadas preguntas. Estoy por hacer las maletas y volver a Loguetown. Esto me tiene de un humor tan raro que estoy por pedirme algo de alcohol en una venta de por aquí. Quizás eso sea lo que necesite."
El sonido de los zagales jugueteando se intensificaba. ¿Ame habría querido tener críos con él? Siempre había tanto que hacer que acababan por posponer aquella conversación. Puto mutismo. Él habría dicho que sí. Ahora estaba muerta, y no había ninguna posibilidad de tener hijos. Lo lamentaba, pero no tanto como su deceso. Si ella estuviera aquí, tendría las palabras correctas para sacarle de aquel momento de duda y animarle incluso. Era muy difícil animarle aquellos días.
Algo chocó contra él, rápido como un bólido, pero no más grande que un animal de granja. Retrocedió un par de pasos. Se había quedado tan ensimismado, que no había tenido el acto reflejo de sacar las agujas para apuñalarle. Lo cual era de agradecer, porque lo que había chocado con él era un crío. Sudoroso, jadeante, y con una bolsa de notorio abultamiento sobre la palma de su mano, atrapada por sus dedos que se plegaban sobre ella de forma similar a las patas de una araña. Estaba claro lo que había ahí dentro. Dinero. Tal vez, mucho. Y el coste pecunario de la vida en Loguetown no había bajado ni un ápice.
-Uh... -acertó a decir, con su voz poco expresiva. No había podido reaccionar para decir nada de mayor enjundia. Aunque tampoco es que fuera muy locuaz.
Pocos segundos después, apareció deslizándose por la entrada del callejón un hombre apuesto. Bueno. Lo de apuesto era una certeza. Su pertenencia al género humano, en cambio, resultaba más discutible, viendo aquellas facciones angelicales que desterraban la corrupción de la edad o cualquier tipo de imperfección cutánea que tan comunes eran en los humanos. Bramó algo de su dinero.
-Eh... -pensó, aún sorprendido y no demasiado cargado de elocuencia-. Oh. Su dinero.
Shy giró la cabeza, y observó como las siluetas tras el papel de pared se desplazaban a un punto más profundo de la vivienda, alejándose para evitar el ruido o, tal vez, para no ser escuchados por el grupo que se había aproximado a las inmediaciones de aquella casa solariega. Se iban. Mierda. Volvió a girar la cabeza al pequeño ladronzuelo, que ya se incorporaba, y de nuevo hacia el papel de pared.
"Decisiones, decisiones. Todas erróneas."
No hacer nada también resultó ser un error. Los tipos se habían metido a lo más profundo de la vivienda, y ahora el niño estaba escalando el murete al final del callejón. Joder, vaya día.