Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
06-09-2024, 12:48 PM
Igual costaba imaginarlo al ver cómo se estaba desenvolviendo, pero Camille no estaba acostumbrada a dar directrices ni a liderar ningún tipo de operativa. Siempre se había sentido más cómoda cumpliendo órdenes que dándolas, cosa que se acrecentaba debido a su escasa ambición de poder o mandato, teniendo solo dos alicientes que fueran relevantes para su interés por escalar en la jerarquía. El primero era la posibilidad de tener más recursos con los que ayudar a quienes lo necesitasen, de modo que pudiera llegar donde otros no podían y traer el orden y la justicia con ella. El segundo, no menos importante, era la intención de honrar a su salvadora y madre adoptiva, procurando que pudiera sentirse orgullosa de ella y de su trayectoria. Sin embargo, mientras se encontraba ahí en mitad del caos, liderando la evacuación de los civiles, un orgullo casi imperceptible empezó a aflorar en su interior. Quizá... no se le daba mal del todo.
Estaba tan centrada en asegurarse de minimizar las pérdidas en la medida de lo posible que ni siquiera prestó atención a Taka y a su conversación con el capitán. Varios de los reclutas y soldados que habían llegado junto a él se unieron a la operación para brindarle una mano a la oni, un gesto que agradeció enormemente. Incrementando la presencia de la Marina en el lugar fue mucho más sencillo imponer algo de orden y guiar de forma segura a los numerosos grupos de ciudadanos asustados que iban y venían. Todo parecía estar desarrollándose correctamente... Y entonces llegó la primera explosión.
El cuerpo de Camille se tensó en el momento de la explosión, encogiéndose un poco como si estuviera buscando ponerse a cubierto. Su mirada se dirigió rápidamente hacia el origen: la base del G-31. El caos que habían logrado sofocar con su actuación volvió a emerger entre los civiles, pero antes de que les diera tiempo siquiera a reaccionar o a tomar algún plan de acción, una nueva explosión siguió a la primera desde el puerto. El aire había retumbado y con él su propio cuerpo, lo que hizo que una leve presión surgiera en su pecho al ponerse en alerta.
—Mierda.
Desde que habían llegado, llevaba un buen rato dándole vueltas a la cabeza. Si, como le habían indicado sus compañeros, la operación anterior había sido bajo el amparo de la noche en un intento de actuar furtivamente, no tenía mucho sentido que ese día hubieran decidido ir directos al grano y atraer la atención de la Marina. Salvo que ese fuera su objetivo, claro. Los dos ataques simultáneos que acababan de sufrir parecían confirmar lo último: les habían puesto un anzuelo y ellos habían picado de lleno.
La rabia y la frustración se apoderaron de Camille por unos segundos, pero se forzó a mantener el control para poder dirigirse nuevamente a los civiles.
—¡Mantengan la calma y sigan obedeciendo las instrucciones! ¡Nadie saldrá herido de aquí!
Siguió apoyando la evacuación hasta que el capitán Raisho empezó a hablar. Estaba claro que su pelotón no contaba con los suficientes efectivos como para dividirse entre las dos localizaciones, menos aún si dejaban soldados que siguieran encargándose de la evacuación y vigilando la destrozada estación. Deberían formar dos grupos y encargarse cada uno de un sitio, pero la decisión había quedado en manos de la particular brigada. Por un lado, su vínculo con la capitana Montpellier le inspiraba el deseo de acudir tan rápido como pudiese hasta el G-31 para asegurarse de que no hubiera salido herida. Por el otro, su compañero y amigo se había marchado solo en dirección al puerto, lo que podría ponerle en un peligro considerable. Sus dudas fueron breves.
—En la base hay más efectivos y gente capaz —empezó, dirigiéndose a Takahiro y luego al capitán—. Pero es un objetivo prioritario de defensa. Capitán, creo que usted y sus hombres deberían ocuparse de eso. Nuestro compañero está dirigiéndose al puerto, así que déjelo en nuestras manos.
No se paró a pensar en la jerarquía de su grupo ni en la posibilidad de que quizá Takahiro fuera quien debía haber tomado la decisión en ausencia de Ray, incluso Atlas antes que ella, pero el motivo estaba lejos de ser malintencionado. Por mal que se llevara con el peliverde, todos los integrantes de la brigada habían desarrollado en muy poco tiempo una compenetración loable y compartían unos principios similares. Tanto era así que muchas veces no necesitaban formular palabra alguna para saber qué debían hacer. Aunque no lo fuera a decir nunca en voz alta, el espadachín y la oni no eran una excepción en esta regla.
Una vez segura de que todos estaban en la misma línea emprendió la marcha hacia el puerto, dispuesta a seguir la estela de Ray en su dirección. Ella era la más lenta después de todo, así que no tenía tiempo que perder.
Estaba tan centrada en asegurarse de minimizar las pérdidas en la medida de lo posible que ni siquiera prestó atención a Taka y a su conversación con el capitán. Varios de los reclutas y soldados que habían llegado junto a él se unieron a la operación para brindarle una mano a la oni, un gesto que agradeció enormemente. Incrementando la presencia de la Marina en el lugar fue mucho más sencillo imponer algo de orden y guiar de forma segura a los numerosos grupos de ciudadanos asustados que iban y venían. Todo parecía estar desarrollándose correctamente... Y entonces llegó la primera explosión.
El cuerpo de Camille se tensó en el momento de la explosión, encogiéndose un poco como si estuviera buscando ponerse a cubierto. Su mirada se dirigió rápidamente hacia el origen: la base del G-31. El caos que habían logrado sofocar con su actuación volvió a emerger entre los civiles, pero antes de que les diera tiempo siquiera a reaccionar o a tomar algún plan de acción, una nueva explosión siguió a la primera desde el puerto. El aire había retumbado y con él su propio cuerpo, lo que hizo que una leve presión surgiera en su pecho al ponerse en alerta.
—Mierda.
Desde que habían llegado, llevaba un buen rato dándole vueltas a la cabeza. Si, como le habían indicado sus compañeros, la operación anterior había sido bajo el amparo de la noche en un intento de actuar furtivamente, no tenía mucho sentido que ese día hubieran decidido ir directos al grano y atraer la atención de la Marina. Salvo que ese fuera su objetivo, claro. Los dos ataques simultáneos que acababan de sufrir parecían confirmar lo último: les habían puesto un anzuelo y ellos habían picado de lleno.
La rabia y la frustración se apoderaron de Camille por unos segundos, pero se forzó a mantener el control para poder dirigirse nuevamente a los civiles.
—¡Mantengan la calma y sigan obedeciendo las instrucciones! ¡Nadie saldrá herido de aquí!
Siguió apoyando la evacuación hasta que el capitán Raisho empezó a hablar. Estaba claro que su pelotón no contaba con los suficientes efectivos como para dividirse entre las dos localizaciones, menos aún si dejaban soldados que siguieran encargándose de la evacuación y vigilando la destrozada estación. Deberían formar dos grupos y encargarse cada uno de un sitio, pero la decisión había quedado en manos de la particular brigada. Por un lado, su vínculo con la capitana Montpellier le inspiraba el deseo de acudir tan rápido como pudiese hasta el G-31 para asegurarse de que no hubiera salido herida. Por el otro, su compañero y amigo se había marchado solo en dirección al puerto, lo que podría ponerle en un peligro considerable. Sus dudas fueron breves.
—En la base hay más efectivos y gente capaz —empezó, dirigiéndose a Takahiro y luego al capitán—. Pero es un objetivo prioritario de defensa. Capitán, creo que usted y sus hombres deberían ocuparse de eso. Nuestro compañero está dirigiéndose al puerto, así que déjelo en nuestras manos.
No se paró a pensar en la jerarquía de su grupo ni en la posibilidad de que quizá Takahiro fuera quien debía haber tomado la decisión en ausencia de Ray, incluso Atlas antes que ella, pero el motivo estaba lejos de ser malintencionado. Por mal que se llevara con el peliverde, todos los integrantes de la brigada habían desarrollado en muy poco tiempo una compenetración loable y compartían unos principios similares. Tanto era así que muchas veces no necesitaban formular palabra alguna para saber qué debían hacer. Aunque no lo fuera a decir nunca en voz alta, el espadachín y la oni no eran una excepción en esta regla.
Una vez segura de que todos estaban en la misma línea emprendió la marcha hacia el puerto, dispuesta a seguir la estela de Ray en su dirección. Ella era la más lenta después de todo, así que no tenía tiempo que perder.