Jun Gunslinger
Nagaredama
07-09-2024, 12:08 PM
(Última modificación: 07-09-2024, 12:17 PM por Jun Gunslinger.)
La vista de Jun volvió a elevarse cuando su nuevo compañero de mesa habló con la camarera, pidiéndole dos botellas de sake y para la peliazul una... ¿hamburguesa?
Ya acabando de atender sus heridas, resopló, incrédula, no sabiendo si ofenderse o sentirse agradecida
—¿Tengo cara de hambre? —preguntó, incrustando sus amatistas en los ojos asimétricos del otro. El tono de su voz era burlón, y a la vez desafiante.
"La más grande que tengan" había dicho él. Será que la vio demasiado pálida, o quizá muy flacuchenta. A decir verdad, Jun se parecía más a una comadreja calva con anemia, pero estaba bien y no tenía problemas de salud. Su complexión física era simplemente así.
A pesar de sentirse un poco atacada, la joven optó por no protestar. "A caballo regalado no se le ve el diente", escuchó por ahí. Y a decir verdad, si se lo pensaba un poco, al final acabaría admitiendo para sí misma que sí tenía algo de hambre.
—Así que, doctor... —mencionó Jun, tan pronto como la camarera se retiró.
La conversación no pudo continuar de inmediato porque un nuevo participante decidió irrumpir y unirse al juego de cartas. A Jun se le pararon todos los pelos del cuerpo y otra vez un escalofrío le recorrió la espina de arriba a abajo; era el diablo. Bueno, tal vez no era literalmente el diablo, pero ese hombre con sombrero de copa parecía un personaje arrancado de una historia de terror vudú, con su atuendo oscuro y adornos perturbadores.
Sin pedir permiso, el misterioso sujeto tomó las cartas, ocupó un asiento y se ofreció a barajar. El doctor dio el visto bueno, mientras Jun guardaba un desconfiado silencio. Un silencio breve, porque no era alguien que pudiera mantener la boca cerrada por mucho tiempo, y cuando Chrome propuso una apuesta de cien mil berries, no pudo contenerse y los ojos casi se le salieron de las cuencas, brillando como estrellas. ¡Más dinero!
—¡Muy bien! —exclamó, frotándose las palmas una con otra cuando vio los billetes sobre la mesa.
Mientras el diablo barajaba con una habilidad que llamaba la atención, llegaron el sake y la bendita hamburguesa. El plato caliente fue deslizado hacia la peliazul, igual que se le entregó una botella de alcohol, pero esta vez del que se bebe.
—No necesito que me mimen, pero agradezco el gesto —dijo, queriendo sonar despreocupada mientras aceptaba la comida y bebida, y se le hacía agua la boca ante la visión de tan apetecible hamburguesa.
"Strange", le llamó el doctor al diablo, al momento de ofrecerle sake. Jun arqueó una ceja y miró de reojo, atenta a la reacción del sujeto de tez grisácea. ¿Acaso se conocían?
Su mente se llenó de nuevas preguntas y la desconfianza comenzó a picarle más fuerte. Era fácil dejarse llevar por la paranoia y pensar que algo andaba mal, especialmente cuando todo parecía un poco raro. Las cosas sucedieron de forma un tanto extraña, mas todo era así en la vida de la Gunslinger. Y como ella estaba convencida de que no era una cobarde -o al menos así intentaba mostrarse al mundo-, no se echó atrás, por mucho que el espeluznante extraño con sombrero de copa le inquietara.
Aceptando aquel desafío estaba poniendo a prueba no solo su habilidad en el juego, sino también su capacidad para enfrentarse a lo inesperado y desconocido. Tenía interés por saber más de ese par misterioso, y eso la llevaría a tomar la iniciativa y presentarse con intención de obtener un poco de información respecto a sus rivales.
—Por cierto, soy Jun.
Ya acabando de atender sus heridas, resopló, incrédula, no sabiendo si ofenderse o sentirse agradecida
—¿Tengo cara de hambre? —preguntó, incrustando sus amatistas en los ojos asimétricos del otro. El tono de su voz era burlón, y a la vez desafiante.
"La más grande que tengan" había dicho él. Será que la vio demasiado pálida, o quizá muy flacuchenta. A decir verdad, Jun se parecía más a una comadreja calva con anemia, pero estaba bien y no tenía problemas de salud. Su complexión física era simplemente así.
A pesar de sentirse un poco atacada, la joven optó por no protestar. "A caballo regalado no se le ve el diente", escuchó por ahí. Y a decir verdad, si se lo pensaba un poco, al final acabaría admitiendo para sí misma que sí tenía algo de hambre.
—Así que, doctor... —mencionó Jun, tan pronto como la camarera se retiró.
La conversación no pudo continuar de inmediato porque un nuevo participante decidió irrumpir y unirse al juego de cartas. A Jun se le pararon todos los pelos del cuerpo y otra vez un escalofrío le recorrió la espina de arriba a abajo; era el diablo. Bueno, tal vez no era literalmente el diablo, pero ese hombre con sombrero de copa parecía un personaje arrancado de una historia de terror vudú, con su atuendo oscuro y adornos perturbadores.
Sin pedir permiso, el misterioso sujeto tomó las cartas, ocupó un asiento y se ofreció a barajar. El doctor dio el visto bueno, mientras Jun guardaba un desconfiado silencio. Un silencio breve, porque no era alguien que pudiera mantener la boca cerrada por mucho tiempo, y cuando Chrome propuso una apuesta de cien mil berries, no pudo contenerse y los ojos casi se le salieron de las cuencas, brillando como estrellas. ¡Más dinero!
—¡Muy bien! —exclamó, frotándose las palmas una con otra cuando vio los billetes sobre la mesa.
Mientras el diablo barajaba con una habilidad que llamaba la atención, llegaron el sake y la bendita hamburguesa. El plato caliente fue deslizado hacia la peliazul, igual que se le entregó una botella de alcohol, pero esta vez del que se bebe.
—No necesito que me mimen, pero agradezco el gesto —dijo, queriendo sonar despreocupada mientras aceptaba la comida y bebida, y se le hacía agua la boca ante la visión de tan apetecible hamburguesa.
"Strange", le llamó el doctor al diablo, al momento de ofrecerle sake. Jun arqueó una ceja y miró de reojo, atenta a la reacción del sujeto de tez grisácea. ¿Acaso se conocían?
Su mente se llenó de nuevas preguntas y la desconfianza comenzó a picarle más fuerte. Era fácil dejarse llevar por la paranoia y pensar que algo andaba mal, especialmente cuando todo parecía un poco raro. Las cosas sucedieron de forma un tanto extraña, mas todo era así en la vida de la Gunslinger. Y como ella estaba convencida de que no era una cobarde -o al menos así intentaba mostrarse al mundo-, no se echó atrás, por mucho que el espeluznante extraño con sombrero de copa le inquietara.
Aceptando aquel desafío estaba poniendo a prueba no solo su habilidad en el juego, sino también su capacidad para enfrentarse a lo inesperado y desconocido. Tenía interés por saber más de ese par misterioso, y eso la llevaría a tomar la iniciativa y presentarse con intención de obtener un poco de información respecto a sus rivales.
—Por cierto, soy Jun.