Atlas
Nowhere | Fénix
08-09-2024, 06:45 PM
Y así fue como comenzó la magia, como lo hacen las cosas buenas de corazón: de improvisto. El espectáculo improvisado dio comienzo en cuanto todas las partes fueron conscientes las unas de las otras. La mujer, el guitarrista y los palmeros acogieron a Masao al son de su compás y él se dejó mecer como lo haría un crío en brazos de su madre, cómplice y remando a la vez que todos ellos. Yo me quedé allí, en la misma esquina en la que llevaba todo el tiempo, solo que intentaba seguir el ritmo de los palmeros. De las filigranas que hacían al acompañarse me olvidé, por supuesto, porque no estaba ni cerca de ser capaz de empezar a intentarlas.
Una velada que tenía hora de inicio y final se convirtió en algo muy diferente. Al escuchar el jolgorio que empujaba las paredes y se filtraba entre sus poros en busca de libertad, transeúntes no tardaron en asomarse para averiguar el motivo de tal revuelo. El local ya estaba muy concurrido antes, pero con la subida del de Tres Hermanas al escenario el establecimiento se fue llenando hasta que ya no cabía un mísero alfiler. Acabé relegado a una pequeña esquina. Cerca de Gsus, eso sí, quien estaba pendiente de mí a pesar del evidente gesto de agobio para surtirme de lo que necesitara. Tal vez le hubiese obsequiado con una considerable dosis de estrés inesperado, pero estaba seguro de que cuando hiciese caja se quedaría bastante contento. Para rematar la jugada, dudaba que con semejante muchedumbre Shawn me pudiese identificar incluso si decidía asomar el morro por allí.
—No sé si decirte que te lo traigas todos los días o que no le quiero volver a ver —vociferó el camarero mientras cambiaba de nuevo el barril de cerveza.
No le respondí, porque sabía a la perfección que en el fondo le convencía mucho más la primera opción. Sonriendo, di un largo trago de mi vaso y seguí disfrutando del espectáculo hasta que, poco a poco y con el paso de las horas, el local comenzó a vaciarse paulatinamente. El grupo únicamente cobró al dueño del local por el tiempo que habían contratado inicialmente. O eso pretendían, porque después de hacer cuentas y cerrar caja éste se aseguró de hacerles entrega de una generosa propina en forma del doble o el triple de lo acordada. ¿Cuánto dinero había hecho el condenado?
Aún quieto en mi posición, esperé a que Masao se bajase del escenario y se dirigiese a mí. Tenía la camisa abierta casi por completo y las gotas de sudor caían en cascada allí donde su piel era visible. Donde no, su atuendo se pegaba al cuerpo casi como si estuviera al vacío, fiel reflejo del agotamiento físico al que aquel arte tan pasional te podía llevar. Sonreí antes de que llegase donde me encontraba, esperando a que estuviese lo suficientemente cerca para hablar con él:
—Shawn ni siquiera ha aparecido por aquí —bromeé—. No te preocupes, si le dices que no me has encontrado a pesar de recorrerte toda la isla y llegas en ese estado realmente creerá que has corrido por todo Loguetown. Mientras no empieces a escaquearte de tus tareas, no creo que llegue a dudar de lo digas que has estado haciendo hoy. Yo, desde luego, no seré el que te delate.
Apuré lo que me quedaba del vaso y esperé pacientemente por si Masao quería pedir algo, hablar con el grupo —que aún no se había marchado— o simplemente detenerse unos minutos a descansar. A fin de cuentas, llevaba a saber cuánto tiempo sin parar de girar, zapatear y, en definitiva, bailar guiado por la sangre, la pasión y la furia contenida.
—Está anocheciendo —dije aun así para que el descanso no se nos fuese de las manos—. Tal vez deberíamos pensar en regresar cuando hayas descansado un poco, ¿te parece?
Por las ventanas del establecimiento ya no entraban vigorosos rayos de luz. Por el contrario, una tenue claridad se insinuaba con timidez por las ventanas, arrojando cierta visibilidad al interior de la estancia pero sin siquiera acercarse a la que emanaba de las luces que los propietarios ya habían encendido. Entre una cosa y otra, lo que había comenzado como un escaqueo y la asistencia a un espectáculo exótico se había convertido en toda una experiencia que había durado buena parte de la jornada.
Una velada que tenía hora de inicio y final se convirtió en algo muy diferente. Al escuchar el jolgorio que empujaba las paredes y se filtraba entre sus poros en busca de libertad, transeúntes no tardaron en asomarse para averiguar el motivo de tal revuelo. El local ya estaba muy concurrido antes, pero con la subida del de Tres Hermanas al escenario el establecimiento se fue llenando hasta que ya no cabía un mísero alfiler. Acabé relegado a una pequeña esquina. Cerca de Gsus, eso sí, quien estaba pendiente de mí a pesar del evidente gesto de agobio para surtirme de lo que necesitara. Tal vez le hubiese obsequiado con una considerable dosis de estrés inesperado, pero estaba seguro de que cuando hiciese caja se quedaría bastante contento. Para rematar la jugada, dudaba que con semejante muchedumbre Shawn me pudiese identificar incluso si decidía asomar el morro por allí.
—No sé si decirte que te lo traigas todos los días o que no le quiero volver a ver —vociferó el camarero mientras cambiaba de nuevo el barril de cerveza.
No le respondí, porque sabía a la perfección que en el fondo le convencía mucho más la primera opción. Sonriendo, di un largo trago de mi vaso y seguí disfrutando del espectáculo hasta que, poco a poco y con el paso de las horas, el local comenzó a vaciarse paulatinamente. El grupo únicamente cobró al dueño del local por el tiempo que habían contratado inicialmente. O eso pretendían, porque después de hacer cuentas y cerrar caja éste se aseguró de hacerles entrega de una generosa propina en forma del doble o el triple de lo acordada. ¿Cuánto dinero había hecho el condenado?
Aún quieto en mi posición, esperé a que Masao se bajase del escenario y se dirigiese a mí. Tenía la camisa abierta casi por completo y las gotas de sudor caían en cascada allí donde su piel era visible. Donde no, su atuendo se pegaba al cuerpo casi como si estuviera al vacío, fiel reflejo del agotamiento físico al que aquel arte tan pasional te podía llevar. Sonreí antes de que llegase donde me encontraba, esperando a que estuviese lo suficientemente cerca para hablar con él:
—Shawn ni siquiera ha aparecido por aquí —bromeé—. No te preocupes, si le dices que no me has encontrado a pesar de recorrerte toda la isla y llegas en ese estado realmente creerá que has corrido por todo Loguetown. Mientras no empieces a escaquearte de tus tareas, no creo que llegue a dudar de lo digas que has estado haciendo hoy. Yo, desde luego, no seré el que te delate.
Apuré lo que me quedaba del vaso y esperé pacientemente por si Masao quería pedir algo, hablar con el grupo —que aún no se había marchado— o simplemente detenerse unos minutos a descansar. A fin de cuentas, llevaba a saber cuánto tiempo sin parar de girar, zapatear y, en definitiva, bailar guiado por la sangre, la pasión y la furia contenida.
—Está anocheciendo —dije aun así para que el descanso no se nos fuese de las manos—. Tal vez deberíamos pensar en regresar cuando hayas descansado un poco, ¿te parece?
Por las ventanas del establecimiento ya no entraban vigorosos rayos de luz. Por el contrario, una tenue claridad se insinuaba con timidez por las ventanas, arrojando cierta visibilidad al interior de la estancia pero sin siquiera acercarse a la que emanaba de las luces que los propietarios ya habían encendido. Entre una cosa y otra, lo que había comenzado como un escaqueo y la asistencia a un espectáculo exótico se había convertido en toda una experiencia que había durado buena parte de la jornada.