Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
08-09-2024, 05:15 PM
Una vez conformado el grupo, la conexión con el trío de la G-31 no tardó en empezar a fraguarse, haciendo que de aquello, germinara los primeros brotes de una fructífera relación. Tras mi escueta presentación, pronto comprobé que los refuerzos venían en camino y tanto Galhard como especialmente Anko, reforzaron los preliminares que yo no pude abordar como socialmente debía de haberlo hecho. El primero, Galhard, dedicó su turno de palabra a contarles a los nuevos compañeros como era la vida en la G-23, llamando mi atención cuando la clasificó de modesta, pues bien cierto era si se establecía una comparación a todos los efectos respecto a la que nos encontrábamos, pues como ya contemplé, las dimensiones de la G-31 hacían honor a su referencia en aquel mar, siendo como tal, el principal bastión marine en el que la mayor parte de las gestiones surgían.
Entre tanto, un nuevo integrante cuya cara me resultaba especialmente familiar se sumó al grupo. Una estatura media, complexión delgada, cabellos castaños como los de Galhard y unos ojos que guardaban los tonos celestes de un océano. ¿Cadmus? Efectivamente, el joven que una vez conocí en pueblo Rostock, parecía haber recalado en La Marina y ahora lucía bajo la bandera de la justicia el grado de sargento. La sorpresa me cautivó, pues no esperaba bajo ningún medio encontrármelo allí, ya que tampoco lo diferencié en la lista de apuntados del patio de la base para el evento. Le dediqué una sonrisa fraternal tras presentarse, no obstante y para colmo, parecía estar bastante familiarizado con las conductas de respeto que solía adoptar en los demás, y cuanto de perdidas estaban hoy en día a la hora de dirigirse a desconocidos, cercanos, amigos o familiares, por eso, le correspondí igualmente con afecto y una reverencia que inclinaría de nuevo mi torso con las palmas pegadas a la altura de mi pecho. Me sentí complacido de verle y sentirle allí. Por otro lado Anko, me echó un cable detallando un parecer importante sobre mí, que pude apoyar concretándolo una vez terminara de justificar el modo de presentarles.
- Voto de silencio. -
Dije para todos los presentes, apoyando la mano más cercana a ella sobre su hombro en señal de agradecimiento, mientras que con la otra en un acto reflejo para referirme a mí mismo, dirigí la yema de mis dedos índice, corazón, anular y meñique hacia mi garganta, todos podrían comprender el porqué de mi poca capacidad comunicativa, sobre todo, de los 3 jóvenes residentes. Ya si podíamos tener más tiempo, intentaría explicarles como pudiera el porqué de tal voto, porque hacerlo allí con tanto ambiente, murmullo y alboroto, no era la mejor de las condiciones. La joven marine del G-23 continuó con su turno de palabra, reafirmando al marine rubio de Loguetown y devolviéndole el saludo a Cadmus.
Tras la intervención del compañero rubio y la confirmación de su sargento, me dediqué a asentir con la cabeza para que nos enseñaran las instalaciones del lugar. Guiados por ellos, fuimos viendo a modo de turistas el gran edificio de mando, que casi triplicaba el de Isla Kilombo, los 5 campos de entrenamiento, el patio donde una enorme bandera blanca con el símbolo de la marina ondeaba radiante y los almacenes, hasta acabar en los barracones de la base donde el grueso de los efectivos de Loguetown reposaban en sus respectivas literas y habitaciones. Pasamos y un gigantesco comedor nos aguardaba, sin dudar, acepté la invitación de Ray para picar algo, a pesar de la estricta dieta que llevaba, tampoco estaría de más compartir algo con ellos para reforzar las relaciones.
Atlas con un tono jocoso, parecía indicarnos que las gachas de allí no era el sustento más apetecible para pedir, guardando bastantes similitudes con la cocina de la base del G-23, y era una verdadera pena, pues como tal, era un suplemento alimenticio muy beneficioso a pesar de su aspecto y textura, nada que ver con las que solíamos comer en el templo, cuyo uso de especias y el resto de ingredientes, la volvían un plato exquisito en términos nutricionales así como apetecible. Sinceramente, le reí la gracia por la curiosa coincidencia que tenía con nuestra base, si algún día pudiera tener la capacidad de cambiar eso dentro de la marina, las haría mucho más deseables para los soldados. Oscilé la cabeza lateralmente cuando esté preguntó por la comida en la base de Rostock, esperaba que entendiera que eran prácticamente iguales tras su insinuación, y la verdad que, personalmente, tras estar acostumbrado durante tantos años a la comida del templo elaborada con mimo, temple, destreza e ingredientes sanos, la de la base me resultaba un gran detrimento.
Pasamos de uno en uno con la respectiva bandeja para servirnos, no solía comer mucha carne, recordé que tipo de comida me tocaba hoy pero no alcancé a visualizar el programa que seguía mi régimen. Divisé arroz al vapor y un mix de verduras a la brasa 2 fuentes más allá, parecían aderezadas con alguna salsa o aliño, por lo que acompañaría el arroz con ellas, me serví agua del tiempo, y acompañé a Atlas siguiéndole hasta sentarme al lado suyo. La idea era que nos mezclásemos unos con otros y pudiéramos intercambiar pareceres, aunque por mi parte poco podría, pero esperaba que me ayudase algunos de los compañeros de la G-23.
Negué con la cabeza levemente mientras encogí los hombros, desconocía si los superiores nos tendrían guardado algún tipo de actividad para que estrechásemos lazos entre todos. Probé el arroz, guardaba una cocción idónea, sin embargo, las verduras estaban algo pasadas para mi gusto, pues estaba acostumbrado a tomarlas más al dente, guardando más propiedades tras su respectivo cocinado, en cambio, el aliño que llevaban resultaba estimulante para el paladar, identifiqué soja, ajo y un picante ahumado que realzaba el braseado. La verdad, que no me disgustó para nada la comida de allí, al menos lo que yo me serví.
Intentaría integrarme en la conversación de todo el grupo de jóvenes, allí presente, podría ser el abuelito de todos ellos perfectamente, pero sin embargo, era uno más del grupo, alguien con un sentido de la justicia y una percepción de la marina algo peculiar, que distaba un poco de lo que se podía concebir actualmente con ella. ¿Exteriorizarían ese tipo de reflexiones los tres jóvenes del G-31 mientras estuviéramos allí en el comedor? Era algo que sin duda llamaba principalmente mi atención de ellos, conocerlos y saber su visión sobre la entidad militar.
Entre tanto, un nuevo integrante cuya cara me resultaba especialmente familiar se sumó al grupo. Una estatura media, complexión delgada, cabellos castaños como los de Galhard y unos ojos que guardaban los tonos celestes de un océano. ¿Cadmus? Efectivamente, el joven que una vez conocí en pueblo Rostock, parecía haber recalado en La Marina y ahora lucía bajo la bandera de la justicia el grado de sargento. La sorpresa me cautivó, pues no esperaba bajo ningún medio encontrármelo allí, ya que tampoco lo diferencié en la lista de apuntados del patio de la base para el evento. Le dediqué una sonrisa fraternal tras presentarse, no obstante y para colmo, parecía estar bastante familiarizado con las conductas de respeto que solía adoptar en los demás, y cuanto de perdidas estaban hoy en día a la hora de dirigirse a desconocidos, cercanos, amigos o familiares, por eso, le correspondí igualmente con afecto y una reverencia que inclinaría de nuevo mi torso con las palmas pegadas a la altura de mi pecho. Me sentí complacido de verle y sentirle allí. Por otro lado Anko, me echó un cable detallando un parecer importante sobre mí, que pude apoyar concretándolo una vez terminara de justificar el modo de presentarles.
- Voto de silencio. -
Dije para todos los presentes, apoyando la mano más cercana a ella sobre su hombro en señal de agradecimiento, mientras que con la otra en un acto reflejo para referirme a mí mismo, dirigí la yema de mis dedos índice, corazón, anular y meñique hacia mi garganta, todos podrían comprender el porqué de mi poca capacidad comunicativa, sobre todo, de los 3 jóvenes residentes. Ya si podíamos tener más tiempo, intentaría explicarles como pudiera el porqué de tal voto, porque hacerlo allí con tanto ambiente, murmullo y alboroto, no era la mejor de las condiciones. La joven marine del G-23 continuó con su turno de palabra, reafirmando al marine rubio de Loguetown y devolviéndole el saludo a Cadmus.
Tras la intervención del compañero rubio y la confirmación de su sargento, me dediqué a asentir con la cabeza para que nos enseñaran las instalaciones del lugar. Guiados por ellos, fuimos viendo a modo de turistas el gran edificio de mando, que casi triplicaba el de Isla Kilombo, los 5 campos de entrenamiento, el patio donde una enorme bandera blanca con el símbolo de la marina ondeaba radiante y los almacenes, hasta acabar en los barracones de la base donde el grueso de los efectivos de Loguetown reposaban en sus respectivas literas y habitaciones. Pasamos y un gigantesco comedor nos aguardaba, sin dudar, acepté la invitación de Ray para picar algo, a pesar de la estricta dieta que llevaba, tampoco estaría de más compartir algo con ellos para reforzar las relaciones.
Atlas con un tono jocoso, parecía indicarnos que las gachas de allí no era el sustento más apetecible para pedir, guardando bastantes similitudes con la cocina de la base del G-23, y era una verdadera pena, pues como tal, era un suplemento alimenticio muy beneficioso a pesar de su aspecto y textura, nada que ver con las que solíamos comer en el templo, cuyo uso de especias y el resto de ingredientes, la volvían un plato exquisito en términos nutricionales así como apetecible. Sinceramente, le reí la gracia por la curiosa coincidencia que tenía con nuestra base, si algún día pudiera tener la capacidad de cambiar eso dentro de la marina, las haría mucho más deseables para los soldados. Oscilé la cabeza lateralmente cuando esté preguntó por la comida en la base de Rostock, esperaba que entendiera que eran prácticamente iguales tras su insinuación, y la verdad que, personalmente, tras estar acostumbrado durante tantos años a la comida del templo elaborada con mimo, temple, destreza e ingredientes sanos, la de la base me resultaba un gran detrimento.
Pasamos de uno en uno con la respectiva bandeja para servirnos, no solía comer mucha carne, recordé que tipo de comida me tocaba hoy pero no alcancé a visualizar el programa que seguía mi régimen. Divisé arroz al vapor y un mix de verduras a la brasa 2 fuentes más allá, parecían aderezadas con alguna salsa o aliño, por lo que acompañaría el arroz con ellas, me serví agua del tiempo, y acompañé a Atlas siguiéndole hasta sentarme al lado suyo. La idea era que nos mezclásemos unos con otros y pudiéramos intercambiar pareceres, aunque por mi parte poco podría, pero esperaba que me ayudase algunos de los compañeros de la G-23.
Negué con la cabeza levemente mientras encogí los hombros, desconocía si los superiores nos tendrían guardado algún tipo de actividad para que estrechásemos lazos entre todos. Probé el arroz, guardaba una cocción idónea, sin embargo, las verduras estaban algo pasadas para mi gusto, pues estaba acostumbrado a tomarlas más al dente, guardando más propiedades tras su respectivo cocinado, en cambio, el aliño que llevaban resultaba estimulante para el paladar, identifiqué soja, ajo y un picante ahumado que realzaba el braseado. La verdad, que no me disgustó para nada la comida de allí, al menos lo que yo me serví.
Intentaría integrarme en la conversación de todo el grupo de jóvenes, allí presente, podría ser el abuelito de todos ellos perfectamente, pero sin embargo, era uno más del grupo, alguien con un sentido de la justicia y una percepción de la marina algo peculiar, que distaba un poco de lo que se podía concebir actualmente con ella. ¿Exteriorizarían ese tipo de reflexiones los tres jóvenes del G-31 mientras estuviéramos allí en el comedor? Era algo que sin duda llamaba principalmente mi atención de ellos, conocerlos y saber su visión sobre la entidad militar.