¿Sabías que…?
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[Diario] [D - Pasado] Primer encargo
Lemon Stone
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Capítulo III
El sol apenas comenzaba a salir y los habitantes del pueblo se despertaban lentamente. Otro día más en ese lodoso infierno. El aire todavía olía a humo, un recordatorio del incendio que había consumido la casa de Bea la noche anterior. Mientras los primeros aldeanos comenzaban a limpiar los restos (vigas a medio quemar, ceniza acumulada por montones, entre otras cosas), Lemon permanecía sentado en un pequeño taburete frente a lo que quedaba de la estructura, con una mueca de insatisfacción en su rostro y un cigarrillo encendido.
 
 “El precio de ser un héroe es muy alto. Demasiado alto”, pensaba el revolucionario mientras miraba trabajar al resto de los hombres.
 
-¿Podrías intentar al menos parecer útil? -gruñó Ronny, pasando junto a él con un cubo lleno de escombros.
 
-Mi querido supervisor, el heroísmo no es solo acción. Es también contemplación -respondió Lemon sin molestarse en levantarse-. Estoy supervisando… desde una distancia segura, claro. Quién sabe si me acerco a los aldeanos se me pega una enfermedad como “comeré lo mismo de ayer” o “no tengo dinero para salir de compras”, ¿sabes?
 
Ronny lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada más. No tenía sentido. Desde la noche anterior, Lemon había sido elevado apropiadamente a la categoría de “salvador” del pueblo. Solo había rescatado a la panadera de la villa, pero a los aldeanos les gustaban las historias épicas y de heroísmo. Todos hablaban del joven forastero que había arriesgado su vida -y sus prendas costosas, obvio- para salvar a Bea, y aunque a él le encantaba la atención, había algo que lo molestaba profundamente: la gente esperaba que siguiera ayudando, y gratis.  
 
“¿Desde cuándo salvar a una persona te convierte en el ayudante oficial del pueblo?”, pensó mientras observaba cómo los aldeanos trabajan duro, reconstruyendo la casa de Bea. El martilleo de los clavos y las voces de coordinación llenaban el aire. Lemon frunció el ceño.
 
-¡Lemon! -La voz de Bea lo sacó de sus pensamientos. Se giró lentamente, y ella estaba caminando hacia él, sus trenzas rubias todavía un poco desordenadas, pero su sonrisa brillaba tanto como el sol.
 
-Oh, Bea… -respondió el revolucionario, poniéndose de pie con una exagerada teatralidad-. ¿Cómo está mi valiente dama en apuros? Espero que después de esto todavía te sigan gustando los asados, o barbacoas como le llaman en algunos lugares más… rurales.
 
La joven rubia rio suavemente, ese sonido angelical que Lemon había aprendido a disfrutar. O a soportar, según el día.
 
-Bueno, gracias a ti estoy bien. No sé cómo podré agradecerte lo suficiente… -dijo ella, mirándolo con esos hermosos ojos caramelizados que levantarían de la tumba al soldado muerto de un anciano.
 
-No te preocupes, querida, eso es lo que hacemos los héroes: salvamos a las señoritas en peligro sin exigir nada a cambio -contestó Lemon con una sonrisa que él pensaba era encantadora, aunque en su cabeza surgía una idea contradictoria. “Por favor, no pidas que cargue nada, no pidas que cargue nada…”.
 
-Pero insisto: no solo salvaste mi vida, sino que también te has quedado aquí para ayudarnos. ¿Te gustaría acompañarme a la granja de mi tío? Necesitamos recoger algunas herramientas para la reconstrucción de la casa.
 
“Y ahí está”. Bea lo miraba con ojos expectantes, como si de verdad esperase que Lemon fuera a hacer algo propio de alguien benevolente, de alguien que ayuda desinteresadamente a los demás. Lemon intentó esbozar una excusa rápida, como que le dolía el pie, pero algo en la forma en que ella lo miraba lo hizo vacilar. Por un momento, una pequeña chispa de decencia se encendió en su interior. Solo un segundo. Luego la lógica volvió a ocupar su lugar.
 
-¿Qué puede ser más agradable que conocer a tu tío y cargar unas pesadas herramientas? -dijo él, sonriendo dulcemente mientras sus entrañas gritaban en protesta.
 
Bea aplaudió con entusiasmo y, antes de que Lemon pudiera cambiar de opinión, lo tomó del brazo y lo condujo hacia el camino. Mientras caminaban hacia la granja del tío, pasaron junto a un grupo de aldeanos que intercambiaban susurros y miradas admirativas en dirección a Lemon. Algunos sonreían; otros, murmuraban algo que no alcanzaba a oír, pero nada bueno podía ser…
 
“¿Esto es lo que se siente ser de la realeza? No está mal, aunque estaría mejor si hicieran un festín en mi nombre. Ah, y quiero que monten una estatua de oro. Si tiene diamantes incrustados no me quejaría”, pensó mientras Bea hablaba de lo mucho que le gustaba hornear pan como si no lo hubiera dicho el día anterior. El precio de la fama era un tanto incómodo, cierto, pero tampoco iba a quejarse de recibir adoración gratuita.
 
-He oído que el pueblo piensa organizar una pequeña celebración en tu honor -comentó Bea mientras caminaban.
 
Lemon alzó una ceja. ¿Le había leído la mente?
 
-Espero que “pequeña celebración” solo sea una manera humilde de decir “una GRAN fiesta” -dijo el revolucionario.
 
-Ay, qué gracioso eres -contestó Bea, pensando que el héroe del pueblo solo estaba bromeando, pero lo decía muy en serio-. Estarán todos los aldeanos y estaba pensando que podrías dar un discurso. ¡Ellos adoran los discursos heroicos! -continuó Bea, sonriendo como si hubiera sugerido la idea más maravillosa del mundo.
 
“Discurso heroico… Me gusta, los discursos se me dan bien. ¿Pero qué se supone que debo decir en estos casos? ¿Gracias por aplaudirme mientras arriesgaba mi hermoso y perfecto rostro?”. Sin embargo, antes de que pudiera preocuparse demasiado, llegaron a la granja del tío de Bea.
 
-Bueno, aquí estamos. No debería tardar mucho -dijo ella, soltando su brazo y entrando al granero.
 
Lemon suspiró, observando los alrededores. El lugar olía a heno y tierra, una combinación de olores que él encontraba… auténticamente rural, lo que era un eufemismo para “insoportable”. La familia Stone también tenía campos, pero los criados se encargaban de mantenerlos limpios y olorosos. Casi perfumados.
 
Mientras esperaba, escuchó unos pasos pesados acercándose.
 
-Así que este es el gran héroe, ¿eh?
 
Un hombre robusto, con una barba desaliñada y ojos fríos, se detuvo frente a él. Llevaba un sombrero de ala ancha y una camisa remandada. Tenía el porte de alguien que había vivido más años de los que quería contar.
 
-¿Quién pregunta? -respondió Lemon con un tono que intentaba ser más confiado de lo que se sentía.
 
El hombre cruzó los brazos y escrutó al revolucionario con la mirada.
 
-Me llamo Marcos. Soy el tío de Bea.
 
-Ah, el tío… -Lemon borró la sonrisa de su rostro. No le interesaba conocer a hombres pobretones, la verdad.
 
-He oído que salvaste a mi sobrina -dijo Marcos, sin un ápice de mención en su voz. Lemon asintió, esperando algún tipo de agradecimiento, pero no lo obtuvo.
 
-¿Y qué? ¿Vas a quedarte aquí esperando que te aplaudamos por siempre? -Marcos lo miró de arriba abajo, como si estuviera evaluando si valía la pena seguir hablando.
 
-Impresionante… Además de limpiar mierda de vaca a diario puedes leer la mente, ¿eres un genio o algo así? -contestó el revolucionario, tomando por sorpresa a Marcos. Al parecer nunca había recibido una respuesta como esa.
 
-Mira, muchacho -dijo Marcos, inclinándose un poco hacia él-. Aquí la gente no se gana el respeto solo por un gesto heroico de una noche. Se gana con trabajo duro, con constancia. Así que, si planeas quedarte por aquí y seguir disfrutando de los aplausos, será mejor que demuestres que tienes algo más que solo palabrería.
 
Lemon tragó saliva. El hombre se había acercado tanto que podía ver lo que había comido el día anterior.  “Genial. Justo lo que necesitaba: un sermón moralista de un hombre que no conoce lo que es un baño”.
 
-Iluso… El respeto de un hombre no se gana por la cantidad de sacos de paja que carga en un día, eso es del pasado. El respeto de un hombre se gana por la cantidad de banderas quemadas, paredes rayadas y princesas secuestradas. A ver, dime, ¿cuántas monarquías has derrocado tú? ¡Cero! ¡Porque nunca has salido de este pueblo! ¿Cuántas he derrocado yo? ¡Cientos! ¡Miles! Bueno, ese es mi yo del futuro, pero técnicamente soy yo, así que debería contar.
 
Marcos lo observó un momento, intentando entender lo que quería decir.
 
-¿Estás drogado? -preguntó el viejo cascarrabias.
 
-Lamentablemente no.
 
Antes de que el viejo pudiera decir algo más, Bea salió del granero con una pesada caja de herramientas.
 
-¿Todo bien? -preguntó ella.
 
-Por supuesto, le estaba contando a tu tío lo fantástico que se me da ser un héroe, uno de verdad. Es un hombre muy directo, ¿sabes?
 
******
 
De vuelta en el pueblo, el ambiente estaba más animado. Los aldeanos habían organizado un pequeño mercado improvisado donde vendían desde pan hasta herramientas. Al parecer, la noticia de la fiesta en honor a Lemon había corrido como la pólvora, y todo el mundo parecía estar muy emocionado.
 
-Esto está tomando una dimensión inesperada -murmuró el revolucionario, mientras observaba a los aldeanos preparar lo que parecía ser un escenario.
 
-Sí, todo el pueblo está muy agradecido contigo -dijo Bea con una sonrisa.
 
-¿Todo el pueblo? Porque parece que mi compañero no comparte el mismo entusiasmo.
 
Justo en ese momento, Ronny apareció con su habitual expresión severa. Su cabello negro y lacio, sus pómulos alzados y su piel morena (casi de color barro, en realidad), todo en él indicaba severidad y aburrimiento.
 
-Ah, por supuesto, aquí está el gran héroe -dijo, cruzando los brazos-. Preparándote para otro espectáculo, ¿no? Los payasos siempre han sido buenos dando espectáculos.
 
-Pero que comentario más inesperado… Te has juntado tanto conmigo que tus neuronas están funcionando para algo que más que “unga unga” y puedes formular frases interesantes, ¿eh? Pero lo siento, Ronny, no todos podemos ser el alma de la fiesta. Algunos de nosotros simplemente… brillamos.
 
-Sí, claro. Estoy seguro de que todo esto no tiene nada que ver con tu maldito ego.
 
Lemon iba a responder con algo ingenioso, pero se detuvo. Por alguna razón, el comentario de su compañero le hizo pensar. ¿De verdad estaba allí solo por la fama? ¿O había algo más? Pero antes de que pudiera reflexionar, Bea lo tomó del brazo y lo condujo hacia el escenario: era el momento del discurso.  
#3


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[D - Pasado] Primer encargo - por Lemon Stone - 01-09-2024, 03:20 AM
RE: [D - Pasado] Primer encargo - por Lemon Stone - 05-09-2024, 10:44 PM
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