Rodeados por el peligro

Drake Longspan le había prometido a su capitán que iba a encontrar gente con un coeficiente intelectual mayor que el promedio, o al menos normalizado. Gente con habilidades y oficios diferenciales, que aumenten su capacidad de supervivencia en el tempestuoso mar. Una tripulación digna de llamarse como tal. Cuando descubrió que aquel pato tenía seguidores fieles, pensó que podría ser una buena adición para la causa, e incluso consiguió engañar al mafioso Chettony en su propia casa para salvar su vida cuando le ofreció berries por todo lo contrario. Esperaba al pato en aquella embarcación de mala muerte para camuflarse el tiempo suficiente hasta reunirse con el resto de la tripulación. El carpintero creyó haber conseguido cumplir con su cometido hasta que observó a aquella criatura acercarse a "toda pata" en su dirección.

«¿Es un marine? ¿Un navío? No... Es el...»

La cara de Drake Longspan fue todo un poema cuando escuchó las explosiones detrás de MC Duck. Su pelo se removió hacia atrás fruto de la onda expansiva y los fuegos artificiales.

— ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO MALDITO PATO DE MIERDA?! ¡¿AHORA ERES TERRORISTA?!

Con el rostro completamente desencajado, comenzó a sacudir sus largos brazos como un baterista de un grupo de Heavy Metal del North Blue mientras negaba con los mismos. Cuando el pato logró subirse a bordo, no sabía si matarlo o tirarse el mismo al mar.

— ¡Debí haber cogido el dinero! ¡Oi! ¡Te juro que te pienso meter en una cazuela como no salgamos de aquí ahora mismo! ¡Si aparece la Marina yo no te conozco! ¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda!

Drake Longspan cogió los dos remos y comenzó a chapotear como un demente, aquel pato estaba más loco de lo que creía, y para colmo parecía padecer piromanía, si es que los patos la padecen, a saber. Los Marines no tardarían mucho en aparecer, y se negaba a ser culpado por un crimen que no había cometido. ¿Secuestro? Quizás. ¿Terrorismo urbano e intento de asesinato? No, no todavía.

Comenzó a alejarse todo lo que pudo del muelle del Pueblo de Rostock, solo esperaba que la Marina no se diese cuenta de que aquel pato había explotado un laboratorio de droga por pura venganza. El chico de los brazos largos mordió su labio inferior hasta hacerlo sangrar por si todo lo que estaba ocurriendo era una pesadilla.

Tras Atracó cerca del Faro de Rostock, apoyando sus manos en la roca de la cala donde había escondido el navío. Por ahora, tocaba mantener un bajo perfil hasta la llamada al mar de su nuevo y desplumado capitán. Más le valía no tardar mucho, o iba a convertir a su nuevo amigo en pato a la naranja.