Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
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[Común] [C - Pasado] Una mañana en el pasillo de las hierbas. [Terence]
Asradi
Völva
Asradi no era imbécil. Durante el trayecto había sido consciente de como Terence la mirada, quizás de manera disimulada. Pero el caminar de la chica era peculiar, aunque no parecía saberse el porqué a simple vista. La de oscuro cabello intentaba resguardar ese pequeño secreto con fiereza. Con la misma fiereza que un tiburón hambriento desgajaría, sin dudarlo, la carne de su presa. ¿Era Terence una presa u otro depredador? La mirada de la peculiar mujer sospechaba lo segundo y, precisamente por eso mismo, tendría que ser más cuidadosa de lo habitual. Los mejor aparentados, generalmente, eran los que peores intenciones tenían. A otros era fácil adivinarlo, pues se veía a simple vista. Pero los primer mencionados... Eses eran los peligrosos. ¿Sería Terence uno de ellos? Por algún motivo su curiosidad le instaba a querer averiguarlo. Tendría que jugar bien sus cartas y, al mismo tiempo, siempre buscar una ruta de escape fiable. Estaba en una ciudad desconocida, aunque había escuchado hablar de Loguetown. Y, precisamente por la fama que el lugar ya tenía, es que debía ser extremadamente cuidadosa. Ni siquiera de la Marina podía fiarse. Al fin y al cabo, la corrupción estaba en todos lados.

También era consciente de que levantaba algunas miradas, quizás por su peculiar caminar, quizás por el atractivo que, como sirena, hacía que los más débiles de voluntad virasen siempre hacia su presencia. Quizás por otra cosa. Prefería no pensar en ello.

Mientras, procuraba que la conversación fluyese, también escuchando a Terence en lo que recorrían una distancia que, inicialmente, parecía agradable. Y en la que ella se iba fijando también, memorizando el camino. Era un acto reflejo de supervivencia. Su ropa, holgada y que ondeaba graciosamente a cada “paso” que ella daba, ayudaba a ocultar también la aleta dorsal que nacía en su baja espalda.

Todo lugar tiene sus encantos, buenos y malos. — Fue la respuesta que le dió al chico que, ahora, la acompañaba. Asradi tenía una sutil mirada puesta en él, de vez en cuando. Parecía joven, aunque quizás de más edad que ella. ¿Eso importaba? Definitivamente no. Cualquiera podía demostrar tener dos caras. La misma sirena incluída.

Se fijaba, también, en el resto de transeúntes. Personas que vivían en Loguetown y en esas calles desde hacía años, el trajín del día a día. Otros que, simplemente, eran turistas, o estaban de paso tal y como ellos. Tras unos cuantos callejones, llegaron a la cafetería que el chico había mencionado. El aroma del café en el aire ya evidenciaba lo acogedor del lugar. Era como un pequeño islote en el que descansar y perderse un poco, en medio del océano. Se adentraron y la fémina miró a su alrededor, no sin cierta cautela. A esas horas, donde las luces de la tarde jugaban y danzaban entre luces y sombras, ayudaba a que el establecimiento no estuviese, por ahora, demasiado lleno. Algo que también hizo que, muy sutilmente ella se relajase. Básicamente porque podría estar más al pendiente de su peculiar acompañante. ¿Por qué la había invitado? ¿Por simple cortesía o por algo más? De hecho... ¿Existía la mera cortesía en el mundo? Lo que ella había visto, al menos hasta ahora, es que siempre había un motivo o un interés oculto detrás de cada amabilidad. Era triste, pero era la realidad del mundo actual. Aunque, si tenía que ser sincera, se había encontrado con excepciones. Se contaban con los dedos de las manos, sí, pero las había.

Con excelso cuidado, y con un movimiento casi etéreo, se sentó en la silla justo al frente de Terence. Ahora ambos podían mirarse directamente a la cara, a los ojos. Y el estar cerca de la ventana también le ayudaba a vigilar, a su manera, los alrededores. Fueron un par de cafés los que pidieron, y que les fueron servidos a los pocos minutos. Los ojos azules de la sirena se posaron, con una tonalidad bella y calma, casi pensativa, sobre el humeante y acogedor líquido que reposaba en la taza. Olía bien, y el calor que emanaba hacía que quisiese probarlo. Sujetó con delicadeza la taza y sopló un par de veces. Las manos de ella se veían suaves, pequeñas y hermosas. De doncella. Poco podía imaginarse Terence lo que eses dedos podían hacer. Sanar y matar. Una extraña y muy necesaria dualidad.

Está muy bueno. — Murmuró tras haber dado el primer y comedido sorbo, dejando que la candidez del espumoso café bajase por su garganta, de forma agradable. — En cuanto al tema de los negocios... — Continuó con esa conversación, dejando el objeto de nuevo en su lugar y sintiendo que los dedos le cosquilleaban graciosamente debido al calor proferido por la loza donde reposaba, todavía, la mitad del café. — Cada uno debería ser consciente de los riesgos que corre cuando intenta movimientos tan... desleales como ese.

No pudo evitar que un gesto de desagrado, muy sutil aunque notorio, se formase en su rostro, volviendo a clavar su mirada azul oceánica sobre los ojos de Terence.

Al fin y al cabo, ¿no dice el dicho que se coge antes a un mentiroso que a un cojo? — Una suave curvatura, casi irónica, se formó en su faz, en una franca y certera sonrisa. Los rasgos de su cara eran delicados, como si estuviesen esculpidos en roca marina por alguna especie de artista. Pero lo más llamativo de Asradi era su mirada. Eses ojos azules tan cambiantes. Que a veces mostraban la quietud del océano, de un limpio y brillante color zafiro. Y, otras veces, se tornaban grises y oscuros cuan terrible tormenta.

Con un nuevo movimiento calculado, volvió a tomar otro delicado trago del café, dejando que su candor la reconfortase a medida que las luces del día iban bajando y dando lugar a más sombras en el exterior.

No he venido aquí por ningún tipo de negocio en particular. Como tú, solo estoy de paso. — Eso era verdad. No parecía llevar nada más consigo que lo que tenía puesto en ese momento. Ni tan siquiera una mísera maleta. Solo una mochila forrada por dentro para que no le entrase el agua cuando se sumergía. Eran especiales y las hacían en la isla Gyojin. Ya tenía sus años, pero era un objeto querido para Asradi.

Me detuve en ese puesto porque estoy interesada en la medicina local. Tengo algunos conocimientos, pero el mundo es amplio y siempre se sigue aprendiendo al respecto. — Clavó su mirada, su atención, en Terence, escudriñándolo con ella. Como un tiburón al acecho. — Aunque parece que resultó ser un fiasco.

Se rió ligeramente, encogiéndose de hombros. A pesar de lo sucedido, no parecía del todo desilusionada. Loguetown era una ciudad grande, seguramente encontrase otros puestos o pudiese preguntar en consecuencia.

¿Y qué hay de ti? ¿Qué te trajo específicamente a Loguetown? Aparte de andar lanzando gente por los aires. — Mencionó, entretenida.
#7
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RE: [C - Pasado] Una mañana en el pasillo de las hierbas. [Terence] - por Asradi - 08-09-2024, 02:03 PM

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