Asradi
Völva
06-09-2024, 03:54 PM
De nuevo el ambiente era totalmente cómodo y relajado entre ellos. Solo se conocían de unas cuantas horas donde, la gran mayoria, Octojin había estado descansando por culpa de su estado de salud. Pero, a pesar de eso, parecían entenderse de alguna manera. Para Asradi, aún a pesar de todo, siempre era un alivio encontrarse con los de su especie. O, más bien, con alguien tan afín al océano al que ella también pertenecía. Estrechó, por igual, la mano del escualo antes de que éste le soltase y le resumiese un poco lo que había hecho en lo que ella dormía. La sirena, por su parte, sonrió con un mezcla de alivio y ternura.
Lo del felino le había preocupado, había sido bastante notorio en su gesto, pero el escuchar a Octojin hizo que su guardia bajase un poco al respecto.
— Está bien, confío entonces en que, de momento, no nos hará nada. — Y, si lo hacía, tendrían que volver a pelear para defenderse. Esperaba no tener que llegar a eses límites. Luego volvió a sonreír hacia el gyojin, mucho más tranquila. — Al menos hemos podido descansar y tú estás ya prácticamente recuperado. Eso es lo más importante.
El saber que había logrado conservar una vida y haber ayudado a uno de los suyos, era algo que le calentaba el corazón. Se paró unos momentos a observar a Octojin, una vez se hubo sentado cerca de él. Tenía un hermoso color blanco en sus escamas, un morro potente y unos dientes peligrosos. Eso, sumado a los músculos y a su tamaño, resultaban en un gyojin terriblemente imponente. Y, por algún motivo, ella se encontraba segura a su lado. No lo veía como una amenaza para ella. No ahora que lo conocía.
— ¿Sabes? En ocasiones te quieres hacer el duro... — Comenzó a decir, con una sonrisa entre divertida y entretenida. — … Pero en realidad eres muy tierno. — Se lo dijo así, sin más. Sin medias tintas y directamente a la cara.
No es que Octojin no fuese duro, pero lo había notado cuando quiso aparentar unos modales excesivos delante de ella mientras comía. Los ojos azules de Asradi se posaron, con harta sinceridad, sobre Octojin. Mirándole directamente a los ojos de él.
— Gracias por la ayuda que tú también me has brindado. No habría podido dormir tranquila si tú no hubieses estado vigilando. — Quizás por eso también ella había dormido tanto antes: porque se sentía en completa confianza con él. Ese era el sentimiento que, ahora mismo, le provocaba Octojin en ella. Confianza y comodidad, como hacía mucho tiempo que no sentía. El no encontrarse sola.
El aroma de la carne volvió a distraerla, y contempló las frutas que, ahora, el escualo repartía. Esta vez fue un gesto sutil de disculpa el que la sirena expresó.
— Tómalas tú, te vendrán mejor en tu recuperación. Yo soy más carnívora en ese sentido. — Aunque sí era verdad que, visualmente, tenían muy buena pinta. Nada que ver con algunas que se veían en los mercados de la superficie. — Como también soy alérgica a la piña, le he cogido algo de manía a la fruta en general.
Y, a decir verdad, seguía prefiriendo la carne o el pescado como su alimentación habitual. Aunque, a veces, no le hacía asco a algunos dulces. Así que se hizo con un trozo de carne que ya estaba lista. Solo esperó a que enfriase un poco y arrancó, casi de cuajo, una porción con los dientes. No eran tan afilados o tan potentes como, probablemente, los de Octojin, pero al pertenecer a la familia de los tiburones azules, Asradi podía desgajar buenos trozos si se lo proponía. O arrancar manos si fuese necesario.
Se relamió, suavemente, algo de la sangre que goteaba de manera muy sutil en sus labios, y sonrió satisfecha. La carne cocinada con apenas nada, para ella era la más deliciosa. Quizás era muy simple en eso, pero era como mejor la disfrutaba.
Mientras, disfrutaban del momento tanto en silencio como conversando. Y aunque había dicho que no le gustaba la fruta, sí que se animó, al menos y para no hacerle un feo, a probar un poco de aquellos cocos que Octojin había puesto a su alcance. Bebió del agua de uno, poniendo una expresión graciosa al instante. Era refrescante, de eso no cabía ninguna duda, pero el saborcillo que le había quedado en la garganta le hizo toser de manera muy suave. Apenas un par de veces.
— No, definitivamente, esto no es lo mío. — Se rió un poco. Al menos había tenido el valor de probarlos.
Tampoco pareció importarle el que, tras haberse levantado, el escualo se hubiese vuelto a sentar más cerca de ella. Incluso, casi por inercia, cuando le ofreció la mitad del coco que ella no había probado, Asradi también se acercó más. Definitivamente, era un sentimiento de calidez lo que se había generado por el grandullón. Si no fuese porque, probablemente, tendrían que separar caminos, podría decir que había encontrado un buen amigo. Y eso inflamaba sus buenos ánimos y calentaba su corazón. De alguna manera, le daba esperanzas.
Entendía el que le dijese que no tenia un rumbo fijo. Y eso también le hizo gracia. El percibir lo parecidos que eran los dos en ese sentido. Ella también solía dejarse llevar por las corrientes, aunque pudiese elegir alguna ruta más benévola de vez en cuando. Pero le gustaba explorar, conocer. A veces incluso perderse.
— Los dos somos hijos del mar, al fin y al cabo. — Los labios de Asradi se curvaron en una dulce sonrisa, mientras asentía. — Me pasa un poco lo que a ti. No tengo un rumbo concreto. Hace meses que no sé nada de los míos, de mi casa. — Del hogar que había dejado atrás. — Pero hay algo que me impulsa a continuar hacia delante. A seguir las corrientes y perderme en ellas.
Un brillo ilusionado se plasmó en su mirada, embelleciendo el azul profundo que ya de por sí reflejaban sus ojos.
— Quiero conocer más del mundo, tanto de nuestro amado océano como de la superficie. Provengo del norte, así que quizás me deje llevar por alguna corriente sureña. Conocer mares y desembocaduras que no haya visto antes. El mar es caprichoso, como bien has dicho... —Estaba de acuerdo en eso. — … Pero de la misma manera que ya nos ha reunido una vez, es probable que pueda volver a hacerlo en el futuro.
Apoyó, muy suavemente, una mano sobre uno de los brazos de Octojin. Era un gesto suave y respetuoso, pero también plagado de un cariño que comenzaba a nacer. De una confianza intrínseca hacia él.
Lo del felino le había preocupado, había sido bastante notorio en su gesto, pero el escuchar a Octojin hizo que su guardia bajase un poco al respecto.
— Está bien, confío entonces en que, de momento, no nos hará nada. — Y, si lo hacía, tendrían que volver a pelear para defenderse. Esperaba no tener que llegar a eses límites. Luego volvió a sonreír hacia el gyojin, mucho más tranquila. — Al menos hemos podido descansar y tú estás ya prácticamente recuperado. Eso es lo más importante.
El saber que había logrado conservar una vida y haber ayudado a uno de los suyos, era algo que le calentaba el corazón. Se paró unos momentos a observar a Octojin, una vez se hubo sentado cerca de él. Tenía un hermoso color blanco en sus escamas, un morro potente y unos dientes peligrosos. Eso, sumado a los músculos y a su tamaño, resultaban en un gyojin terriblemente imponente. Y, por algún motivo, ella se encontraba segura a su lado. No lo veía como una amenaza para ella. No ahora que lo conocía.
— ¿Sabes? En ocasiones te quieres hacer el duro... — Comenzó a decir, con una sonrisa entre divertida y entretenida. — … Pero en realidad eres muy tierno. — Se lo dijo así, sin más. Sin medias tintas y directamente a la cara.
No es que Octojin no fuese duro, pero lo había notado cuando quiso aparentar unos modales excesivos delante de ella mientras comía. Los ojos azules de Asradi se posaron, con harta sinceridad, sobre Octojin. Mirándole directamente a los ojos de él.
— Gracias por la ayuda que tú también me has brindado. No habría podido dormir tranquila si tú no hubieses estado vigilando. — Quizás por eso también ella había dormido tanto antes: porque se sentía en completa confianza con él. Ese era el sentimiento que, ahora mismo, le provocaba Octojin en ella. Confianza y comodidad, como hacía mucho tiempo que no sentía. El no encontrarse sola.
El aroma de la carne volvió a distraerla, y contempló las frutas que, ahora, el escualo repartía. Esta vez fue un gesto sutil de disculpa el que la sirena expresó.
— Tómalas tú, te vendrán mejor en tu recuperación. Yo soy más carnívora en ese sentido. — Aunque sí era verdad que, visualmente, tenían muy buena pinta. Nada que ver con algunas que se veían en los mercados de la superficie. — Como también soy alérgica a la piña, le he cogido algo de manía a la fruta en general.
Y, a decir verdad, seguía prefiriendo la carne o el pescado como su alimentación habitual. Aunque, a veces, no le hacía asco a algunos dulces. Así que se hizo con un trozo de carne que ya estaba lista. Solo esperó a que enfriase un poco y arrancó, casi de cuajo, una porción con los dientes. No eran tan afilados o tan potentes como, probablemente, los de Octojin, pero al pertenecer a la familia de los tiburones azules, Asradi podía desgajar buenos trozos si se lo proponía. O arrancar manos si fuese necesario.
Se relamió, suavemente, algo de la sangre que goteaba de manera muy sutil en sus labios, y sonrió satisfecha. La carne cocinada con apenas nada, para ella era la más deliciosa. Quizás era muy simple en eso, pero era como mejor la disfrutaba.
Mientras, disfrutaban del momento tanto en silencio como conversando. Y aunque había dicho que no le gustaba la fruta, sí que se animó, al menos y para no hacerle un feo, a probar un poco de aquellos cocos que Octojin había puesto a su alcance. Bebió del agua de uno, poniendo una expresión graciosa al instante. Era refrescante, de eso no cabía ninguna duda, pero el saborcillo que le había quedado en la garganta le hizo toser de manera muy suave. Apenas un par de veces.
— No, definitivamente, esto no es lo mío. — Se rió un poco. Al menos había tenido el valor de probarlos.
Tampoco pareció importarle el que, tras haberse levantado, el escualo se hubiese vuelto a sentar más cerca de ella. Incluso, casi por inercia, cuando le ofreció la mitad del coco que ella no había probado, Asradi también se acercó más. Definitivamente, era un sentimiento de calidez lo que se había generado por el grandullón. Si no fuese porque, probablemente, tendrían que separar caminos, podría decir que había encontrado un buen amigo. Y eso inflamaba sus buenos ánimos y calentaba su corazón. De alguna manera, le daba esperanzas.
Entendía el que le dijese que no tenia un rumbo fijo. Y eso también le hizo gracia. El percibir lo parecidos que eran los dos en ese sentido. Ella también solía dejarse llevar por las corrientes, aunque pudiese elegir alguna ruta más benévola de vez en cuando. Pero le gustaba explorar, conocer. A veces incluso perderse.
— Los dos somos hijos del mar, al fin y al cabo. — Los labios de Asradi se curvaron en una dulce sonrisa, mientras asentía. — Me pasa un poco lo que a ti. No tengo un rumbo concreto. Hace meses que no sé nada de los míos, de mi casa. — Del hogar que había dejado atrás. — Pero hay algo que me impulsa a continuar hacia delante. A seguir las corrientes y perderme en ellas.
Un brillo ilusionado se plasmó en su mirada, embelleciendo el azul profundo que ya de por sí reflejaban sus ojos.
— Quiero conocer más del mundo, tanto de nuestro amado océano como de la superficie. Provengo del norte, así que quizás me deje llevar por alguna corriente sureña. Conocer mares y desembocaduras que no haya visto antes. El mar es caprichoso, como bien has dicho... —Estaba de acuerdo en eso. — … Pero de la misma manera que ya nos ha reunido una vez, es probable que pueda volver a hacerlo en el futuro.
Apoyó, muy suavemente, una mano sobre uno de los brazos de Octojin. Era un gesto suave y respetuoso, pero también plagado de un cariño que comenzaba a nacer. De una confianza intrínseca hacia él.