Jun Gunslinger
Nagaredama
09-09-2024, 12:41 AM
El sonido de pasos acercándose la sacaron de su superficial abstracción. Jun, que siempre estaba atenta, giró apenas la cabeza hacia la izquierda, observando de reojo por encima del hombro. Entonces lo vio, y lo reconoció de inmediato; Era Drake Longspan. No había vuelto a toparse con él desde lo sucedido en la taberna.
El muchacho se acercaba con calma y en silencio. Aunque cada uno de sus pasos tuviera el poder de hacer vibrar el suelo, los daba con tal precisión que el ambiente permanecía sereno, acompasado por el sonido del viento y el mar. Su sombra, alargada por la luz menguante del atardecer, se extendía sobre la roca cubriendo a Jun con un manto gigantesco. Sin embargo, ella no pudo notar amenaza en su presencia. A pesar de su altura imponente, el gigante avanzaba con la gentileza de quien sabe controlar su fuerza. Cada pisada era firme pero ligera, y sus movimientos cuidadosos como si no quisiera asustar a la muchacha ni romper la calma que ella había encontrado en ese afilado rincón del mundo.
Finalmente Drake se detuvo a la izquierda de Jun, manteniendo una distancia prudente, compartiendo la serenidad del atardecer sin perturbarla. No parecía tener mas intencion que la de estar cerca, sin interrumpir la paz del momento. Ella no dijo nada al principio, y él, después de un segundo, se sentó en el suelo rocoso y polvoriento, dejando el espacio justo para que ambos pudieran sentir la presencia del otro pero sin invadirla.
Jun volvió la vista al frente, fijándola ahí donde por un instante el sol derrite los limites que separan cielo y mar, tiñendo el azul de oro y escarlata.
—Parece que no soy la única que necesita algo de aire fresco —dijo al fin, rompiendo el silencio.
Los dedos tamborileaban sobre la superficie de aquel artefacto metálico que tenía entre las manos, mientras sus botas golpeaban rítmicamente el borde rocoso del acantilado. Era un hábito suyo, esa necesidad inquieta de mantenerse en movimiento incluso cuando todo alrededor estaba en calma.
—Acércate más —invitó—. ¿O acaso le temes a las alturas?
El muchacho se acercaba con calma y en silencio. Aunque cada uno de sus pasos tuviera el poder de hacer vibrar el suelo, los daba con tal precisión que el ambiente permanecía sereno, acompasado por el sonido del viento y el mar. Su sombra, alargada por la luz menguante del atardecer, se extendía sobre la roca cubriendo a Jun con un manto gigantesco. Sin embargo, ella no pudo notar amenaza en su presencia. A pesar de su altura imponente, el gigante avanzaba con la gentileza de quien sabe controlar su fuerza. Cada pisada era firme pero ligera, y sus movimientos cuidadosos como si no quisiera asustar a la muchacha ni romper la calma que ella había encontrado en ese afilado rincón del mundo.
Finalmente Drake se detuvo a la izquierda de Jun, manteniendo una distancia prudente, compartiendo la serenidad del atardecer sin perturbarla. No parecía tener mas intencion que la de estar cerca, sin interrumpir la paz del momento. Ella no dijo nada al principio, y él, después de un segundo, se sentó en el suelo rocoso y polvoriento, dejando el espacio justo para que ambos pudieran sentir la presencia del otro pero sin invadirla.
Jun volvió la vista al frente, fijándola ahí donde por un instante el sol derrite los limites que separan cielo y mar, tiñendo el azul de oro y escarlata.
—Parece que no soy la única que necesita algo de aire fresco —dijo al fin, rompiendo el silencio.
Los dedos tamborileaban sobre la superficie de aquel artefacto metálico que tenía entre las manos, mientras sus botas golpeaban rítmicamente el borde rocoso del acantilado. Era un hábito suyo, esa necesidad inquieta de mantenerse en movimiento incluso cuando todo alrededor estaba en calma.
—Acércate más —invitó—. ¿O acaso le temes a las alturas?