Airgid Vanaidiam
Metalhead
06-09-2024, 07:46 PM
En la vida había que enseñar los cojones de vez en cuando. Airgid había aprendido eso gracias a la vida callejera que se había visto obligada a llevar. Quería ese soplete, ¿verdad? Pues no podía ir pidiéndolo por favor y con una actitud que demostrara el más pequeño signo de debilidad, o la otra persona podría aprovecharse de ello y tomarla por una mindundi. En cambio, si desde el principio mostrabas que no le tenías miedo a nadie, si adoptabas el papel de puta loca que no temía meterse en una pelea con quién fuera, entonces quizás la otra persona se acojonaba y se echaba para atrás. Con la amenaza lanzada, solo quedaba esperar, cruzada de brazos en una postura confiada a que no cayera en saco roto. A que sirviera de algo.
Airgid no se había percatado del enorme tamaño que tenía aquel gyojin hasta que se puso en pie a medida que le respondía. Frunció un poco los labios, algo nerviosa, arrepintiéndose un poco de haber usado un tono tan agresivo ya de primeras... si tan solo se hubiera fijado un poco mejor... no, qué coño, seguro que por muy bien que le hubiera hablado no le habría hecho ningún caso. Y no era momento como para arrepentirse de nada ni echarse para atrás, una vez se escogía ese camino tenía qu ellevarlo hasta el final, o estarías mostrando debilidad. Le había retado a que fuera ella misma la que se acercase a tomar el soldador que se encontraba al lado de su pie. Airgid no respondió aún, se limitó a observarle, de hecho le miró muy fijamente directamente al interior de sus negros ojos. Daban un poco de cague, pero se produjo sin querer una especie de... duelo de miradas. Y no podía permitirse perder, apartar la mirada hacia otro lado. Ni cuando insultó a su raza en un susurro no lo suficientemente bajo.
Observándole bien, Airgid entendió que meterse en una pelea con aquel tiburón sería casi un suicidio. A ver, la joven sabía buscarse bien las habichuelas, seguramente saldría herida pero alguna salida encontraría, siempre lo acababa haciendo. Pero quizás no quería tener que pasar por ello, quizás no quería más moratones en su cuerpo, ni acabar completamente agotada, y mucho menos quería un mordisco de tiburón. Él tampoco parecía tener intenciones de pelea... sino lo habría hecho ya, pero sí que estaba claro que se defendería en caso de sentirse lo suficientemente insultado. Joder, que complicado era todo cuando el ego se encontraba en medio. Siempre el maldito ego. Airgid había encontrado en él una forma de defenderse a sí misma, una coraza con la que protegerse del mundo. Pero era muy cansino tener que estar siempre a la defensiva por el estilo de vida que llevaba, ella no era así.
El tiburón volvió a preguntarle sobre cuales iban a ser sus intenciones, sobre qué iba a hacer. Obviamente no tenía primos, tenía unos colegas que eran casi como familia, pero no estaban a su alcance como para llamarles a chillidos. Así que solo estaban ellos dos, y un precioso soldador en medio. La rubia puso los ojos en blanco durante un segundo, cansada de hacer el teatro de chica dura. — ¿Sabe qué? No voy a llamá a nadie, puedo pillar el soldador yo solica. No me dá ningún miedo, gyojin. — Y sin más, sin querer alargar más ese momento de tensión y silencio incómodos, se acercó a él. Sabía que estaba poniéndose en desventaja al perder la distancia, sabía que tendría que afilar sus sentidos en caso de que aquel gyojin tratase de aprovechar el momento para atacarla. No le importaba. Tenía muchos cojones, sí, o muchos ovarios, mejor dicho. Se acercó lo suficiente como para agacharse al lado del pie del tiburón y alcanzar el soldador, deseando internamente que no le diese una patada en toda la cara.
Airgid no se había percatado del enorme tamaño que tenía aquel gyojin hasta que se puso en pie a medida que le respondía. Frunció un poco los labios, algo nerviosa, arrepintiéndose un poco de haber usado un tono tan agresivo ya de primeras... si tan solo se hubiera fijado un poco mejor... no, qué coño, seguro que por muy bien que le hubiera hablado no le habría hecho ningún caso. Y no era momento como para arrepentirse de nada ni echarse para atrás, una vez se escogía ese camino tenía qu ellevarlo hasta el final, o estarías mostrando debilidad. Le había retado a que fuera ella misma la que se acercase a tomar el soldador que se encontraba al lado de su pie. Airgid no respondió aún, se limitó a observarle, de hecho le miró muy fijamente directamente al interior de sus negros ojos. Daban un poco de cague, pero se produjo sin querer una especie de... duelo de miradas. Y no podía permitirse perder, apartar la mirada hacia otro lado. Ni cuando insultó a su raza en un susurro no lo suficientemente bajo.
Observándole bien, Airgid entendió que meterse en una pelea con aquel tiburón sería casi un suicidio. A ver, la joven sabía buscarse bien las habichuelas, seguramente saldría herida pero alguna salida encontraría, siempre lo acababa haciendo. Pero quizás no quería tener que pasar por ello, quizás no quería más moratones en su cuerpo, ni acabar completamente agotada, y mucho menos quería un mordisco de tiburón. Él tampoco parecía tener intenciones de pelea... sino lo habría hecho ya, pero sí que estaba claro que se defendería en caso de sentirse lo suficientemente insultado. Joder, que complicado era todo cuando el ego se encontraba en medio. Siempre el maldito ego. Airgid había encontrado en él una forma de defenderse a sí misma, una coraza con la que protegerse del mundo. Pero era muy cansino tener que estar siempre a la defensiva por el estilo de vida que llevaba, ella no era así.
El tiburón volvió a preguntarle sobre cuales iban a ser sus intenciones, sobre qué iba a hacer. Obviamente no tenía primos, tenía unos colegas que eran casi como familia, pero no estaban a su alcance como para llamarles a chillidos. Así que solo estaban ellos dos, y un precioso soldador en medio. La rubia puso los ojos en blanco durante un segundo, cansada de hacer el teatro de chica dura. — ¿Sabe qué? No voy a llamá a nadie, puedo pillar el soldador yo solica. No me dá ningún miedo, gyojin. — Y sin más, sin querer alargar más ese momento de tensión y silencio incómodos, se acercó a él. Sabía que estaba poniéndose en desventaja al perder la distancia, sabía que tendría que afilar sus sentidos en caso de que aquel gyojin tratase de aprovechar el momento para atacarla. No le importaba. Tenía muchos cojones, sí, o muchos ovarios, mejor dicho. Se acercó lo suficiente como para agacharse al lado del pie del tiburón y alcanzar el soldador, deseando internamente que no le diese una patada en toda la cara.