¿Sabías que…?
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[Común] [C - Pasado] ¿El inicio de un camino en común? [Terence & Cadmus]
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
La plaza estaba bañada por una luz tenue, casi fantasmal, que filtraba entre los estrechos callejones del mercado, tiñendo de gris las antiguas piedras del suelo. El murmullo de la fuente cercana, un murmullo eterno, como si los siglos hubieran decidido asentarse sobre ese rincón olvidado de Rostock, era la única constante en ese espacio suspendido entre la realidad y el olvido. Frente a mí, el hombre del templo había lanzado una afirmación que aún resonaba en el aire como un mantra.

Silencio es escuchar… …se.— profirió con solemnidad el monje.

Aquellas palabras, tan breves y tan cargadas de intención, se enredaban en mi mente como hilos de seda que, aunque delicados, amenazaban con estrangular cualquier pensamiento que intentara liberarse. Me quedé inmóvil, como si el simple hecho de reflexionar sobre su significado pudiera romper el frágil equilibrio de esa escena. El extraño había hablado con la calma de alguien que ha dedicado su vida a buscar una verdad que quizás, para mí, nunca llegaría a comprender del todo. Y no obstante, allí estaba, intentando imponer esa verdad con la serenidad de un maestro que espera pacientemente que sus alumnos descifren el enigma.

Mientras él se agachaba hacia la flor, un gesto casi ritualista que contrastaba con la crudeza del entorno, no pude evitar sentir una punzada de ironía. La vida, en su vastedad, no se podía reducir a una flor que sobresalía de un bordillo, ni a un voto de silencio, por más noble que este pudiera parecer. ¿Qué valor tenía el silencio cuando el mundo, con sus gritos y susurros, no dejaba espacio para la calma? ¿Cómo podía el silencio ser una respuesta cuando la realidad exigía acción, palabra y decisión?

Los pensamientos se tornaban más oscuros a medida que consideraba la naturaleza de ese voto. ¿Era realmente una elección libre, o era una forma de escapismo? El silencio, al fin y al cabo, podía ser tanto un refugio como una trampa. Y en el mundo en el que yo habitaba, donde el poder y la voluntad eran las únicas divisas que importaban, el silencio era a menudo el arma de los débiles, de aquellos que preferían replegarse en lugar de enfrentarse a las tormentas que se avecinaban.

Mis ojos se desviaron hacia Cadmus, ese otro joven que había recibido con reverencia la misma afirmación que me había dejado en un estado de introspección mordaz. Su rostro, aun sin las cicatrices del tiempo, reflejaba una mezcla de admiración y curiosidad. ¿Acaso él también aspiraba a encontrar paz en el silencio? ¿A descubrir un significado oculto en las palabras que el monje había pronunciado? O peor aún, ¿buscaba él también escapar de la brutalidad de la vida, refugiándose en una calma que solo existía en la mente de aquellos que no habían conocido la verdadera naturaleza del mundo?

Mis labios se curvaron en una sonrisa que apenas rozó la superficie de mi rostro. Si el monje creía que su voto de silencio podía ofrecer alguna respuesta, estaba gravemente equivocado. Porque el silencio, lejos de ser un bálsamo para el alma, era una estrategia, una herramienta más en el vasto arsenal del poder. Las palabras no siempre eran necesarias para mover los hilos del destino, pero el silencio... Ah, el silencio bien utilizado, podía ser tanto un preludio como un final. Un preludio a la acción, o el final de la resistencia.

Me permití un breve momento de contemplación, observando la escena con ojos de lobo que acecha desde la oscuridad. Las piedras del zoco, desgastadas por el paso del tiempo, reflejaban una realidad mucho más cruda de lo que ese joven monje podía comprender. Aquí, en Rostock, la vida no se trataba de escuchar el susurro del alma, sino de sobrevivir a las mareas del poder, de entender las reglas del juego antes de que el tablero te devorara. Y en ese juego, el silencio era tan solo una pieza más, una jugada que podía inclinar la balanza en favor de aquellos que sabían cómo manejarlo.
Cuando finalmente decidí romper el silencio que el monje tanto veneraba, mi voz emergió como un susurro afilado, cargado de una certeza que se había forjado a través de años de observación y experiencia.

El silencio… —comencé, dejando que la palabra flotara en el aire, como una sombra que se desliza por el suelo.— Es una elección, sin duda. Pero no olvidemos que el mundo se construye con palabras, y estas son sumamente poderosas, como pequeños actos de magia vinculante con una parte de la realidad— comenté finalmente.
Hice una pausa deliberada, permitiendo que la tensión se acumulara en el espacio entre nosotros. Quería que cada palabra que siguiera tuviera el peso de un juicio final, que calara en sus mentes jóvenes como una advertencia de lo que aún no podían comprender del todo.

Mis palabras eran tan calculadas como mis movimientos. Sabía bien el impacto que podían tener en aquellos que aún no habían sido consumidos por las realidades del mundo. Porque la juventud, a menudo, se aferra a las ideas de pureza y espiritualidad, sin darse cuenta de que, en las sombras, se tejen los hilos del destino con materiales mucho más crudos y fríos.

Me incliné ligeramente hacia adelante, como si con ese gesto pudiera acercarme a la verdad que tanto el asceta como Cadmus parecían buscar. La verdad, sin embargo, no era algo que pudiera enseñarse con palabras o con silencio. Era algo que se descubría en los rincones más oscuros del alma, en los momentos en los que el poder y la voluntad se enfrentaban en una batalla eterna.
Así que si me preguntáis, el silencio, —continué, mi voz ahora más baja, casi un murmullo que se mezclaba con el sonido de la fuente. — puede ser tanto una bendición como una maldición. Todo depende de cómo lo utilicéis. Pero recordad esto —mi mirada se afiló, penetrante como una daga, — el mundo no se detiene por aquellos que eligen callar. El mundo sigue girando, y quienes guardan silencio pueden encontrarse, un día, atrapados en el torbellino de fuerzas que no comprenden— finalicé.

El monje, aun en su postura recogida junto a la flor, permanecía en silencio, como si mis palabras no hubieran perturbado la paz que emanaba de su ser. Pero yo sabía mejor. Sabía que las palabras, aunque no provocaran una reacción inmediata, tenían un efecto corrosivo, como una gota de agua que, con el tiempo, podía desgastar incluso la roca más dura.

Cadmus, por su parte, parecía atrapado entre dos fuerzas opuestas. Por un lado, la serenidad del monje, que le ofrecía una promesa de paz y equilibrio; y por otro, mis palabras, que insinuaban una verdad más oscura, una verdad que quizás él aún no estaba preparado para aceptar.
Me enderecé, alejándome de la escena con una calma que contrastaba con la intensidad de mis pensamientos. Sabía que lo que había dicho dejaría una marca, tal vez no visible en ese momento, pero sí en el tiempo que seguiría. Porque al final, lo que verdaderamente importaba no era la verdad que uno encontraba en el silencio, sino lo que se hacía con ella una vez descubierta.

El monje devoto, el muchacho de cabello largo castaño y yo habíamos compartido un momento fugaz en ese rincón de Rostock, un momento que, aunque aparentemente insignificante, estaba cargado de un significado profundo. Cada uno de nosotros seguiría su camino en el futuro, guiado por sus propias verdades, por sus propias elecciones. Pero en el fondo, sabía que el silencio, ese silencio que el monje tanto veneraba, no era más que una pausa momentánea en el torbellino del destino.
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RE: [C - Pasado] ¿El inicio de un camino en común? [Terence & Cadmus] - por Terence Blackmore - 09-09-2024, 01:59 AM

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