Airgid Vanaidiam
Metalhead
06-09-2024, 04:41 PM
Al parecer, Ragn y ella no eran los únicos con carácter. Timsy, a pesar de su pequeño tamaño, demostró ser también un gyojin con aptitudes para la batalla. Le lanzó un escupitajo al mink que fue tan inesperado que a Airgid no le salió otra cosa que una buena carcajada al observar la cabeza de ese mink llena de baba. Tenía ya su arma entre sus manos cuando observó cómo uno de ellos agarró una daga, pero no le dio tiempo a hacer nada realmente, pues Ragnheidr empuñó su enorme espadón y le dio con el dorso de la misma, golpeándole de lleno y lanzándolo a volar varios metros, colina abajo.
Uno de ellos, el que parecía ser el jefazo de los minks -o al menos, de los que allí se encontraban-, lanzó una amenaza al aire, bastante penosa puesto que empezó a retroceder como un niño asustado. Qué fácil era terminar con una pelea, solo enseñando un poco los cojones. El tipo estuvo cerca de irse, sin embargo, un marine fue lo que detuvo su marcha. A ver, es que acababa de declarar en voz alta que pertenecía a una mafia... no había mucha duda en el aire. El marine no tardó en colocarle unas esposas rodeando sus muñecas peludas y haciendo que se arrodillase sobre el césped. Tras él, los demás minks también acabaron arrodillados, como un gesto de... ¿lealtad? al que era su jefe. Podrían haber intentado escapar, pero no lo hicieron.
Dicho marine no tardó en tardar de incriminarles a ellos también. ¿Es que acaso estaba ciego? ¿No veía que habían estado a punto de ser víctimas de esa misma mafia? Discutir con los marines era perder el tiempo, Airgid lo tenía comprobado y probado. Nadie hizo ni puto caso de su pregunta. Ragnheidr escupió al suelo, y Airgid le imitó. A ver, si todo el mundo se iba a poner a escupir, empezando por Timsy, ella no iba a quedarse atrás tampoco. Que sabía muy bien cómo escupir con fuerza, como hacían los hombres. Antes de que pudiera decir nada, fue el mismo Ragnhedir el que rápidamente usó sus dos brazos para alzar al gyojin y a ella en al aire. Airgid nunca había estado muy acostumbrada a que cargasen con ella, pero al final con la compañía de Ragnheidr se iba a tener que acostumbrar por cojones. Normalmente no le gustaba mucho que lo hicieran, porque no era una mujer especialmente delgada o ligera, era fuerte, musculosa, alta y grande. A ella le encantaba su físico, pero le generaba un poco de inseguridad que la levantasen. Sin embargo, con Ragnheidr no sentía esa molestia. Era tan fuerte que podía levantarla en el aire como si fuera una hoja de papel.
El gigante saltó por el barranco mientras gritaba, como si estuviera en un parque de atracciones subiendo a una montaña rusa. La rubia elevó ambos brazos en el aire, disfrutando de la adrenalina de la caída libre y dejó escapar también un grito que acompañase al de Ragnheidr. Estaba confiada porque sabía que Ragn no era ningún suicida, sabía que no iba a mandarles a una muerte directa. Y le encantaban las emociones fuertes. Cuando estuvieron a punto de chocar contra el mar y las rocas del acantilado, la parte inferior del cuerpo de Ragnheidr se transformó en una nube de gas violáceo y tanto él como los dos que alzaba en sus brazos comenzaron a volar por los alrededores, escapando de la escena de los marines y los minks. Airgid no podía dejar de contar los días que le quedaban para abandonar aquella isla, cada vez con más ganas.
— ¡Sí! — Respondió a la pregunta de Ragn. Tenía buena vista, la rubia, así que con el brazo izquierdo señaló dónde quedaba más o menos su casa. Era un barrio que conocía bien, así que realmente podía dejarla en casi cualquier lado que podría orientarse sin problemas. Tenía unos asuntillos aún que arreglar en su hogar antes de marcharse. Lo que no sabía era lo que Ragn pretendía hacer. Seguramente, por lo que dijo, ayudar a Timsy a llegar a su propio hogar o dejarle en algún lugar conocido. — ¡Timsy, ha sío un placer! ¡Espero volver a verte pronto! — Se despidió de él, ya dando por hecho que Ragn la dejaría en el suelo en cualquier momento.
Uno de ellos, el que parecía ser el jefazo de los minks -o al menos, de los que allí se encontraban-, lanzó una amenaza al aire, bastante penosa puesto que empezó a retroceder como un niño asustado. Qué fácil era terminar con una pelea, solo enseñando un poco los cojones. El tipo estuvo cerca de irse, sin embargo, un marine fue lo que detuvo su marcha. A ver, es que acababa de declarar en voz alta que pertenecía a una mafia... no había mucha duda en el aire. El marine no tardó en colocarle unas esposas rodeando sus muñecas peludas y haciendo que se arrodillase sobre el césped. Tras él, los demás minks también acabaron arrodillados, como un gesto de... ¿lealtad? al que era su jefe. Podrían haber intentado escapar, pero no lo hicieron.
Dicho marine no tardó en tardar de incriminarles a ellos también. ¿Es que acaso estaba ciego? ¿No veía que habían estado a punto de ser víctimas de esa misma mafia? Discutir con los marines era perder el tiempo, Airgid lo tenía comprobado y probado. Nadie hizo ni puto caso de su pregunta. Ragnheidr escupió al suelo, y Airgid le imitó. A ver, si todo el mundo se iba a poner a escupir, empezando por Timsy, ella no iba a quedarse atrás tampoco. Que sabía muy bien cómo escupir con fuerza, como hacían los hombres. Antes de que pudiera decir nada, fue el mismo Ragnhedir el que rápidamente usó sus dos brazos para alzar al gyojin y a ella en al aire. Airgid nunca había estado muy acostumbrada a que cargasen con ella, pero al final con la compañía de Ragnheidr se iba a tener que acostumbrar por cojones. Normalmente no le gustaba mucho que lo hicieran, porque no era una mujer especialmente delgada o ligera, era fuerte, musculosa, alta y grande. A ella le encantaba su físico, pero le generaba un poco de inseguridad que la levantasen. Sin embargo, con Ragnheidr no sentía esa molestia. Era tan fuerte que podía levantarla en el aire como si fuera una hoja de papel.
El gigante saltó por el barranco mientras gritaba, como si estuviera en un parque de atracciones subiendo a una montaña rusa. La rubia elevó ambos brazos en el aire, disfrutando de la adrenalina de la caída libre y dejó escapar también un grito que acompañase al de Ragnheidr. Estaba confiada porque sabía que Ragn no era ningún suicida, sabía que no iba a mandarles a una muerte directa. Y le encantaban las emociones fuertes. Cuando estuvieron a punto de chocar contra el mar y las rocas del acantilado, la parte inferior del cuerpo de Ragnheidr se transformó en una nube de gas violáceo y tanto él como los dos que alzaba en sus brazos comenzaron a volar por los alrededores, escapando de la escena de los marines y los minks. Airgid no podía dejar de contar los días que le quedaban para abandonar aquella isla, cada vez con más ganas.
— ¡Sí! — Respondió a la pregunta de Ragn. Tenía buena vista, la rubia, así que con el brazo izquierdo señaló dónde quedaba más o menos su casa. Era un barrio que conocía bien, así que realmente podía dejarla en casi cualquier lado que podría orientarse sin problemas. Tenía unos asuntillos aún que arreglar en su hogar antes de marcharse. Lo que no sabía era lo que Ragn pretendía hacer. Seguramente, por lo que dijo, ayudar a Timsy a llegar a su propio hogar o dejarle en algún lugar conocido. — ¡Timsy, ha sío un placer! ¡Espero volver a verte pronto! — Se despidió de él, ya dando por hecho que Ragn la dejaría en el suelo en cualquier momento.