Octojin
El terror blanco
06-09-2024, 06:56 PM
Octojin sonrió mientras miraba a Asradi. No había dicho ni hecho nada particular, realmente, pero le salió hacerlo. Había algo en su manera de ser, en la forma en la que sonreía y hablaba, que le hacía sentir una paz que no solía encontrar con facilidad. Y esa paz se repetía cada vez más. Nunca antes había experimentado algo parecido, y aunque no podía ponerle un nombre a esa sensación, le gustaba. Le dolía pensar que probablemente sus caminos se separarían pronto.
Cuando Asradi mencionó que lo veía como alguien "tierno", Octojin soltó una carcajada profunda, algo que no hacía a menudo.
—¿Tierno? —repitió entre risas—. Es la primera vez que me dicen algo así. Normalmente, la gente tiende a huir de mí. Pero supongo que ser así me sale solo... rara vez he sido tan... ¿Cómo lo dirías? Tierno —dijo, sonriendo y encogiéndose de hombros.
Mientras comían, Octojin se esforzaba por mantener los modales que había intentado adoptar antes. Sin embargo, no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver con qué energía Asradi devoraba la carne que tenía delante, quizá intentando hacer ver que no hacía falta guardar modales, como ya le había dicho anteriormente. O puede que simplemente fuese ella misma. Desgarrando trozos grandes con sus dientes, la sirena se veía realmente contenta. Ese gesto le recordó que, a pesar de todo, ella también era una de los suyos, alguien profundamente conectada al mar y a sus instintos, y que aquello no tenía por qué estar necesariamente mal. La escena le hizo relajarse, y aunque intentó seguir comiendo de manera más comedida, terminó disfrutando de la comida con la naturalidad que venía de su naturaleza.
—Definitivamente, eres una de las nuestras —comentó, mientras comía más tranquilamente—. Es un placer comer contigo. Bueno y compartir el momento, claro.
Asradi se animó a probar el coco que él había recogido antes, y su reacción fue hilarante. Bebió el líquido del coco con curiosidad, pero no tardó en poner una expresión divertida al sentir el residuo arenoso que le quedó en la garganta. Tosió un par de veces, y Octojin se empezó a reir con fuerza, golpeando incluso su pierna varias veces fruto de la propia risa. Estuvo a punto de atragantarse con tanto movimiento.
—Tienes que beberlo más rápido —le aconsejó, retirándose las lágrimas de los ojos fruto de la risa—, así esos "polvitos" entran antes y no se te quedan ahí atascados. Pero gracias por intentarlo —agregó, agradecido de que lo hubiera probado, aunque no fuese de su agrado.
El tiburón también comió algunos frutos y se bebió el coco. Los saboreó lentamente, como si de un buen postre se tratase. Se deleitó con su aroma dulce, y fue metiéndoselos de uno en uno para tener una mayor sensación de saciedad. Los frutos rojos eran sus favoritos, y ver a Asradi disfrutando de la carne le recordaba lo afortunado que se sentía por estar compartiendo ese momento con alguien tan afín. Se sentía tranquilo, como si el mundo exterior no existiera por un rato, solo ellos dos y el eco del mar en la distancia, junto con el fuego dando luz a su momento.
Cuando Asradi comenzó a hablar sobre su vida y sobre cómo ella también se dejaba llevar por las corrientes de manera natural, Octojin no pudo evitar sentir una profunda conexión con sus palabras. Ambos eran hijos del mar, y aunque sus caminos pudieran separarse pronto, compartían esa esencia nómada que los hacía seguir adelante sin un destino fijo.
La sirena apoyó su mano sobre el brazo del tiburón, algo que sorprendió al gyojin durante un instante. Pero le nació llevar la mano contraria a la suya, cubriéndola por completo y notando su calor. Tras ello la miró a los ojos y sonrió.
—Como ya hemos dicho, somos hijos del mar —dijo Octojin, asintiendo con la cabeza mientras hablaba—, y eso quiere decir que no tenemos un rumbo definido. A parte de ir donde las corrientes nos lleven y cuando así lo sentimos, nos volvemos a poner en manos de esas corrientes para conocer un nuevo destino. A pesar de que conocerte ha sido increíble, siento que ese momento está a punto de llegar.
Mientras decía esas palabras, la realidad de que pronto tendría que dejar a la sirena se le hizo más evidente, algo que torció su rostro en uno más triste. Le miraba una y otra vez, dándose cuenta de lo bien que se sentía con ella, lo fácil que era estar a su lado. No había tenido muchas conexiones profundas en su vida, pero aquella era diferente. Había algo en Asradi que lo hacía sentir comprendido. Y no era que simplemente fuese una igual, una de los suyos, había algo más.
—La verdad es que me siento particularmente bien contigo —confesó Octojin, algo incómodo por lo que estaba revelando pero sintiendo que era lo correcto decirlo—. Ojalá lo que dices sea verdad y el destino, o alguna corriente tonta, nos vuelva a unir en el futuro. Porque, aunque no lo había pensado antes, creo que me costará mucho separarme de ti.
Octojin le dedicó una sonrisa cálida, aunque sintió una punzada en el pecho. No entendía por qué se sentía así, pero sabía que era algo importante. Le costaría decir adiós, sin duda, pero era algo que tenía que hacer. Su camino estaba en la soledad del mar. Así había sido y así debería ser, al menos hasta que encontrase el propósito en su vida. Porque lo encontraría, seguro.
El ambiente se tornó más suave mientras terminaban de comer, compartiendo el último pedazo de carne y los frutos que quedaban. La conversación fluía sin esfuerzo, y ambos habitantes del mar parecían disfrutar de la compañía del otro de una manera tranquila y serena.
El tiburón miraba a la sirena y sentía una especie de añoranza, algo que jamás había sentido. Era extraño, pero a la vez reconfortante. ¿Qué diablos sería? Tendría que ir a un médico en la siguiente isla, ya que contarle aquello a Asradi sería desde luego incómodo. Además, así tendría más tiempo para pensar bien las palabras que le podría decir a su doctor.
Aunque las palabras no eran suficientes para expresar lo que sentía, sabía que Asradi comprendía de alguna manera que aquél sentimiento debía significar algo. Tal vez no entendía por qué se sentía tan conectado a ella, pero estaba claro que había algo entre ellos que trascendía el simple hecho de haberse conocido en una cueva perdida en una isla peligrosa, haberse salvado la vida mutuamente y haber compartido una fiera batalla con una bestia. Sobrevivir a todo aquello podía ser una simple anécdota en otra situación. Pero allí significaba algo más. ¿Qué sería?
El tiempo seguía pasando mientras compartían su comida y una plácida conversación. No importaba cuánto durara ese momento, el gyojin sabía que lo recordaría por mucho tiempo. Ambos estaban destinados a seguir sus caminos, pero con la esperanza de que algún día las corrientes los llevarían al mismo lugar de nuevo y quizá, solo quizá, podrían tener otras historias que contarse.
Octojin tomó aire, mirando hacia la entrada de la cueva, donde las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse. Era casi el momento de partir, pero por el momento, disfrutaba de ese instante con alguien que, aunque acababa de conocer, sentía como una vieja amiga de su isla natal. Como alguien que había conocido tiempo atrás... Aquél sentimiento era raro en él, pero no podía ignorarlo. Lo cierto es que todo lo que envolvía a la sirena era complicado de entender para el tiburón. ¿Acaso los sentimientos hacia las sirenas eran complicados? ¿O aquello era algo único hacia Asradi?
Cuantas preguntas y qué pocas respuestas. Pobre tiburón, menos mal que era la primera vez que experimentaba algo así. ¿Le afectaría en el futuro aquella experiencia? ¿Sería una única vez? Alguna vez obtendría una respuesta, que por el momento solo pertenecía al tiempo.
Cuando Asradi mencionó que lo veía como alguien "tierno", Octojin soltó una carcajada profunda, algo que no hacía a menudo.
—¿Tierno? —repitió entre risas—. Es la primera vez que me dicen algo así. Normalmente, la gente tiende a huir de mí. Pero supongo que ser así me sale solo... rara vez he sido tan... ¿Cómo lo dirías? Tierno —dijo, sonriendo y encogiéndose de hombros.
Mientras comían, Octojin se esforzaba por mantener los modales que había intentado adoptar antes. Sin embargo, no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver con qué energía Asradi devoraba la carne que tenía delante, quizá intentando hacer ver que no hacía falta guardar modales, como ya le había dicho anteriormente. O puede que simplemente fuese ella misma. Desgarrando trozos grandes con sus dientes, la sirena se veía realmente contenta. Ese gesto le recordó que, a pesar de todo, ella también era una de los suyos, alguien profundamente conectada al mar y a sus instintos, y que aquello no tenía por qué estar necesariamente mal. La escena le hizo relajarse, y aunque intentó seguir comiendo de manera más comedida, terminó disfrutando de la comida con la naturalidad que venía de su naturaleza.
—Definitivamente, eres una de las nuestras —comentó, mientras comía más tranquilamente—. Es un placer comer contigo. Bueno y compartir el momento, claro.
Asradi se animó a probar el coco que él había recogido antes, y su reacción fue hilarante. Bebió el líquido del coco con curiosidad, pero no tardó en poner una expresión divertida al sentir el residuo arenoso que le quedó en la garganta. Tosió un par de veces, y Octojin se empezó a reir con fuerza, golpeando incluso su pierna varias veces fruto de la propia risa. Estuvo a punto de atragantarse con tanto movimiento.
—Tienes que beberlo más rápido —le aconsejó, retirándose las lágrimas de los ojos fruto de la risa—, así esos "polvitos" entran antes y no se te quedan ahí atascados. Pero gracias por intentarlo —agregó, agradecido de que lo hubiera probado, aunque no fuese de su agrado.
El tiburón también comió algunos frutos y se bebió el coco. Los saboreó lentamente, como si de un buen postre se tratase. Se deleitó con su aroma dulce, y fue metiéndoselos de uno en uno para tener una mayor sensación de saciedad. Los frutos rojos eran sus favoritos, y ver a Asradi disfrutando de la carne le recordaba lo afortunado que se sentía por estar compartiendo ese momento con alguien tan afín. Se sentía tranquilo, como si el mundo exterior no existiera por un rato, solo ellos dos y el eco del mar en la distancia, junto con el fuego dando luz a su momento.
Cuando Asradi comenzó a hablar sobre su vida y sobre cómo ella también se dejaba llevar por las corrientes de manera natural, Octojin no pudo evitar sentir una profunda conexión con sus palabras. Ambos eran hijos del mar, y aunque sus caminos pudieran separarse pronto, compartían esa esencia nómada que los hacía seguir adelante sin un destino fijo.
La sirena apoyó su mano sobre el brazo del tiburón, algo que sorprendió al gyojin durante un instante. Pero le nació llevar la mano contraria a la suya, cubriéndola por completo y notando su calor. Tras ello la miró a los ojos y sonrió.
—Como ya hemos dicho, somos hijos del mar —dijo Octojin, asintiendo con la cabeza mientras hablaba—, y eso quiere decir que no tenemos un rumbo definido. A parte de ir donde las corrientes nos lleven y cuando así lo sentimos, nos volvemos a poner en manos de esas corrientes para conocer un nuevo destino. A pesar de que conocerte ha sido increíble, siento que ese momento está a punto de llegar.
Mientras decía esas palabras, la realidad de que pronto tendría que dejar a la sirena se le hizo más evidente, algo que torció su rostro en uno más triste. Le miraba una y otra vez, dándose cuenta de lo bien que se sentía con ella, lo fácil que era estar a su lado. No había tenido muchas conexiones profundas en su vida, pero aquella era diferente. Había algo en Asradi que lo hacía sentir comprendido. Y no era que simplemente fuese una igual, una de los suyos, había algo más.
—La verdad es que me siento particularmente bien contigo —confesó Octojin, algo incómodo por lo que estaba revelando pero sintiendo que era lo correcto decirlo—. Ojalá lo que dices sea verdad y el destino, o alguna corriente tonta, nos vuelva a unir en el futuro. Porque, aunque no lo había pensado antes, creo que me costará mucho separarme de ti.
Octojin le dedicó una sonrisa cálida, aunque sintió una punzada en el pecho. No entendía por qué se sentía así, pero sabía que era algo importante. Le costaría decir adiós, sin duda, pero era algo que tenía que hacer. Su camino estaba en la soledad del mar. Así había sido y así debería ser, al menos hasta que encontrase el propósito en su vida. Porque lo encontraría, seguro.
El ambiente se tornó más suave mientras terminaban de comer, compartiendo el último pedazo de carne y los frutos que quedaban. La conversación fluía sin esfuerzo, y ambos habitantes del mar parecían disfrutar de la compañía del otro de una manera tranquila y serena.
El tiburón miraba a la sirena y sentía una especie de añoranza, algo que jamás había sentido. Era extraño, pero a la vez reconfortante. ¿Qué diablos sería? Tendría que ir a un médico en la siguiente isla, ya que contarle aquello a Asradi sería desde luego incómodo. Además, así tendría más tiempo para pensar bien las palabras que le podría decir a su doctor.
Aunque las palabras no eran suficientes para expresar lo que sentía, sabía que Asradi comprendía de alguna manera que aquél sentimiento debía significar algo. Tal vez no entendía por qué se sentía tan conectado a ella, pero estaba claro que había algo entre ellos que trascendía el simple hecho de haberse conocido en una cueva perdida en una isla peligrosa, haberse salvado la vida mutuamente y haber compartido una fiera batalla con una bestia. Sobrevivir a todo aquello podía ser una simple anécdota en otra situación. Pero allí significaba algo más. ¿Qué sería?
El tiempo seguía pasando mientras compartían su comida y una plácida conversación. No importaba cuánto durara ese momento, el gyojin sabía que lo recordaría por mucho tiempo. Ambos estaban destinados a seguir sus caminos, pero con la esperanza de que algún día las corrientes los llevarían al mismo lugar de nuevo y quizá, solo quizá, podrían tener otras historias que contarse.
Octojin tomó aire, mirando hacia la entrada de la cueva, donde las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse. Era casi el momento de partir, pero por el momento, disfrutaba de ese instante con alguien que, aunque acababa de conocer, sentía como una vieja amiga de su isla natal. Como alguien que había conocido tiempo atrás... Aquél sentimiento era raro en él, pero no podía ignorarlo. Lo cierto es que todo lo que envolvía a la sirena era complicado de entender para el tiburón. ¿Acaso los sentimientos hacia las sirenas eran complicados? ¿O aquello era algo único hacia Asradi?
Cuantas preguntas y qué pocas respuestas. Pobre tiburón, menos mal que era la primera vez que experimentaba algo así. ¿Le afectaría en el futuro aquella experiencia? ¿Sería una única vez? Alguna vez obtendría una respuesta, que por el momento solo pertenecía al tiempo.