Atlas
Nowhere | Fénix
08-09-2024, 01:29 PM
(Última modificación: 08-09-2024, 01:32 PM por Atlas.
Razón: Editado para corregir formato.
)
Te aproximas a la desconocida con una muy noble y loable intención, pero no tardas en darte cuenta de que la sangre que hay a su alrededor no es nueva. El charco no aumenta de tamaño y el color de la sangre hace pensar que se está oxidando, por lo que el sangrado, esté donde esté, debe haberse detenido. A poco que inspecciones un poco a la atlética mujer comprobarás que sus heridas, repartidas sobre todo en pierna derecha y abdomen, han sido vendadas y todo hace pensar que la hemorragia se ha detenido.
Entonces, reaccionando a tus palabras, la mujer abre súbitamente los ojos. Lo hace con un gesto entre iracundo y asustado, el de quien se encuentra en plena batalla. Estira su brazo derecho e intenta aferrarte por encima del codo izquierdo. En caso de que lo consiga, puesto que creo que no tendrás demasiado problema para evitarlo dado su estado, podrás comprobar que la mujer tiene bastante fuerza a pesar de su situación. Lo logre o no, podrás ver cómo sus ojos castaños recorren tus facciones y saltan desde tus ojos hasta los labios, suavizándose su gesto un instante después y soltándote en caso de que te haya atrapado el brazo antes.
—He conocido tiempos mejores —te responde entre tos y tos—, pero estoy bien. Saldré de esta. Alguna ventaja tiene que tener ser médico —añade para, tras tragar saliva, seguir hablando—: Del que no sé nada es de mi compañero, Curtis. Nos enviaron aquí para investigar los métodos de esos piratas y cómo lo hacen para llevarse por delante barcos marines, piratas o de los nuestros sin aparente dificultad.
Entonces se calla, al parecer dándose cuenta de que ha soltado algo de información que debería haberse guardado. Porque, si no son marines ni piratas pero son "algo", ¿qué son su compañero y ella? Sus ojos vuelven a escrutarte entonces, analizando tu indumentaria, actitud corporal y, a juzgar por la severidad con la que clava sus pupilas en las tuyas, cualquiera diría que hasta el alma y los pensamientos.
—No, no pareces ni una gaviota ni uno de esos sinvergüenzas, pero vienes armada hasta los dientes. Supongo que tú también buscas algo —rompe a toser de nuevo—. Sé que no me conoces de nada; ni a mí ni a mí compañero, pero somos buena gente. Sólo queremos liberar al mundo de la opresión a la que está sometido por los poderosos. Por favor, ayúdanos. Rescata a mi compañero... Seguro que podremos hacer algo por ti como agradecimiento. Lo mantienen allí —finaliza, apuntando hacia el monstruo de metal—. Y que no consigan clavarte ese acero, por tu bien.
Bien visto, ibas de camino de todos modos, ¿no? Ahora bien, si no son marines ni piratas... Dicen que quieren salvar el mundo. Bueno, supongo que ya nos enteraremos más adelante de quiénes son de verdad, ¿no? Curtis y... mierda, se nos ha olvidado preguntarle su nombre. Da igual, no creo que pueda irse demasiado lejos viendo su estado.
En caso de que continúes tu avance hasta el barco, podrás aproximarte hasta detenerte a unos quince metros de las largas pasarelas de metal que conectan el barco con la superficie de los acantilados. Desde la vegetación puedes ver que, efectivamente, en este momento nadie las usa para cruzar. No obstante, en la cubierta del barco sí que puedes ver bastante movimiento. Sólo ves una pequeña parte de la misma, pero atinas a distinguir al menos a tres sujetos diferentes. Todos ellos visten camisetas blancas sin mangas llenas de suciedad, barro y aceite de motor. Su piel no es diferente, reflejando que aquellos tipos están constantemente trabajando con chatarra, motores y demás objetos de índole similar.
De hecho, mientras observas puede ver cómo una de las grandes grúas se coloca sobre una pila de chatarra de al menos cinco metros de alto. Del extremo del grueso cable que pende desde las alturas cuelga un amplio y grueso imán, que arrastra consigo una nada desdeñable cantidad de chatarra hacia las alturas. Es más, si te fijas en uno de los trozos que ya se movilizan por el aire sobre la cubierta parece que se puede distinguir a la perfección el logotipo de la Marina. Se ve que a esa gente le da igual ocho que ochenta y se llevan por delante lo que haga falta.
Entonces, reaccionando a tus palabras, la mujer abre súbitamente los ojos. Lo hace con un gesto entre iracundo y asustado, el de quien se encuentra en plena batalla. Estira su brazo derecho e intenta aferrarte por encima del codo izquierdo. En caso de que lo consiga, puesto que creo que no tendrás demasiado problema para evitarlo dado su estado, podrás comprobar que la mujer tiene bastante fuerza a pesar de su situación. Lo logre o no, podrás ver cómo sus ojos castaños recorren tus facciones y saltan desde tus ojos hasta los labios, suavizándose su gesto un instante después y soltándote en caso de que te haya atrapado el brazo antes.
—He conocido tiempos mejores —te responde entre tos y tos—, pero estoy bien. Saldré de esta. Alguna ventaja tiene que tener ser médico —añade para, tras tragar saliva, seguir hablando—: Del que no sé nada es de mi compañero, Curtis. Nos enviaron aquí para investigar los métodos de esos piratas y cómo lo hacen para llevarse por delante barcos marines, piratas o de los nuestros sin aparente dificultad.
Entonces se calla, al parecer dándose cuenta de que ha soltado algo de información que debería haberse guardado. Porque, si no son marines ni piratas pero son "algo", ¿qué son su compañero y ella? Sus ojos vuelven a escrutarte entonces, analizando tu indumentaria, actitud corporal y, a juzgar por la severidad con la que clava sus pupilas en las tuyas, cualquiera diría que hasta el alma y los pensamientos.
—No, no pareces ni una gaviota ni uno de esos sinvergüenzas, pero vienes armada hasta los dientes. Supongo que tú también buscas algo —rompe a toser de nuevo—. Sé que no me conoces de nada; ni a mí ni a mí compañero, pero somos buena gente. Sólo queremos liberar al mundo de la opresión a la que está sometido por los poderosos. Por favor, ayúdanos. Rescata a mi compañero... Seguro que podremos hacer algo por ti como agradecimiento. Lo mantienen allí —finaliza, apuntando hacia el monstruo de metal—. Y que no consigan clavarte ese acero, por tu bien.
Bien visto, ibas de camino de todos modos, ¿no? Ahora bien, si no son marines ni piratas... Dicen que quieren salvar el mundo. Bueno, supongo que ya nos enteraremos más adelante de quiénes son de verdad, ¿no? Curtis y... mierda, se nos ha olvidado preguntarle su nombre. Da igual, no creo que pueda irse demasiado lejos viendo su estado.
En caso de que continúes tu avance hasta el barco, podrás aproximarte hasta detenerte a unos quince metros de las largas pasarelas de metal que conectan el barco con la superficie de los acantilados. Desde la vegetación puedes ver que, efectivamente, en este momento nadie las usa para cruzar. No obstante, en la cubierta del barco sí que puedes ver bastante movimiento. Sólo ves una pequeña parte de la misma, pero atinas a distinguir al menos a tres sujetos diferentes. Todos ellos visten camisetas blancas sin mangas llenas de suciedad, barro y aceite de motor. Su piel no es diferente, reflejando que aquellos tipos están constantemente trabajando con chatarra, motores y demás objetos de índole similar.
De hecho, mientras observas puede ver cómo una de las grandes grúas se coloca sobre una pila de chatarra de al menos cinco metros de alto. Del extremo del grueso cable que pende desde las alturas cuelga un amplio y grueso imán, que arrastra consigo una nada desdeñable cantidad de chatarra hacia las alturas. Es más, si te fijas en uno de los trozos que ya se movilizan por el aire sobre la cubierta parece que se puede distinguir a la perfección el logotipo de la Marina. Se ve que a esa gente le da igual ocho que ochenta y se llevan por delante lo que haga falta.