Balagus
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09-09-2024, 12:39 AM
Balagus sintió una gota de sudor cayéndole por la frente, mientras su mano temblaba levemente, balanceándose en un movimiento de centímetros mientras contenía las ganas de blandir su hacha como una presa contenía las aguas de un río. No habló. Nunca hablaba cuando Silver estaba liando a alguien en sus redes dialécticas; primero, porque sabía que cualquier palabra que pudiera decir centraría las atenciones sobre él y rompería el hechizo que el carismático joven creaba al hablar; y segundo, porque temía que fueran sus puños los que hablaran en vez de su boca, y terminaran por explicarle a Silver y a los desdichados presentes cuán cansado estaba de aguantar tonterías.
"Un soborno. Un maldito soborno. Yo le mato. Le voy a convertir en salsa de..."
El centinela pareció abrirse a la posibilidad de una tercera vía. Miró la bolsa. la sopesó lentamente en la mano. Miró a su compañero, quien, estoico y silencioso, se la devolvió bajo su casco, tragando saliva. El primero abrió la bolsa, revisó su contenido y, con un rápido movimiento de manos y brazos. acomodó la alabarda en su hombro, sacó un saco pequeño de su cinturón, y empezó a verter monedas en él, midiendo con cuidado el peso aproximado de ambas. Cuando estuvo satisfecho, volvió a mirar a los alrededores para cercionarse de que nadie más estaba cruzando el puente, ni se dirigía hacia él por la parte rica, y le tiró la segunda bolsa a su compañero de puesto.
- ¿Te he dicho ya que estaba buscando un regalo para Marian? El recorte del sueldo de este año me ha puesto todo un poco difícil. Pero creo que, por fin, hemos reunido todo. -
- Sí, ¿verdad? Cómo odio la burocracia... - Respondió el, hasta ahora, silencioso guardia, ocultando en un abrir y cerrar de ojos la bolsa recién adquirida. - Creo que mi chica me ha estado dando la brasa con salir a cenar, o algo. Está todo tan caro últimamente aquí arriba... -
Ambos centinelas siguieron conversando animadamente, como si los extranjeros no siguieran allí. Silver, que sabía del éxito de su estratagema, sonrió ampliamente y saludó una última vez a los guardias antes de cruzar las puertas. Balagus, paralizado por la estupefacción y la confusión, permaneció unos segundos más allí, sin entender del todo qué acababa de pasar, hasta que su capitán lo llamó. Con un último parpadeo, consiguió retornar al mundo real, y cruzar los portones detrás de su camarada, mientras la conversación seguía tras ellos.
- Oye, si por aquí hubieran pasado un joven con dinero y pintas de saber hablar bien, acompañado por un tipo grandote, que parece más un armario andante con colmillos de jabalí, tú te acordarías, ¿verdad? -
- Pfff, no se me olvidarían en la vida. Menuda pareja serían. Algo así sólo se ve una vez en la vida, si llegas. -
- Amén, chico. Amén. -
- Sigo sin entender cómo coño haces esas cosas. Y creo que prefiero quedarme sin saberlo. - Le susurró el gigantón a su capitán, descendiendo hasta su oído para que pudiera escucharle.
"Un soborno. Un maldito soborno. Yo le mato. Le voy a convertir en salsa de..."
El centinela pareció abrirse a la posibilidad de una tercera vía. Miró la bolsa. la sopesó lentamente en la mano. Miró a su compañero, quien, estoico y silencioso, se la devolvió bajo su casco, tragando saliva. El primero abrió la bolsa, revisó su contenido y, con un rápido movimiento de manos y brazos. acomodó la alabarda en su hombro, sacó un saco pequeño de su cinturón, y empezó a verter monedas en él, midiendo con cuidado el peso aproximado de ambas. Cuando estuvo satisfecho, volvió a mirar a los alrededores para cercionarse de que nadie más estaba cruzando el puente, ni se dirigía hacia él por la parte rica, y le tiró la segunda bolsa a su compañero de puesto.
- ¿Te he dicho ya que estaba buscando un regalo para Marian? El recorte del sueldo de este año me ha puesto todo un poco difícil. Pero creo que, por fin, hemos reunido todo. -
- Sí, ¿verdad? Cómo odio la burocracia... - Respondió el, hasta ahora, silencioso guardia, ocultando en un abrir y cerrar de ojos la bolsa recién adquirida. - Creo que mi chica me ha estado dando la brasa con salir a cenar, o algo. Está todo tan caro últimamente aquí arriba... -
Ambos centinelas siguieron conversando animadamente, como si los extranjeros no siguieran allí. Silver, que sabía del éxito de su estratagema, sonrió ampliamente y saludó una última vez a los guardias antes de cruzar las puertas. Balagus, paralizado por la estupefacción y la confusión, permaneció unos segundos más allí, sin entender del todo qué acababa de pasar, hasta que su capitán lo llamó. Con un último parpadeo, consiguió retornar al mundo real, y cruzar los portones detrás de su camarada, mientras la conversación seguía tras ellos.
- Oye, si por aquí hubieran pasado un joven con dinero y pintas de saber hablar bien, acompañado por un tipo grandote, que parece más un armario andante con colmillos de jabalí, tú te acordarías, ¿verdad? -
- Pfff, no se me olvidarían en la vida. Menuda pareja serían. Algo así sólo se ve una vez en la vida, si llegas. -
- Amén, chico. Amén. -
- Sigo sin entender cómo coño haces esas cosas. Y creo que prefiero quedarme sin saberlo. - Le susurró el gigantón a su capitán, descendiendo hasta su oído para que pudiera escucharle.